La orilla del cielo raso
voraces luces mordieron,
entraron a destiempo
de madrugada serena,
líridas luces dejadas,
parpadean entre cortadas.
Abro los ojos, noto
tibio el lecho siniestro;
supe, por los rieles
tatuados en el piso
que lloraba, como
rocío, de madrugada.
mi cerámica mueca
(por el mirar de otros
y su estrechez sarcástica)
entendió "il non ritorno".
Aniversarios antes,
no quise preguntar;
regresaba borrando
y partía a la ebriedad,
teníamos cama solitaria
para ambos; una maleta
que se llenaba de a poco
cada noche sin dormir.
de su partida, heredé
la vida bohemia.