Agosto: Mes al Inmaculado Corazón de María
Día 16
El Corazón de María, imagen perfecto de las perfecciones divinas: espejo de Dios, unificado, sencillo, inmenso
![](https://steemitimages.com/DQmTmD3e9e9E6QGKSGD1kpXvHUDd8kCc1nf7tXrtM7dsvBz/corazonmaria.jpg)
Las devociones para este mes:
Rosario en Honor al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen disponible en esta publicación y este rosario contiene la Salutación Ave, Cor sanctissimum que también se ha publicado por separado aquí.
Letanía (disponemos de 9 letanías, para cada día de la octava, que se rotarán durante los 20 días) en esta publicación está la quinta letanía.
El cántico del Magníficat disponible bilingüe en esta publicación. La obra contiene diversos himnos y cánticos (latín con y sin francés). Sin embargo, san Juan Eudes dedica el Libro X de su obra específicamente a este cántico del Magníficat.
Una meditación (perteneciente a una de las dos octavas de la obra u otras meditaciones contenidas en esta) o un texto extraído de la obra. En este día un segmento del Capítulo I del Libro IV de Jean Eudes :
EL CORAZÓN DE MARÍA, IMAGEN PERFECTO DE LAS PERFECCIONES DIVINAS
Entre la infinidad de alabanzas con que el Espíritu Santo honra a su Divina Esposa, la purísima Virgen María, una de las más gloriosas es la que le hace cuando dice que "está revestida del sol". ¿Quién es este Sol? El sol de la divinidad y de las divinas perfecciones según explican muchos SS. Padres. De este Sol ha estado Ella no solamente revestida y como rodeada, sino de tal modo llena y penetrada, que ha sido toda transformada en él. He aquí por qué San Andrés de Candía le da este maravilloso, elogio: "compendio de todas las incomprensibles perfecciones de Dios".
ESPEJO DE DIOS
Dios me ha dado, dijo un día a Santa Brígida, tres cosas con que agradar a mi Hijo: una humildad en la que ni hombre ni ángel lo fuera más; una obediencia con la que siempre agradé a mi Hijo en todo; pero principalmente una caridad. Por lo primero fui más honrada que todos los ángeles y hombres; de modo que no hay en Dios poder alguno que en mí no resplandezca; aun cuando El sea la fuente y el Creador de todo, pero yo soy su criatura a quien le dio su gracia sobre todas ellas. Por lo segundo obtuve tanta potestad, que ningún pecador por abominable que sea, si a mí recurre con propósito de la enmienda y con corazón contrito, no obtenga perdón. Por lo tercero, Dios me hizo tan semejante a sí, que quien ve a Dios me ve a mí, y quien me ve a mí, puede ver en mi a la Divinidad y a la Humanidad como en un espejo... Ya que la Divinidad se encerró en mí con alma y cuerpo, y me llenó de toda virtud, de modo que no hay virtud en Dios que en mí no resplandezca... Mi alma y mi cuerpo son más puros que el sol y más limpios que un espejo. Por tanto, así como en un espejo se reflejan tres Personas si se ponen delante, así en mi pureza se pueden contemplar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ahora bien; si todo esto es verdad de la persona de la Virgen Santísima, como no hay lugar a duda, ciertamente son mucho más verdaderas de su divino Corazón; ya que es la parte más noble de ella misma, y como el origen y la sede de estas tres virtudes: humildad, obediencia, caridad, por las cuales llegó a un estado tan alto y divino.
En este Corazón es en quien, como en un hermoso espejo, el amor ardiente de Jesús hacia su amabilísima Madre reflejó todas las perfecciones de su divinidad y de su Humanidad del modo más excelente.
Y, ante todo, lo primero que hace este divino Amor del Salvador es reflejarse a sí mismo en este amable Corazón de la manera más perfecta. Porque, después del amor infinito que arde en el Corazón adorable de Jesús, no ha habido ni habrá jamás amor tan fuerte, tan elevado, tan ardiente y tan puro como el que ha poseído siempre, henchido y abrasado el Corazón virginal de la Madre del Redentor.
