Eran las siete de la noche y había que prender la luz del porche. Abuelita me dijo que le recordara a Abuelote, entonces fui y le dije. Él se levantó rápidamente de su trono y me dijo que lo acompañara. Yo iba tras él, puesto que me daba miedo la oscuridad del campo nocturno. Se detuvo frente al muro de lozas de terracotas que toda la vida estuvo ahí, apilado contra la pared del frente de la casa. La recuerdo como una gran montaña a la que se me prohibía subirme, detrás de la montaña, en la oscuridad que se tragaba la parte de atrás de la casa, estaba el encendedor de la luz del porche. Se detuvo ahí y yo me detuve tras él, sosteniéndome de su pantalón en una de sus piernas. Yo esperaba que el siguiera y me guiara por la siniestra oscuridad. Yo veía de lado a lado como esperando cruzar por una autopista llena de peligros. Seguro él me veía de arriba con una mirada compasiva, tal vez con una de gozo… seguro era una mezcla de ambas. Sin dar preámbulos, escuche -Anda y prende la luz- Mi cara volteo lenta y temblorosamente hasta conectar con la suya y susurre - ¿Qué? - Se alejó medio metro y me dijo –Anda rápido, anda y enciende la luz- Empecé a decirle que me daba mucho miedo, que no quería, que, por favor, que me acompañara, que esto, que lo otro. Pero él alzó la voz y me habló con la autoridad más poderosa y sutil que nunca nadie podrá igual –Anda de una vez, carajo, deja el miedo- Con ese tono ya no había discusión ni negociación. Tragué saliva, vi al frente, mis ojos se llenaron de lágrimas y salí corriendo. Corrí gritando y llorando como si todos los mostros de las comiquitas que veía me persiguieran al mismo tiempo. Comiquitas que él mismo se preocupaba en grabármelas en VHS para que pudiera verlas cuando quisiera. Escribo esto hoy, y justo hoy y en este momento es que lo visualizo sentado en su trono, cambiando canales y buscando las comiquitas. Las colocaba con su control remoto y las dejaba ahí, sacaba el cassette que usaba para grabar su futbol y lo metía en el aparato, tomaba esta vez el control remoto del VHS y apretaba el botón rojo de grabar. Seguro sonreía para sí mismo en ese momento.
Podría recordar tantas cosas de él que terminaría escribiendo un libro. Pero sin duda, lo que más resalta de entre todas ellas, son las enseñanzas. Era una persona sarcástica cuando no le seguías el ritmo… entre enseñanza y enseñanza siempre regañaba con sarcasmo y yo, para quien me conoció de niño, soy la mata de la ingenuidad y difícilmente reconocía el sarcasmo. Entonces se podrán imaginar la combinación de un equipo entre él y yo. 27 de abril del 98 (la verdad no recuerdo que día fue, pero amaba cada vez que el nombraba una fecha exacta perdida en el tiempo) estaba llevándole un martillo que me había pedido para acomodar la portería del campo de futbol de Quizandal (Nombre de la ascienda de mis abuelos). Yo caminaba a paso tranquilo, distrayéndome con cada cosa que me rodeaba como era de costumbre. Él estaba parado al lado de la portería y yo, cuando ya iba a diez metros de él, empezó con su sarcasmo –camina más lento- yo, como buen soldado, baje mi ritmo al andar. Su cara se llenó de un enojo que yo no podía entender –más, más despacio, David- Yo, en mi mundo sideral, empecé a pensar rápidamente el motivo de dicha orden. No sabía si me estaba enseñando algo nuevo, si tenía que detenerme en algún punto en el camino de entre él y yo porque ahí debía de usar el martillo y me volvió a decir –David, más, pero más despacio, tú puedes- Yo ya parecía un vídeo en cámara lenta, casi no podía sostener el equilibrio y pues, detonó –TRAEME ESA VERGA RAPIDO CARAJITO, TE ESTAS BURLANDO DE MI O QUE CARAJO TE PASA-.
Sé muy bien, por cuentos de la familia, que era una persona que, si te portabas mal, pues, te iba mal. Pero por alguna razón él fue compasivo conmigo. Jamás llego a pegarme a excepción de una vez que me monté en el techo de la casa y el subió a buscarme. Yo era ingenuo pero perceptible a las cosas sensibles y recuerdo que me pegó de mentira. Me sacudió la tierra del pantalón “pao pao” pero eso sí, me castigó.
