Agosto: Mes al Inmaculado Corazón de María
Día 17
El Corazón de María, imagen perfecto de las perfecciones divinas: eternidad
![](https://steemitimages.com/DQmTmD3e9e9E6QGKSGD1kpXvHUDd8kCc1nf7tXrtM7dsvBz/corazonmaria.jpg)
Las devociones para este mes:
Rosario en Honor al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen disponible en esta publicación y este rosario contiene la Salutación Ave, Cor sanctissimum que también se ha publicado por separado aquí.
Letanía (disponemos de 9 letanías, para cada día de la octava, que se rotarán durante los 20 días) en esta publicación está la sexta letanía.
El cántico del Magníficat disponible bilingüe en esta publicación. La obra contiene diversos himnos y cánticos (latín con y sin francés). Sin embargo, san Juan Eudes dedica el Libro X de su obra específicamente a este cántico del Magníficat.
Una meditación (perteneciente a una de las dos octavas de la obra u otras meditaciones contenidas en esta) o un texto extraído de la obra. En este día un segmento del Capítulo II del Libro IV de Jean Eudes :
EL CORAZÓN DE MARÍA, IMAGEN PERFECTO DE LAS PERFECCIONES DIVINAS: ETERNIDAD
El Corazón muy constante de la Reina de los Ángeles representa también en sí mismo excelentemente la divina Estabilidad e Inmutabilidad, por razón de haber sido siempre constante, firme, invariable e inquebrantable en su perfecto amor hacia Dios y en todas las santas disposiciones que hacen un Corazón completamente según el Corazón de Dios.
Oh mi Jesús, os suplico, por el amor inmutable que este sacratísimo Corazón os ha profesado y os profesará eternamente, que establezcáis y fortalezcáis de tal manera nuestros corazones en vuestro santo amor, que podamos decir verdaderamente con vuestro Apóstol: ”¿Quién nos separará del amor de Jesucristo? ¿Será la tribulación, o la angustia, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la persecución, o la espada? De ningún modo, porque alcanzaremos victoria sobre todas estas cosas. Estoy cierto de que ni la muerte, ni la vida, ni los principados, ni las potestades, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni la fuerza, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura nos podrá separar del amor de Dios, en Cristo Jesús, Nuestro Seño”, es decir, del amor que Dios Padre nos ha infundido hacia Jesús, su Hijo, y del amor que Jesús, Hijo de Dios, nos ha infundido hacia su Padre. Pero, volvamos al Corazón amantísimo de la Madre de Jesús.
IMAGEN DE LA ETERNIDAD DE DIOS
El Corazón divino de nuestra excelsa Princesa es una hermosa imagen de la Eternidad de Dios, tanto porque todos sus afectos han estado siempre totalmente desprendidos de las cosas temporales, Y estrechisimamente vinculados a las eternas, como porque ha sido henchido del espíritu de profecía, que es una participación de la Eternidad de Dios, la cual torna todas las cosas presentes delante de los ojos de su divina Majestad. Porque, si Dios ha comunicado esta divina perfección a tantos santos, ¿quién puede dudar que no haya sido hecha participante de la misma, en un grado mucho más elevado, la Reina de todos los santos, dado que ha poseído con eminencia todos los dones y todas las gracias que Dios ha comunicado a todos los demás santos? Quienquiera que ame a la amabilísima Madre de Dios -dice Alberto Magno- debe tener como una regla infalible que todo lo que hay de bueno y de bello en todos los demás santos, está en Ella en un grado mucho más levantado: más aún, que es por razón de Ella por lo que se les ha otorgado esos dones.
Oh divina Profetisa, cuyo espíritu y Corazón ha estado siempre lleno de los años eternos, de una manera más excelente que aquel que ha dicho: os doy mi corazón en unión con los corazones de todos mis hermanos, para que Vos les otorguéis, si así os place, la divina Eternidad.
Oh adorable Eternidad, tomad posesión de todos estos corazones, desprendedlos enteramente de todo lo que es pasajero y temporal, y aficionadIos fuertemente a las cosas permanentes y eternas. Imprimid en ellos un profundo menosprecio, disgusto y aversión hacia este mundo transitorio, y hacia todas las cosas vanas y perecederas que hay en él, y que se desvanecen como una sombra y como el sueño de una sombras, y grabad en ellos una alta estima y afecto para con los bienes eternos que Dios prepara a los que le aman, en su Reino eterno.
Oír admirable Eternidad, a cuya mirada nada hay ausente, nada pasado y porvenir, sino que delante de Ella todo es presente, no os pedimos el don de Profecía, que hace que los Profetas vean las cosas ausentes ya en cuanto al lugar, ya en cuanto al tiempo, como si ellas estuvieran presentes; no obstante, os pedimos que hagáis que muchas cosas, que están muy alejadas de nosotros por la distancia de los lugares y de los tiempos, se nos tornen presentes, a fin de que su presencia y su vista nos obliguen a vivir corno Dios quiere que vivamos.