CORAZÓN UNIFICADO
Este Corazón admirable es una imagen viviente, primeramente, de la divina Unidad. Porque, así como Dios es el solo y el único absoluto en la eminencia infinita de todas sus grandezas, el solo poderoso, el solo bueno, el solo sabio, el solo misericordioso, el solo justo, el solo inmortal, el solo bienaventurado, el solo Señor, el solo Altísimo: así también no hay más que un Corazón de Madre de Dios en todo el Universo; y este Corazón divino es absolutamente único en su orden y en la excelencia de sus perfecciones, aventajando en poder, en bondad, en misericordia, en piedad, en amor y en caridad y en toda suerte de virtudes y de cualidades eminentes, a todos los corazones, aun los más perfectos, de los hombres y de los ángeles.
No hay ningún otro corazón, fuera del Corazón de María, Madre de Jesús y de todos los miembros de Jesús, que ame a Dios con un amor sin igual, y que ame a los hijos de Dios con una caridad sin semejante. Por eso también este Corazón, del todo singular en su especie, es amado por Dios y por el Dios-Hombre, de un modo absolutamente único, es decir, con un amor incomparable; y él merece ser reverenciado y adorado por todas las criaturas sobre todos los corazones del cielo y de la tierra, después del Corazón adorable de Jesús.
Este Corazón singular no ha tenido nunca más que un solo amor, que es el purísimo amor de Dios. Nunca ha sido víctima de multiplicidad de pensamientos superfluos, de deseos inútiles y de afectos vanos, que llenan y dividen ordinariamente los corazones miserables de los hijos de Adán. No ha tenido nunca más que un pensamiento, un designio, una voluntad, un afecto, una intención y únicamente un solo deseo; esto es, agradar a Dios, y hacer en todo y en todas partes su adorabilísima voluntad. Y ha sido precisamente por este medio, por el que esta divina Esposa ha herido, ha arrebatado y conquistado completamente el Corazón de su Adorable Esposo, como El mismo lo declara con estas palabras: "habéis herido mi Corazón, hermana mía, Esposa mía: habéis herido mi Corazón con uno de tus ojos y con un cabello de tu cuello", es decir, no amando ni mirando en todas las cosas más que a Mí, y no teniendo otro pensamiento, ni otra intención y afecto en vuestro Corazón, sino hacer en todas partes y en todo tiempo lo que me es más agradable.
Gracia, paz y bendición a todos los corazones que se esfuercen en imitar en esto al Santísimo Corazón de la Madre del Amor Hermoso. Porque ellos herirán, arrebatarán y poseerán, por este medio, el Corazón del Soberano Monarca del Universo, y se tornarán dignos de ser levantados al rango de hijos del Corazón de la Emperatriz del Cielo y de la tierra.
CORAZÓN SENCILLO
El Corazón admirable de nuestra gran Reina lleva en sí la verdadera imagen de la divina Simplicidad. Porque la doblez, la hipocresía, el engaño, la mentira, la curiosidad, la singularidad, la sabiduría del mundo, la prudencia de la carne, el amor propio, que nos hace dar tantas vueltas y hacer tantas reflexiones imperfectas -sobre nosotros y sobre nuestras acciones, y todo lo que es contrario a la santa simplicidad, no ha tenido jamás parte alguna en el Corazón de nuestra divina Paloma, el cual siempre ha estado lleno, poseído y animado del espíritu de verdad, de sinceridad, de candor y de simplicidad, que su Hijo nos ha ordenado seguir con estas palabras: “Sed sencillos como las palomas”.
Bienaventurados los que se conducen por este espíritu, y que pueden decir con San Pablo: “Esta es nuestra gloria, el que, según el testimonio de nuestra conciencia, nos hayamos comportado en este mundo, no siguiendo las máximas de la sabiduría de la carne, sino en la simplicidad del corazón y en la sinceridad de Dios”. Bienaventurados los que obedecieren a esta voz del Espíritu Santo: “Tened acerca del Señor buenos y religiosos sentimientos y buscadlo en simplicidad de corazón”. Estos son los que lo encuentran, y a quienes Él se manifiesta claramente. Es con éstos con quienes trata familiarmente, y a quienes descubre sus secretos como a sus amigos. En fin, son éstos los que llevan impreso en sí el distintivo de los verdaderos hijos de Dios, y los que se tornan irreprochables delante de Dios y delante de los hombres, en la medida que ello es posible en este mundo, según estas divinas palabras: “Si vuestro ojo es sencillo, todo vuestro cuerpo será luminoso”.