Volviendo a lo más importante, jamás lo olvidaré porque, pues, es mi abuelo, mi Abuelote. Soy sangre de su sangre. Pero de entre todos los regaños, de entre todos los regalos físicos como las comiquitas o mi sobrecito de dinero en navidad, sobre todas esas cosas, recordaré su enseñanza y consejo de vida favorito. Que, a mi parecer, más que todo eso, es una guía de vida. Elevada frase que me repitió más de mil veces alrededor de todos los recuerdos que tengo con él. Su vejez y su "chochés" fueron poco a poco cubriendo su vida, pero jamás dejo de recordarme lo siguiente –Es difícil estudiar, pero mucho más difícil es no estudiar- cuántas veces nos habrá dicho. Es una frase que me tiene hoy en día donde estoy, una frase que me mueve y sé que me lleva poco a poco a otra frase que poco decía, pero casi tan poderosa como la anterior y es “Nada reemplaza el éxito”.
Recordaré sus frases por siempre, como olvidar el “Está listo, exclamaron las comadres” cuando ya sabía que estaba por deleitarse con la comida preparada por la mejor compañera de vida que pudo conseguir, Abuelita. Cuando probaba el primer bocado de tan exquisitos platillos, decía “Uy, pero estamos de lujo hoy”. Siempre lo decía y eso se llama Amor. Como olvidar la típica frase los primeros de enero a las doce y tanto después de felicitarnos unos con otros –Bueno, matriculamos-. De frase en frase, tenía también cuentos y mi favorito fue el que decía que cuando llegará el día de su muerte, lo primero que iba a hacer era ir y buscar al tal Dios ese del que tanto escucho aquí en la tierra y le iba a preguntar que como carajos se le había ocurrido meterlo en una bola de tierra que tiene fuego por dentro y viaja a miles de cientos de kilómetros por horas girando alrededor de otra bola de fuego descomunalmente grande, con una cantidad de meteoritos volando por ahí pudiendo impactar con nosotros porque, de paso, nosotros íbamos en esa pelota de tierra pero por la parte de afuera, totalmente expuestos. Y por si fuera poco, la naturaleza era un cruel y vil sistema de animales venenosos, animales carnívoros, todos comiéndose unos con otros, enfermedades y asesinos. Una masacre total y constante en la cual el más fuerte o el más sortario, llegaba a viejo. Sin duda él tuvo ambas cosas. Y ahora, como dice una prima, pues –él ya sabe-.
Cuando regrese de encender la luz del porche, le abrace la pierna con muchas lágrimas en mi rostro y el me acarició el cabello y me dijo –Hiciste bien, tranquilo, pero recuerda, debes superar tus miedos-. Nunca voy a olvidarlo porque es por mucho mi más grande maestro. La última vez, me senté en su cama, al lado de él, hablamos de tantas cosas. Su senilidad se disipó bastante aquella vez. Le dije que nos veríamos pronto y le di unas palmadas en la pierna. Él al sentir las palmadas abrió mucho los ojos y me busco torpe pero rápidamente la mano. Yo se la agarré, me la apretó fuerte y nos vimos sonrientes. En ese momento tan íntimo me dijo –siempre nos volveremos a ver-. Mis ojos se aguaron como en este momento, pero disimule y me levante, me paré frente a él, golpeé con fuerza mis talones y llevando mi mano estirada a mi frente mientras observaba esa sonrisa en su rostro que nunca olvidaré, hice el mejor saludo militar que pude y dije con orgullo -¡Bendicióoon, Abuelote!-
David Chacín – 01:33am - 23/10/2017
Aquí con mi abuelo
En homenaje a Ernesto Palacios Vegas, mi abuelo.
1923-2017
1923-2017
me encanto, de verdad me gustaría que mucha mas gente se interesara en este tipo de contenido, lleno de sabiduría y de la vida misma, con tanta humildad que llena el alma. Mi primer post fue sobre la vejez de hecho, es que podemos aprender tanto de ellos. felicidad
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Muchas gracias<3
Estoy empezando a organizarme para subir más relatos emotivos como este. Pronto vendrás más.
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