Haced, pues, que tengamos a menudo delante de los ojos de nuestro espíritu la nada de la que hemos salido, el pecado con el cual hemos nacido, que es el origen de todas las abominaciones imaginables, y de todos los otros pecados, ofensas y negligencias innumerables de nuestra vida; para movernos a humillarnos, y amar y bendecir a Aquel que, por un exceso de incomprensible amor, ha querido cargarse con nuestros crímenes, y derramar hasta la última gota de su sangre para borrarlos.
Haced que no perdamos jamás de vista las maravillas infinitas que la divina Bondad ha obrado para nosotros en la creación, conservación y redención del mundo, a fin de que esto nos anime a alabar, servir y glorificar, como debemos, a nuestro adorabilísimo Creador, Conservador y Redentor.
Haced que los males y los bienes de la otra vida, quiero decir, los males espantosos que la ira de Dios hará sufrir eternamente a los perversos, y los bienes inimaginables con que la divina liberalidad colmará a los buenos por siempre jamás, se nos hagan presentes con frecuencia, a fin de que nos lleven a temer aquéllos y a desear éstos; como también a amar y dar gracias a Aquel que se ha despojado de todas las alegrías del cielo, por espacio de cuarenta y cuatro años, para hacernos entrar en posesión de los mismos, y que ha sufrido los horribles tormentos de la Cruz para librarnos de los espantosos suplicios del Infierno.
Estos son los efectos y sentimientos que la divina Eternidad ha obrado en el Corazón de la Madre del Rey Eternal.
CORAZÓN DIVINAMENTE PLENO
El bienaventurado Corazón de la Reina del Cielo nos ofrece en sí una perfecta imitación de la Plenitud y Suficiencia de Dios, por razón de la cual lleva el nombre de Sadda, es decir que, El es suficiente por Si mismo, porque no tiene necesidad de nada, estando lleno de infinidad de bienes: lo cual hace decir al Hijo de Dios, hablando de su Padre: "He dicho al Señor, tú eres mi Dios, porque no tienes necesidad de mis bienes". También el Corazón virginal de la Madre de Dios, no habiendo amado nunca más que a Dios, y habiendo estado siempre vacío y libre de todo lo que no es Dios, ha estado siempre lleno de Dios mucho más perfectamente que aquellos a quienes San Pablo escribía que doblaba las rodillas delante del Padre de Nuestro Señor J. C., para suplicarle que fueran llenos de toda la plenitud de Dios.
De ahí procede que este bienaventurado Corazón no haya deseado ni buscado nunca nada, ni tomado ninguna complacencia o satisfacción fuera de Dios, y que siempre haya gozado de una quietud y una paz inquebrantable, porque estando su capacidad continuamente llena de la plenitud de Dios, ha estado siempre plenamente satisfecho, e incomparablemente más contento y más satisfecho que el corazón de un hombre que poseyera cien mil mundos.
CORAZÓN SANTO Y PURO
Decir de una cosa que es pura, como oro puro, vino puro, es significar una cosa que no está mezclada con otras, sino que posee íntegramente toda la perfección de su naturaleza, sin sufrir ninguna disminución por la mezcla con alguna otra cosa menos noble y menos excelente. Ahora bien, la santidad infinita de Dios es una perfección que hace que Dios esté infinitamente separado y alejado de toda clase de imperfecciones, y de todo lo que no es Él; que posea eminentísimamente todas las virtudes y todas las perfecciones posibles; y que esté totalmente reconcentrado en Sí, enteramente aplicado y unido a Sí mismo. De suerte que, si Dios siguiera las inclinaciones de su adorable santidad, no miraría más que a su divina Esencia, ni amaría más que a sus incomprensibles perfecciones, estaría enteramente alejado de todo lo que no es Él, totalmente reconcentrado en Sí mismo y únicamente aplicado a Sí mismo: siendo todo otro objeto indigno de su pensamiento, de su mirada y de su consideración.
"Dios es llamado el Santo de los Santos --dice el divino San Dionisio-, porque Él es la fuente abundantísima de toda santidad, y porque tiene una sobreeminencia separada de todo y elevada por encima de todas las cosas". Esta es la razón, porque Nuestro Señor Jesucristo, estando clavado en la Cruz, y hablando a su Padre en cuanto hombre, después de haberle dicho: "Dios mío, Dios mío ¿por qué me habéis abandonado?, aduce a continuación dos causas de este abandono, de las cuales declara la primera al decir: "Longe... ; es decir: mi salud corporal o mi liberación de la muerte corporal no puede subsistir con los pecados de los hombres, que yo los he hecho como míos. La segunda aparece señalada en estas palabras, que dice poco después: "Vos, oh Dios mío, habitáis en vuestra santidad"; como diciendo: Es verdad que, aunque los pecados con los cuales yo estoy carcado no fueran causa de este abandono, si Vos dirigís una mirada a vuestra santidad, si os conducís con relación a mi por el espíritu de vuestra santidad, si me tratáis según las inclinaciones de vuestra santidad, entonces no debéis pensar en mi ni mirar a mi humanidad.