CORAZÓN INCOMPRENSIBLE E INMENSO
El Corazón incomparable de la Madre de Dios lleva en sí una maravillosa participación y semejanza de la Infinitud y de la Incomprensibilidad de Dios; porque la dignidad, casi infinita, de Madre de Dios ennoblece y eleva en algún modo infinitamente todo lo que haya en Ella, hasta las menores cosas; más especialmente su dignísimo Corazón, que es la fuente, como veremos más adelante, de un número incontable de bienes; que es el principio, como también veremos, de todo lo que hay de grande en Ella; y que ha sido colmado de infinidad de dones y de gracias celestiales. Porque, para hacerla Madre de Dios, fue necesario, dice San Bernardino de Sena, que Ella haya sido elevada a esta dignidad en cierta manera infinita, que la hace semejante a Dios, al hacerla Madre del mismo Hijo del cual El es Padre. “Por cierta infinitud, si es licito hablar así, de perfecciones y gracias”; pero tan excelentes y sublimes que, nadie sino sólo Dios -dice el mismo Santo- las conoce perfectamente.
¡Oh mi divina Señora, mi corazón está extasiado por el gozo de ver que el vuestro es tan noble, tan digno, tan santo y tan lleno de perfecciones! Gracias infinitas y eternas sean dadas por ello a Aquel que lo ha hecho tan grande, tan excelente y tan amable.
Este Corazón admirable lleva también en sí una comunicación abundante y una expresión singular de la Inmensidad de Dios. ¿De qué manera? Escuchemos a San Buenaventura. “Oh María -dice este Seráfico Doctor- veo en Vos una grandeza y capacidad inmensa y sin límites: Veo en Vos tres clases de inmensidades: La primera es la inmensidad de vuestras bienaventuradas entrañas, que han encerrado en sí a Aquel que es inmenso e infinito, y a quien ni los cielos ni todo el Universo es capaz de abarcar. La segunda, es la inmensidad de vuestro espíritu y de vuestro Corazón; porque, si vuestro sagrado vientre es inmenso, ¡cuánto más vuestro Corazón virginal! La tercera, es la inmensidad de vuestra gracia y de vuestra caridad; porque siendo inmenso vuestro Corazón y estando lleno de gracia y de caridad, es necesario que la gracia y caridad que lo llenan sea inmensa”.
Sí, Madre de amor, vuestra caridad es sin medida y sin límites; se extiende no sólo a lo largo de todos los siglos, en todos los lugares del mundo y sobre todas las cosas que Dios ha hecho; sino que además, es tan grande y tan extensa, que se derramarla en infinidad de mundos, si existieran.
En fin, la grandeza inefable del Corazón de María es tal, que se puede decir que es, en cierta manera, la medida de la grandeza infinita del Corazón y de la caridad de Dios. De suerte que, si no conocéis el Corazón maravilloso y la caridad inefable de la Madre de Dios, no podréis tampoco conocer la inmensidad del Corazón y de la caridad de Aquel que ha hecho esta incomparable obra maestra, y que la ha formado, calcado en el divino modelo de su Corazón adorable. Pero, si queréis tomar las medidas, si es lícito hablar así, del Corazón de la Divinidad, medid la grandeza y amplitud del Corazón de la Reina del Cielo. No soy yo quien habla así, es San Pedro Crisólogo, cuyas son estas palabras: La excesiva grandeza del espíritu y del Corazón de esta Madre Virgen es tan prodigiosa, que es el objeto de las admiraciones y de los éxtasis de los que la contemplan; y quienquiera que mire a este Corazón admirable, sin quedar arrobado de admiración, da a entender que no conoce suficientemente al que lo ha creado, que ha hecho de él una imagen viviente y perfecta de su divino Corazón.
Oh Dios de mi Corazón, seáis de él bendecido, amado, y glorificado eternamente. Oh Corazón sin igual de la Madre de Dios, que extendéis vuestra caridad por todas partes y sobre todas las cosas, hacednos participes de esta misma caridad, obteniéndonosla de Aquel que es todo caridad, una caridad universal hacia todas las cosas que ama, la cual nos lo haga amar, como quiere que le amemos.
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