El salar de Uyuni

in spanish •  8 years ago 

Este relato es de un hecho real, que acaeció en Bolivia tal y como se describe. El nombre del protagonista ha sido cambiado. Él me lo contó hace mucho tiempo; yo sólo lo he escrito:

salar-de-uyuni.revista.jpg

Corría el año 1975. Edwin Méndez tenía dieciocho años y trabajaba en una empresa que llevaba carne desde los llanos del río Beni hasta Potosí. Junto con otro compañero de la empresa, volaba en el avión que les llevaría hasta las minas de plata. Les acompañaban el piloto, el copiloto y el mecánico, que viajaban en la parte delantera del avión. Cinco personas y cinco mil kilos de carne. Al sobrevolar el Altiplano, les alcanzó una enorme tormenta que les desvió de su ruta y que parecía arrastrarles, inevitablemente, hacia Chile. El piloto intentó por todos los medios sujetar el aparato para permanecer en su país y paliar, al menos, las pérdidas económicas que acarrearía el hecho de caer al otro lado de la frontera. Finalmente fueron a parar al Salar de Uyuni, pero el aterrizaje forzoso fue fallido y el aparato se estrelló, rompiéndose en dos pedazos. Murieron todos, excepto Edwin, que despertó al cabo de varias horas y vio con estupor que el morro del avión estaba destrozado, al igual que los tres compañeros que viajaban en él. Buscó en la parte trasera a su acompañante, y al fin descubrió que había sido aplastado por las toneladas de carne. Él había quedado entre la carne también, pero más superficialmente. Los mismos cuerpos de las reses muertas que habían matado a su amigo, a él le habían salvado del impacto.
Miró a su alrededor sin saber qué hacer, pues sólo veía una enorme extensión de sal, una inmensa llanura desértica únicamente alterada por el amasijo de carne y los restos del avión. Y permaneció así durante varias horas. Pronto llegaron las bajas temperaturas nocturnas del desierto, y hubo de refugiarse entre los cuerpos de las vacas para pasar la noche. A la mañana siguiente oyó ruidos y salió repentinamente de su escondite. Varios hombres acompañados de llamas hurgaban entre los restos del accidente, probablemente intentando aprovechar algo de aquella suculenta carne que se habían encontrado en mitad del salar. Pero al ver a Edwin y oír sus gritos de auxilio, salieron corriendo despavoridos. Quizá pensaron que les iba a acusar de robo, o tal vez vieron en él una aparición fantasmagórica, pero lo cierto es que corrieron con sus llamas sin mirar atrás, y por más que Edwin les explicaba a gritos, en los dos idiomas que hablaba -castellano y quechua-, que necesitaba ayuda, no atendían a sus ruegos.
Los persiguió a cierta distancia durante un día entero, pues eran su única esperanza de salir de allí con vida. Sin duda le llevarían hasta alguna población. Pero al caer la noche, observó que se refugiaban en una pequeña cabaña en medio de la nada. Se acercó con cautela y por fin pudo explicar lo que había sucedido, pues un compañero que aguardaba en el refugio hablaba quechua; los demás sólo conocían el aymara. Se dedicaban a recoger sal para llevarla a sus poblados, pero aún no habían terminado su trabajo, de modo que no podrían acompañarle. Pasó la noche con ellos.
A la mañana siguiente, el hombre le indicó un rumbo: si no lo perdía, se encontraría con la vía del tren que atravesaba el salar. Edwin le dio las gracias y emprendió su camino, solo de nuevo, confiado y dispuesto a encontrar sin dificultad aquella vía.
Pasaban las horas, el sol ya había superado el mediodía, llegaron la tarde y la noche..., pero ni rastro del ferrocarril. Desesperado, exhausto y aterrorizado continuó caminando en línea recta. A las dos de la madrugada del que era ya el tercer día tras el accidente, en plena oscuridad, vislumbró muy lejos una diminuta lucecita. Corrió hacia ella y a pocos metros tropezó con los raíles. Los siguió sin saber si el tren se alejaba de él o se acercaba, pues la distancia no le permitía discernir. Por suerte, al cabo de un rato la luz se hizo más grande: el tren se dirigía hacia él. Se plantó en medio haciendo señales, pero no paraba. Cuando estuvo muy cerca observó que su velocidad era mínima y que los vagones, afortunadamente, eran una especie de planchas sin cubierta, de forma que pudo saltar y subirse en marcha, rumbo a algún lugar habitado.
Llegó a una estación llamada Atocha, y luego se dirigió a Potosí, donde explicó lo sucedido. Permaneció allí un mes, antes de poder regresar a su casa y contar a su familia todo lo ocurrido. Cuando llegó ese momento, ya había tomado la determinación de buscar una nueva vida en España.


La imagen ha sido tomada de http://www.peatom.info/3y3/viajes/125953/de-paseo-por-el-salar-de-uyuni/

Authors get paid when people like you upvote their post.
If you enjoyed what you read here, create your account today and start earning FREE STEEM!
Sort Order:  

Congratulations @pinus! You have completed some achievement on Steemit and have been rewarded with new badge(s) :

Award for the number of comments

Click on any badge to view your own Board of Honor on SteemitBoard.
For more information about SteemitBoard, click here

If you no longer want to receive notifications, reply to this comment with the word STOP

By upvoting this notification, you can help all Steemit users. Learn how here!