Pero, como la santidad de Dios lo separa y aleja infinitamente de todo lo que no es El, su bondad lo aplica y lo da, con una profusión inconcebible a una infinidad de cosas que están fuera de Él. Su santidad le ha tenido oculto y retirado en Sí durante toda una eternidad. Su bondad le ha hecho salir de su divina soledad, y ha comunicado y comunicará eternamente su ser y sus perfecciones a un número incontable de criaturas; lo que hace, sin embargo, sin menoscabar ni perjudicar en lo más mínimo su santísima pureza y su purísima santidad. Porque, así como los rayos del sol caen todos los días sobre el barro y la suciedad, sin mezclarse no obstante con ellos, sin apegarse a ellos y sin perder nada de su claridad y de su limpieza; así también, aunque Dios llenara el cielo, la tierra y el mismo infierno, y todas las criaturas que hay en el universo, y aunque se aplicara al gobierno y dirección de todas las cosas, esto acaecería no obstante sin ninguna mezcla ni adherencia, y sin ninguna disminución de su excelentísima pureza y de su perfectísima santidad, quedando tan libre y desprendido de todo lo que no es El, y tan aplicado y unido a Sí mismo, como si no hubiera nada más que Él, y como estaba antes de la creación del mundo. He aquí lo que es la pureza y santidad de Dios, y cómo estas divinas perfecciones no son más que una misma cosa.
Ahora bien, digo que el sacratísimo Corazón de la Madre del Santo de los Santos lleva en sí una imagen muy excelente de esta divina pureza y santidad. Porque, este purísimo y santísimo Corazón no solamente ha estado siempre alejado enteramente de toda clase de pecados; sino que, además, ha estado siempre enteramente desprendido de todas las cosas creadas, y siempre unido a Dios muy íntimamente por el purísimo y santísimo amor, que le ha profesado, y por la práctica eminentísima de todas las demás virtudes, que ha poseído todas en un grado muy eminente. Por lo cual, esta Reina de las virtudes es llamada por San Juan Damasceno: "La casa y la morada de todas las virtudes". De suerte que, aunque Ella haya morado tantos años en este mundo lleno de inmundicias y abominaciones, y todo emponzoñado por el veneno del pecado, y en medio de los judíos, todos llenos de perfidia y malignidad, no obstante, su santísimo Corazón no sólo no ha contraído nunca ninguna mancha, ni ninguna tacha, Y no se ha adherido a ninguna criatura por el menor afecto desordenado, y ni siquiera se ha apegado nunca a los dones y a las gracias de Dios; sino que, por el contrario, ha estado siempre unido a Dios estrechísimamente, y tan pura y exclusivamente, como si no hubiera habido en el mundo más que Dios y Ella.
Y, por eso, se han cumplido excelentísimamente con relación a este divino Corazón estas divinas palabras: "Mi Corazón sea inmaculado en vuestras divinas justificaciones o santificaciones", es decir, por la unión y adhesión, que quiero que tenga con vuestras divinas voluntades, que justifican, santifican y aun deifican a todos los corazones, que las aman y las siguen perfectamente.
Es por este medio, por el que el Corazón santísimo de la Reina de todos los Santos ha sido siempre inmaculado, se ha conservado en una eminentísima pureza y santidad, ha sido lleno y penetrado de la santidad y pureza de Dios, ha sido del todo abismado, absorbido y transformado en esta divina pureza y santidad, y ha merecido, dice San Anselmo, la reparación del mundo:
He aquí las palabras de este santo Padre. "La purísima santidad y la santísima pureza del purísimo Corazón de María sobrepasan incomparablemente todas las purezas y todas las santidades de todas las creaturas, Ella ha merecido, por esta admirable pureza de su Corazón virginal, el ser la dignísima Reparadora del mundo, que estaba sumergido en el más profundo abismo de la perdición".
¿Quieres tú, mi querido hermano, encontrar un lugar en este divino santuario? ¿Quieres tener alguna parte en el purísimo y santísimo Corazón de la Reina del cielo? Trabaja en purificar y santificar tu corazón. Es lo que Dios quiere que hagas: ¿No oyes al Espíritu Santo, que te lo dice por boca de su Apóstol: “Esta es la voluntad de Dios, que trabajéis en vuestra Santificación”.
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