Agosto: Mes al Inmaculado Corazón de María
Día 19
El Corazón de María, imagen perfecto de las perfecciones divinas: corazón sabio y veraz
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Las devociones para este mes:
Rosario en Honor al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen disponible en esta publicación y este rosario contiene la Salutación Ave, Cor sanctissimum que también se ha publicado por separado aquí.
Letanía (disponemos de 9 letanías, para cada día de la octava, que se rotarán durante los 20 días) en esta publicación está la octava letanía.
El cántico del Magníficat disponible bilingüe en esta publicación. La obra contiene diversos himnos y cánticos (latín con y sin francés). Sin embargo, san Juan Eudes dedica el Libro X de su obra específicamente a este cántico del Magníficat.
Una meditación (perteneciente a una de las dos octavas de la obra u otras meditaciones contenidas en esta) o un texto extraído de la obra. En este día un segmento del la sección segunda del Capítulo III del Libro IV de Jean Eudes :
EL CORAZÓN DE MARÍA, IMAGEN PERFECTA DE LAS PERFECCIONES DIVINAS
CORAZÓN SABIO Y VERAZ
La Sabiduría y la Verdad divinas no se comunican menos al sagrado Corazón de la Santísima Virgen, que el Poder y la Fuerza. Para comprender bien esto, es necesario saber, primeramente, lo que es la Sabiduría y la Ciencia de Dios, y lo que es su Divina Verdad.
La Sabiduría y la Ciencia de Dios no son más que una misma cosa; y esta Sabiduría es una luz divina, substancial, infinita, inmensa, eterna, por la cual Dios se conoce perfectamente a Sí mismo y a todas sus divinas perfecciones. Es una luz por la cual Él ve y conoce desde toda la eternidad todas las cosas que han sido, que son y que pueden ser, su esencia, su naturaleza, sus propiedades, sus cualidades, todos sus movimientos y todas sus acciones, penetrando hasta lo más profundo de su ser, y conociéndolas mucho mejor que lo que ellas se conocen a sí mismas. Y las conoce en su primera y soberana causa, es decir, en su divina Esencia, que es la causa eficiente, final, ejemplar, fundamental de todas las cosas, en la cual existen todas las cosas desde la eternidad mucho más perfectamente que en sí mismas; del mismo modo que la obra de un insigne artífice está mucho más noblemente en su espíritu que en sí misma. De este modo explica San Agustín estas palabras de San Juan: "Todo lo que ha sido hecho estaba en Dios desde toda la eternidad, y estaba no sólo con vida, sino que era vida en Dios, no siendo más que una sola cosa con Aquel que es la vida esencial y eterna".
Para conocer ahora lo que es la Verdad divina, es necesario saber que hay en Dios cuatro clases de verdad:
- La primera es la Verdad de su divina Esencia, señalada por el Discípulo amado en estas palabras del Hijo de Dios: "Esto dice el Santo y el Verdadero". Dios se llama así, porque es toda la verdad, al ser su divina esencia una plenitud de verdad, la primera y soberana verdad, el principio, el fin, la regla, el ejemplar, el fundamento de toda verdad. Dice Nuestro Señor hablando de Sí mismo, como Dios: Yo soy la Verdad.
- La segunda verdad que hay en Dios, es la verdad de su divino conocimiento, que no es otro que su infinita Sabiduría, de la que acabamos de hablar, por la cual se conoce perfectamente a Sí mismo en toda la extensión inmensa de sus grandezas eternas, y por la cual ve todas las cosas en su divina Esencia, y las conoce tales como son.
- La tercera verdad que hay en Dios, es la verdad de todas sus divinas acciones. Dice la divina Palabra: "Todos vuestros caminos, oh gran Dios, son verdad". ¿Cuáles son los caminos de Dios? Son sus acciones: los actos de su Poder, de su Sabiduría, de su Bondad, de su Amor, de su Caridad, de su Misericordia, de su Justicia, y todos los demás, que se llaman caminos de Dios, porque por sus acciones viene a nosotros y por ellas nos atrae y hace ir a Él
- La cuarta verdad que hay en Dios es la Verdad y la fidelidad de palabras y de sus promesas. Dice el Espíritu Santo: "Es la verdad misma la que pronuncia todas vuestras palabras: "El Señor es fiel a todas sus palabras". "La verdad de sus promesas es estable, permanente, inmutable y eterna". Dice el Hijo de Dios: "El cielo y la tierra pasarán, pero todas mis palabras permanecerán firmes e inquebrantables", y se cumplirán enteramente hasta una jota. En fin, El se llama en sus Escrituras: "El fiel y el veraz".
Esta verdad soberana e increada es el principio de las otras cuatro verdades que hay en las criaturas.
