“La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso”.
Jean Paul Sartre.
El Salvador es la tierra que nos vio nacer en el seno de una sociedad exacerbada donde se somete a la población a una amplia gama de procedimientos de exclusión (lo prohibido, lo tabú), tierra fértil para una sociedad violenta.
Para profundizar este trillado y a la vez espinoso tema cabe señalar la distinción conceptual sobre lo que representa la violencia objetiva y subjetiva. Esta clasificación de violencia se refiere a la que es ejercida a diario por un sinnúmero de actores sociales y por los aparatos del Estado sobre una población que sobrevive siendo constantemente manipulada con el fin de desmovilizar y anular su actitud crítica.
La violencia subjetiva es la que se manifiesta de forma individual, aquella en la que se encuentran las modalidades reconocibles del robo, asesinato, violaciones y accidentes de tránsito. En este tipo de violencia el agresor expresa una posición particular frente a la víctima. La violencia subjetiva genera desorden, caos, crisis, dispersión y, por ende, exige el retorno del orden. Esta, aunque es la forma de violencia más útil para los medios de comunicación por su forma “espectacular” y adaptable al concepto de “entretenimiento informativo” de los medios masivos, no es en lo absoluto la forma de violencia más devastadora para nuestra sociedad.
Si la violencia subjetiva permite la demonización de quien la ejerce (Ej. el pandillero, el policía, el conductor temerario, el violador, el funcionario corrupto), la violencia objetiva se fundamenta dentro de los orígenes mismos del sistema (capitalista). Sobre este tipo de violencia el filósofo esloveno Slavoj Zizek enfatiza que “el destino de un estrato completo de población, o incluso de países enteros, puede ser determinado por la danza especulativa solipsista del capital, que persigue su meta del beneficio con la indiferencia sobre cómo afectará dicho movimiento a la realidad social… es la danza metafísica autopropulsada del capital lo que hace funcionar el espectáculo, lo que proporciona la clave de los procesos y las catástrofes en la vida real. Es ahí donde reside la violencia sistémica fundamental del capitalismo, mucho más extraña que cualquier violencia directa socio-ideológica precapitalista: esta violencia ya no es atribuible a los individuos concretos y sus malvadas intenciones, sino que es puramente objetiva, sistémica, anónima”. (Slavoj Zizek, 2009: 23 — Violence: Six Sideways Reflections Big Ideas/Small Books).
La normalización de la violencia, además de los graves daños que ocasiona a la salud mental colectiva, hace que cada vez más personas mantengan un discurso donde la idea de violencia es lo central, pero sólo una minoría cada vez más pronunciada se pregunta críticamente ¿qué es, cómo opera y a quiénes beneficia la violencia y el miedo generalizado?
Dentro de la gran gama de procedimientos de exclusión que padecemos en nuestra sociedad el más evidente y el más cercano es la prohibición. Por ello sabemos que en la práctica no se tiene derecho a decirlo todo, no se puede hablar de todo en cualquier situación, y que cualquiera no puede hablar de cualquier cosa.
En nuestro país romper el silencio y demoler el tabú del objeto es derecho privilegiado de aquellos que controlan el discurso, las cúpulas partidarias, empresariales, comunicacionales y tanques de pensamiento que en nuestro país en su totalidad están sostenidas alrededor de ideas y concepciones neoliberales deshumanizantes (incluido el partido FMLN y su maquinaria ideológica/propagandística).
Quienes ostentan el poder ejercen violencia a través del discurso y a menudo con mayor fuerza en aquellas “regiones” donde se multiplican los compartimentos ajenos a los preestablecidos por el “establishment”, es decir, las regiones de la sexualidad, de la autonomía y autodeterminación del propio cuerpo y sobre todo las de la dimensión política. Michel Foucault, en “El orden del discurso”, dice:“…como si el discurso, lejos de ser ese elemento transparente o neutro en el que la sexualidad se desarma y la política se pacifica fuese más bien uno de esos lugares en que se ejercen, de manera privilegiada, algunos de sus más temibles poderes…”
Como hijas e hijos de Dios es nuestra tarea luchar contra la estructura del pecado. Podemos superar las posiciones fanáticas que son las causas de reacciones ciegas que causan daño a la coexistencia pacífica y armónica de la humanidad. Podemos poner en práctica, mediante los principios y valores como la tolerancia a las diferencias de pensamiento, filosofías y creencias. Sin embargo, también debe complementarse con la intolerancia que debemos asumir ante las actitudes fanáticas que agreden, oprimen y causan daño al ser humano y a la creación.
Si amamos la justicia, entonces seamos intolerantes con los hechos injustos, si buscamos la verdad entonces seamos intolerantes con la mentira, si queremos el respeto, entonces seamos intolerantes con las agresiones, si defendemos la libertad entonces seamos intolerantes con la opresión.
En nuestro país se vive a flor de piel una de las características más oscuras de la “ideología”: se trata de la habilidad de invertir entre lo real y lo ideal de una manera en que el sujeto no pueda notar la diferencia. Para Slavoj Zizek el sueño ilusorio que es creado por la “ideología” tiene su efectividad en lo que oculta en su exceso de realidad y no en lo que admite o dice explícitamente. En nuestra sociedad comúnmente se demonizan los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra civil de fines del siglo pasado, perpetrados por gobierno, grupos de exterminio y guerrilla, pero poco se aclara acerca de los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante el surgimiento, auge y declive del neoliberalismo de manos de los gobiernos de ARENA y el FMLN.
Las tragedias socioeconómica, sanitaria y cultural que ha vivido y sufre nuestro país en la actual “guerra social” han sido construidas a través de los instrumentos y mecanismos de las elites que ostentan el poder. Se presentan como eventos que sucedieron, y suceden, de manera aislada o al azar como si “nadie los hubiera planeado”. En general se trata de eventos que se desatan aparentemente por una idea de “salvajismo local” más que de codicia o de “cinismo industrial”.
Es decir, la hipocresía de los grupos de poder (grupos de presión, formadores de opinión y tomadores de decisión) que conlleva una doble dinámica, por un lado ejercen y abusan de su hegemonía por medio de la acción coactiva y la venta/entrega de los recursos locales a corporaciones multinacionales, a la vez que mantienen un discurso hacia la sociedad con una viva imagen que inculca en todo momento a “las y los dominados” que todos los problemas de nuestra sociedad se deben a nuestro salvajismo “innato” y no a la expoliación de los grupos de dominadores.
Quienes actualmente ostentan el poder, del que ya hemos hablado, abandonaron la mayordomía de la creación, traicionaron los principios básicos de la ética y la moral, se entregaron en definitiva a los brazos de la codicia y los excesos.
Seamos conscientes de que el miedo y el odio generados por el discurso predominante produce ganancias a los intereses de los grupos que ejercen la voluntad de poder.
Es tiempo de impulsar la refundación del Estado desde un movimiento amplio. Un esfuerzo multidisciplinario, intergeneracional e intersectorial, es decir, rico en pluralidad, amplio y diverso en perspectivas y visiones.
Es tiempo de usar las armas que en el mundo actual deben emplearse para resolver los problemas, la tolerancia, la razón, la justicia, el amor y la en función del bienestar de la humanidad.
Es tiempo de dejar a un lado el miedo, pues la vida es tal vez la condición más anhelada por la humanidad y la muerte es el último premio de la vida.
“No debemos permitirnos ser igual que el sistema al que nos oponemos”.
Desmond Tutu.