DON DIEGO RATTIA, UN SASTRE DE TRADICIÓN

in spanish •  6 years ago 

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El año pasado escribí una columna AHORA YA NADIE QUIERE SER SASTRE en la que decía que en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, no quedaban sastres porque ya nadie se interesa por aprender el oficio, hoy, por la deplorable situación económica que estamos viviendo, no hay telas nacionales, menos aun importadas porque las fábricas y distribuidores cerraron sus puertas, no hay insumos y una máquina de coser vale todos los reales del mundo. Probablemente esas circunstancias son parte del motivo que los villacuramos antiguos ahora no alcanzamos a mirar aquella escena de antes, en que se pasaba frente a una cuevita en la calle Comercio y se veía a don Diego Rattia y otros sastres de La Villa inclinados a un mesón con una tijera gigante entre las manos y una cinta métrica de hule colgada alrededor del cuello, o sentado día a día frente a una máquina de coser, donde cada puntada de hilo brillaba por sí sola, haciendo cortes, corrigiendo tallas y confeccionando trajes completos.

Los anaqueles full de cortes y piezas de casimir en exhibición traídas del extranjero. Orgullosos estos artesanos de saber que ser sastre, además de estar considerado un arte, es un oficio digno que les permitía ganarse los centavos con el sudor de su frente para el diario sustento y levantar y educar a una familia. Un traje era una pieza muy sofisticada fabricada por la creatividad de estos artesanos, el traje hecho a mano debía ajustarse a cada cuerpo para que el cliente quedara completamente satisfecho.

Un traje completo elaborado por don Diego Rattia por allá en las décadas del 50-60 llegaba a costar 120 bolívares y lo podías adquirir de contado o fiado por el mismo precio. Un flux ya hecho y empaquetado en papel celofán en el alto comercio con su gancho de madera pulida tenía un valor de un “marrón” (100 bolívares). Te lo podías comprar en cualquier tienda por departamento en Maracay, Valencia o Caracas, como Dorsay, Wilco, Adams, de todas las marcas reconocidas: HRH, Paramount, Mac Gregor y Montecristo. Algunos hombres de la ciudad preferían que don Diego Rattia les hiciera el traje personalizado. Aquí venía gente de todas partes, principalmente del llano le encargaban los típicos liquiliquis.

En la Villa en los albores de los 50 había buenos sastres, las pequeñas sastrerías tenía un auge tremendo. La clientela era numerosa, venía gente de todas partes, del Guárico y Apure, del centro y muchos nos visitaban desde Caracas. Ya la mayoría de los viejos sastres se macharon de esta vida terrenal. Las últimas sastrerías cerraron sus puertas. El taller de Sastrería de don Diego Rattia en la ciudad vieja tenía un aviso con su nombre comercial: “Sastrería La Criollita”. Y su dirección era una pieza en la calle Comercio entre calles doctor Manzo y Bolívar y Villegas. Recuerdo que esta sastrería era de las más nombradas. Cobraba vida en sus espacios también la tertulia de parroquianos y de sus amistades a la hora del descanso.

La verdad es que anteriormente la vida en Villa de Cura era distinta. Preocupa que ahora nadie quiera aprender a ser sastre. Algunos de alguna manera se pulieron de la experiencia de sastres inmigrantes que llegaron a Villa de Cura de Europa después de la segunda guerra mundial, pongo de ejemplo al ítalo venezolano don Giovanni Domnaruma, que fue un excelente sastre y montó su “Sastrería El Deseo” por la calle Bolívar (me hizo el primer traje). Aún vive en La Villa gracias a Dios. Hace años el arte lo enseñaron en escuelas técnicas. Ahora ni siquiera se muestra interés por la sastrería masculina. Como que se hubiera perdido la cultura del esfuerzo y el interés por este trabajo. Cuando el guariqueño don Diego Rattia ejercía el oficio, Villa de Cura era uno de los pueblos más seguros y tranquilos del país, aquí sembró amor y amistades con su trabajo hasta la hora de su muerte.

La Villa de San Luis, enero 2018

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Conoci personalmente al Sr. Diego Rattia y le ayude en algunas confecciones. En estos tiempos creo que se le puede volver a dar valor al oficio de la sastreria.

Muchas gracias a @luciluz por su oportuno comentario.