- La primera es la verdad del ser natural o sobrenatural de cada cosa, es decir, del ser de la naturaleza o del ser de la gracia: verdad que consiste en la conformidad que cada cosa debe tener con su primera regla y su causa ejemplar, que es la idea y el concepto que Dios ha formado de ella desde toda la eternidad por su divina Sabiduría.
- La segunda verdad que hay en las criaturas, es la verdad del conocimiento, sea natural, sea sobrenatural, es decir, del conocimiento que procede de la luz natural de la razón, o de la ciencia adquirida por el estudio del espíritu humano; y de la que procede de la luz sobrenatural de la fe y de las verdades cristianas que Ella nos enseña. Esta verdad consiste en la conformidad de nuestros conocimientos con la verdad de los conocimientos de la divina Sabiduría, a los que se conforman los nuestros, cuando conocemos las cosas como Dios las conoce, esto es, tal como son; aunque no las conozcamos tan clara y perfectamente, como Dios las conoce. Lo cual sólo se consigue con la luz de la fé. Porque, para conocer las cosas tales como son, es necesario formar de las mismas el mismo juicio que forma Dios; es necesario mirarlas en la verdad de Dios y con los ojos de Dios, esto es, con los llama según la divina Palabra, caminar por la senda de la verdad. Decía el santo rey David: "Yo he elegido el camino de la verdad". Es verdad que la fe no nos hace ver las cosas tan clara y tan manifiestamente como Dios las ve; pero, nos las hace ver tan cierta e infaliblemente como Dios las ve. Es una luz muy verdadera, y que no puede nunca mentir. En este mundo toda otra luz es incierta y se puede engañar, y se engaña de hecho muy a menudo.
- La tercera verdad que hay en las criaturas, es la verdad de las acciones, la cual consiste en la conformidad de nuestras acciones con la divina voluntad, que es la soberana ley, la suprema verdad: y la regla divina que nos debe dirigir en todo lo que hacemos. Todas las acciones que están conformes con esta ley eterna y con esta verdad esencial son verdaderas. Todas las acciones que no están concordes con ella son vanas, falsas y mentirosas. De ahí proviene que, al hacer acciones santas y al vivir santamente, se le llame, según el lenguaje de Dios en las divinas Escrituras: "hacer la verdad", "marchar por la senda de la verdad". Y por el contrario, al hacer malas acciones y al vivir mal, se le llama apartarse de la senda de la verdad: Dicen los condenados: "Nos hemos alejado del camino de la verdad"; esto se llama: "hacer la mentira", "pecar y mentir contra el Señor". Y ésta es la razón, porque, siendo todos los hombres pecadores, declare el Espíritu Santo que todos los hombres somos mentirosos. Lo cual nos enseña que el hombre no sólo miente por la boca, sino que también por sus obras.
- La cuarta verdad que hay en las criaturas, es la verdad de las palabras, la cual no es menos rara que la precedente, aun entre los cristianos, que son hijos de un mismo Padre y miembros de una misma cabeza, que se llama el Fiel y el Verdadero, y que se denominan a sí mismos fieles. M as, la mayor parte merecen más bien ser llamados infieles: Porque no hay nada de fé, nada de fidelidad, ni de verdad en sus palabras y en sus promesas.
Pero, nos apartamos demasiado de nuestro divino objeto, quiero decir, del bienaventurado Corazón de nuestra divina Madre.
Entremos de nuevo en este agradable Paraíso, y después de haber considerado las excelencias de la divina Sabiduría y de la Verdad de Dios, veamos los maravillosos efectos que estos divinos atributos producen en este Corazón admirable y cómo se reflejan en él.
Si el Espíritu Santo nos asegura que el alma del justo es la sede de la divina Sabiduría, se puede decir con razón, que el Corazón de María, Madre de Jesús, es el trono de esta misma Sabiduría, y el más alto y magnífico trono que jamás haya tenido ni tendrá en la tierra y en el cielo.
Y no es solamente su trono; sino que, además, es su imagen viviente. Porque es el Corazón de la Madre de Aquel a quien las santas Escrituras llaman "la Sabiduría de Dios"; y en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios; de los cuales, sin duda ninguna, ha hecho participante, incomparablemente más, a la que le ha dado la vida, que lo que ha hecho al rey Salomón y todos los sabios del universo.
Jamás han tenido alguna entrada en este sapientísimo Corazón ni la prudencia de la carne, ni la sabiduría del mundo; sino que es un tesoro inagotable y un abismo sin fondo de prudencia angélica, de ciencia santa, de luz celeste y de sabiduría divina; porque este Corazón luminoso ha sido siempre y lo será por siempre jamás la casa del Sol eterno y de la Sabiduría increada, que ha hecho siempre e n él y lo liará eternamente su morada. Es la ciudad del Sol, de la que hace mención el profeta lsaías.
