Cuando comencé a estudiar mi carrera técnica en el año 2010 en una institución privada, tuve que comenzar a trabajar para colaborar con los gastos del instituto y comprar mis cosas personales. Trabajaba en una tienda haciendo de todo un poco, y el sueldo era muy básico, alcanzaba solo para lo justo. Por otra parte mis compañeros de estudios trabajaban en un casino, y las propinas y los sueldos triplicaban los míos, algo que me llamaba mucho la atención. Una vez cumplí los 18 años de edad, uno de mis compañeros me hizo la segunda de meterme a trabajar en el casino donde él trabajaba.
Los horarios disponibles del trabajo eran de noche, desde las 20:00 horas hasta las 05:00. Tenía que aguantar el sueño para poder rendir en el trabajo, pero valía la pena cuando comenzaba a tener mis bolsillos llenos de propinas. Pero, así como trabajaba, también me llamaba la atención las tragamonedas.
Mis días libres eran los miércoles, por lo que un día de esos quede con algunos amigos para ir al casino a divertirnos y por fin jugar en las tan famosas tragamonedas. Cabe mencionar que no podía ir al mismo casino donde trabaja a jugar en las tragamonedas, ya que era prohibido para los trabajadores. La primera vez perdí todo el dinero que me había ganado de las propinas, me sentí mal, pero pensaba:
Soy nuevo, estoy aprendiendo. La semana que viene vuelvo a venir.
Luego volví a ir y tripliqué lo que llevaba. Una tercera vez lo cuadripliqué, y comencé a gastar más y más en los juegos. Sin darme cuenta ya solo me la pasaba en el casino, en el instituto ya solo me conformaba con sacar un 10 en los exámenes. No volví a ganar una cantidad igual pero el vicio ya lo tenía. La esperanza de ganar es lo último que se pierde y más cuando lo que piensas es solo en ganar y ganar. El casino a donde iba era un lugar agradable, sin frío y sin calor, con mujeres bonitas que te llevaban todas las bebidas que quisieras y música en vivo.
Claramente el casino era mejor lugar que mi casa. Pasaba más tiempo en el casino donde trabajaba o jugando en otro casino, que compartiendo en la casa, o peor aún, que en el instituto.
Al ver que gastaba mucho dinero en los juegos del casino, decidí que era momento de controlar mis gastos, por lo que tenía una parte de mi dinero en el Excel de mi presupuesto mensual. Hasta tuve una novia jugadora que escapaba de su rutina al casino para liberar tensión. Era muy guapa Sabrina. A veces todavía la extraño.
Con Sabrina probamos todas las máquinas de los casinos y el bingo, y en ocasiones compartíamos el dinero. Como usualmente terminábamos con poco dinero teníamos sexo en alguno de los moteles más baratos que encontrábamos, no hacía falta comprar bebida ni comida porque en el casino nos daban todo.
Mi novia del instituto siempre estaba molesta conmigo, porque pasábamos muy poco tiempo juntos. Descuidaba mis estudios y ella muchas veces tenía que incluirme en los trabajos, proyectos a los que yo faltaba por mi trabajo o por andar con el vicio de los juegos.
En mi casa todos estaban preocupados por mí, ya casi no me veían ni sabían dónde me la pasaba ni con quien, y mucho menos el vicio de los juegos. Yo solo les decía: Todo está bien, el trabajo consume mucho tiempo, además a veces tengo que ir a trabajar en mis días libres para cubrir algún compañero.
Sabrina siempre me decía que debíamos dejar el vicio de las máquinas tragamonedas y los bingos antes de perderlo todo. Tenía razón por supuesto, pero una cosa era decirlo y otra cosa dejar el juego. Un tiempo después Sabrina decidió que ya era mucho y que dejaba el juego. No fue más al casino. Así que cuando quería sexo a esas horas, me tocaba buscar a mi novia del instituto y llevármela a algún sitio digno para ella. En mi cabeza siempre estaba Sabrina.
Sabrina no respondió a mis llamadas ni a mis mensajes durante un buen tiempo. Desesperado un día fui a buscarla a la empresa donde trabajaba. Me sonrió un poco con tristeza, un poco con ternura. Me pidió que por favor ya no la buscara y se despidió con un beso en los labios. Ella se había portado tan bien conmigo que ya nunca la busqué porque lo que más temía era que me terminara odiando.
El casino ya no era lo mismo sin ella. Aburrido, me dejé llevar por el juego y terminé en la mesa de póquer donde las apuestas eran mucho más grandes, en donde mis pérdidas aumentaron y en poco tiempo me quedé casi sin nada. Mi novia del instituto me había dejado porque no le dedicaba el tiempo que ella se merecía. Muchos de mis amigos estaban igual o peor que yo. Vendieron cosas valiosas para mantener su vicio.
A ver que ya no rendía en el instituto, el dinero lo gastaba en juegos, no tenía novia, y mi familia estaba preocupada, decidí que era momento de dejar el casino, y no solo los juegos, también el trabajo.
El cambio me hizo bien, y hasta logré mejorar la comunicación con mi familia y amigos. Termine la carrera de TSU, y decidí sacar otra carrera. Me considero afortunado porque durante mi época de juego vi perder todo a mucha gente y yo salí relativamente ileso.
Actualmente me dedico a las criptomonedas y todo el gran mundo de la Blockchain. No le voy a negar, algunas veces me escapaba al casino con la esperanza de encontrarme de nuevo con Sabrina.
Ella no ha vuelto a aparecer.
Las fotos son de mi propiedad. Tomadas cuando trabajaba en el casino.
Saludos a todos los Steemians.
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Un saludo!. Que bueno que hayas tomado la decisión de dejar ese vicio, a veces cuando estamos jóvenes hacemos cosas que a la final, no contribuyen positivamente a nuestra vida. Éxitos.
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Que bueno que pudiste salir a tiempo de esa vida. Hay personas que le cuesta dejar los vicios. Saludos.
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