San Bernardino de Sena dice magníficamente que Ella ha estado tan llena de luz de la divina Sabiduría, desde el vientre de su madre, que, desde entonces ha tenido un perfecto conocimiento del Creador y de todas las criaturas irracionales, racionales e intelectuales, al menos en general: Y ha conocido todas estas cosas en Dios, como en su causa primera y universal. Porque Dios era el único objeto, así de su pensamiento como de su amor. No miraba más que a Dios en todas las cosas, y no veía nada más que en Dios. Veía a Dios en todas las criaturas, como principio, centro, ejemplar, autor y conservador de todo ser creado; y vela todas las criaturas en Dios, como otras tantas participaciones de su ser soberano y de sus divinas perfecciones. Por razón de lo cual, así como Dios ama todas las cosas que existen y no odia nada de lo que ha hecho, así también el divino Corazón de la Madre de Dios ha estado siempre lleno de afecto y aun de respeto para con todas las cosas que Dios ha creado; porque contemplaba todas las criaturas racionales e intelectuales, como imágenes y semejanzas; las irracionales e insensibles, como vestigios y huellas; y todas en conjunto, como expresiones y participaciones de la Divinidad.
Si el Corazón de la Madre del Sol eternal ha sido así henchido de sus divinos esplendores, desde el comienzo de su vida, juzgad lo que habrá sido en el progreso y en el fin. Porque, así como cada momento iba siempre creciendo en gracia y en amor, del mismo modo crecía continuamente en luz y en sabiduría. "Con todo derecho, dice San Bernardo, nos ha sido representada María revestida del sol, ya que ha penetrado en el abismo profundísimo de la divina sabiduría por encima de todo lo que se puede pensar y creer; de tal suerte que, en la medida que lo puede sufrir la condición de criatura, fuera de la unión personal con Dios, parece que ha sido sumergida y como abismada en esta luz inaccesible".
Mas, desde que esta Madre incomparable está en el cielo, donde está toda absorbida en el océano de la Sabiduría eterna, su Corazón es un mar de ciencia y un abismo de sabiduría. Porque, así como Dios la ha asociado con El en su imperio, y la ha hecho participante de su divina Realeza, constituyéndola Reina y Emperatriz del cielo y de la tierra, y le ha comunicado el poder sobre todas las criaturas que hay en el universo; as¡ también ha henchido su Corazón con las luces de su adorable Sabiduría, a fin de que conozca todas las cosas que dependen de su autoridad y las sepa regir y gobernar según sus necesidades y según los mandatos de su voluntad divina.
Pero, tiene un conocimiento particular acerca de todos los que le profesan una devoción especial, sobre los designios de Dios acerca de ellos, de la senda por la cual quiere que caminen para ir a Él, del estado y de las disposiciones de sus almas, de todos los accidentes que les acaecen, de todos los peligros en que se encuentran, de todas las penas que sufren, sea interior, sea exteriormente; de todas las tentaciones con que son acometidos, de todas las malas voluntades que sus enemigos tienen contra ellos, y en general de todas las necesidades corporales y espirituales; a fin de asistirlos, favorecerlos, defenderlos, fortalecerlos, obtenerles de su Hijo todos los socorros que les son necesarios y convenientes, y ejercer para con ellos todas las bondades de una verdadera Madre. Juzgad, en consecuencia, cuál será la dicha y la ventaja de los que se esfuerzan en hacerse dignos de pertenecer al rango de verdaderos hijos de su Corazón.
He aquí algunos de los efectos que la divina Sabiduría produce en este Corazón admirable. Vamos a ver ahora lo que la divina Verdad hace en él.
Esta divina Verdad imprime su imagen, de una manera excelentísima, en el sagrado Corazón de la bienaventurada Virgen. Porque, primeramente, así como Dios es todo verdad, por razón de lo cual se llama a Sí mismo el Santo Y el Verdadero, así el Corazón de la Madre de Dios es un Corazón que ha estado siempre lleno de verdad. Y entre todos los corazones de puras criaturas, que han existido en la tierra, de sólo el Corazón de la Madre del Creador se puede decir que ha estado siempre lleno de verdad; porque no hay ninguno, fuera de este Corazón, que haya estado perfectamente conforme con su regla y su ejemplar, es decir, con el Corazón adorable de la Divinidad. Dadme todos los corazones de los hijos de Adán, cualesquiera que ellos sean, y os diré, según el Espíritu Santo, que ha habido un tiempo, en el que se podía decir con verdad: "El Corazón es vano", esto es, es un corazón vacío de verdad; Porque en él no ha habido quien haya sido siempre perfectamente veraz y fiel a su Dios. No ha habido más que el Corazón de la Madre de Aquel que es la Verdad increada y esencial, del cual siempre se ha podido decir, desde el primer momento de su vida hasta el último: «El Corazón de María es santo y verdadero» porque ha estado siempre totalmente conforme con los designios que Dios se ha formado sobre Ella desde toda la eternidad, habiendo sido siempre tan santo y tan perfecto como Dios lo quería. Dice San Jerónimo: "Todo lo que en ella se ha realizado, todo es pureza y simplicidad, todo santidad y verdad".
En segundo lugar, como Dios es infalible en sus juicios y conocimientos, siendo imposible que se pueda equivocar, porque conoce y juzga todas las cosas en su verdad; del mismo modo la bienaventurada Virgen nunca jamás se ha engañado en los suyos; porque su Corazón ha estado siempre lleno y poseído por el espíritu de verdad, que la guiaba en todas las cosas por las luces infalibles de la fe, la cual es una participación de la divina Verdad.
En tercer lugar, así como todas las acciones y todas las palabras de Dios están llenas de verdad y son la verdad misma; así también todas las acciones y todas las palabras de la Madre de Dios han sido siempre verdaderas, es decir, conformes con la santidad, la perfección y la verdad de las acciones y de las palabras de Dios; en cuanto que proceden de un Corazón santísimo, perfectísimo y veracísimo, ya que, según el testimonio del Hijo de Dios, el corazón del hombre es el principio de todos sus pensamientos, palabras y acciones, buenas y malas. Todas estas cosas nos hacen ver que el sagrado Corazón de la preciosísima Virgen es un vivo retrato de la Sabiduría y de la Verdad de Dios.
¿Quieres, mi caro hermano, que esta verdadera Sabiduría y esta sabia Verdad establezcan su trono en vuestro corazón? Ten, en primer lugar, un gran deseo de ellas y toma la resolución de hacer todo lo que puedas para disponerte a recibirlas. Y para este efecto, toma la resolución de renunciar enteramente a la sabiduría del mundo y a la prudencia de la carne y de no gobernarte jamás por sus máximas.
Guárdate de los errores y falsedades de que está lleno el mundo.
Teme tu propio espíritu más que todos los espíritus malignos del infierno; y ponte en guardia respecto de él, como lo harías respecto de un verdadero engañador y un peligroso seductor, que te seducirá a menudo, si no desconfías en extremo de él y no te guardas cuidadosamente de sus sutiles ilusiones.
Acostúmbrate a mirar y a juzgar de todas, las cosas, no según la opinión de los hombres, ni según los sentimientos ordinarios del mundo, ni según los pensamientos de tu espíritu, sino, según las luces y las verdades de la fe, a fin de que seas del número de aquellos de quienes habla San Juan, cuando dice: "No hay nada que me dé tanto contento, como cuando oigo que mis hijos caminan por la senda de la verdad".
Enviad, ¡oh Dios mío!, vuestra santa luz y vuestra divina verdad, a fin de que me guíen en todos mis caminos, y me conduzcan a vuestra santa montaña, y me introduzcan en vuestro divino santuario y en vuestros sagrados tabernáculos y en las santas escuelas de la casa de vuestra Divinidad, es decir, en el adorabilísimo Corazón de Jesús, vuestro Hijo muy amado, y en el amabilísimo Corazón de María, su carisma Madre, que son los dos más santos tabernáculos de vuestra Divinidad, y las más divinas escuelas de vuestra adorable Sabiduría y de vuestra eterna Verdad: dos tabernáculos, que no son más que uno sólo; dos escuelas que no constituyen más que una sola escuela; dos Corazones que no son más que un solo Corazón, que es la más excelsa y la más santa montaña, y el más venerable santuario de vuestra divina Majestad.
Que vuestra celeste luz, oh Dios mío, y vuestra divina Verdad me conduzcan a esta santa montaña, y me den entrada en este augusto santuario y en esta sabia escuela: a fin de que contemple y honre en ellos los efectos maravillosos que vuestros adorables atributos causan en ellos, para alabaros y glorificaros por ello por siempre jamás; y a fin de que aprenda en ellos la ciencia y la sabiduría de los santos, y que en ellos estudie las máximas de vuestra admirable Sabiduría, las lecciones de vuestra luminosa Verdad, y lo que he de hacer para formar y dirigir mi corazón según el modelo de este amabilísimo Corazón de Jesús y de María, que es el ejemplar y la regla de todos los corazones que os desean amar y agradar.