Fuente
Al mirarme al espejo, veo a una persona que no conozco, le toco el cabello y lo siento familiar, la textura, el tamaño, me llevo las manos a la nariz y percibo un olor que me recuerda a alguien. Noto que tiene canas, esos vellos blancos que realzan la experiencia de los años vividos y reafirman la madurez, pero también dejan el sabor de que el tiempo ha pasado y cada vez se acorta la distancia entre el presente y el final.
Al verme al espejo, veo a un desconocido, que me devuelve la mirada, está perdida, como buscando la razón del por qué está allí, del por qué el tiempo pasa dejando algunos huecos sin sentido en su vida. Me mira y me reclama, me pregunta sobre ¿qué hice?, ¿qué deje de hacer?, y ¿qué haré? Cómo recuperaré el tiempo perdido y cómo corregiré los errores que por intención u omisión he cometido.
Bajo la mirada y noto que sigue viéndome, no dice nada, no es necesario, ni creo que pueda hacerlo, solo es un reflejo de algo o de alguien, que siento familiar, pero que no llego a reconocer. Me interno en sus ojos, marrones, grandes y profundos, y percibo que no todo es reclamo, que también hay alegría, satisfacción y éxitos. Pero falta más, algo que no puedo descifrar, lo siento, casi lo puedo tocar, que me eriza la piel, pero no logro entender.
Miro al espejo y veo un rostro familiar, busco detalles que me ayuden a saber quien es, noto que tiene la nariz pronunciada, que inicia cerca de sus ojos en un rampante descenso, pero bruscamente se torna empinado hasta llegar a la cúspide de una montaña, para luego caer y llegar a una punta un poco tosca y regordeta. No es ancha, parece fuerte, para nada exuberante, más bien pasa por debajo de la mesa.
Al mirar al espejo, refleja el rostro de una persona que tal vez conozca, mueve los labios para decirme algo, pero no lo escucho, tal vez por mi incapacidad de prestar verdadera atención a las cosas importantes, tal vez porque me siento más cómodo solo con mis pensamientos y me cierro a consejos de desconocidos, tal vez porque no quiero escucharlo o tal vez porque solo es un reflejo incapaz de emitir algún sonido.
Veo sus labios, grandes, descuidados, secos. Al moverse, sincronizan gestos que parecen acordes musicales, tal vez sonidos, tal vez palabras, tal vez quieren decir algo. Trata de silbar para llamar mi atención, para ver si un fuerte sonido despierta algún interés en mí, pero no lo escucho, solo lo veo y me pregunto. ¿Que querrá decir?, ¿que quiere de mí?
Veo un reflejo en el espejo, difuso a lo lejos, pero que se esclarece a medida que me acerco, y mientras mas cerca, mas detallo su aspecto, sus imperfecciones, su piel, tiene arrugas, si eso es, arrugas alrededor de sus ojos, a los lados de sus labios, en su pronunciada frente, en los lóbulos de sus orejas. Arrugas que en consonancia con sus canas, marcan las huellas del tiempo, dejando un rostro curtido por lo años, capaz de imponer autoridad solo con su mirada, pero incapaz de reflejar la alegría de haber vivido momentos llenos de plenitud.
Y me pregunto: ¿Porque veo este rostro?, ¿por qué me mira?, ¿que me quiere decir? y finalmente ¿quién es? Bajo la mirada y volteo, respiro profundamente, como aquellos que salen a flote luego de un ejercicio de apnea. Lleno mis pulmones una y otra vez, asegurando oxigenar mi cuerpo y mis pensamiento y comienzo a caminar. Luego de 3 pasos, noto que el ejercicio de respiración funcionó, volteo y lo vuelvo a ver.
Me acerco al espejo, como si fuera la primera vez, observo su marco forjado en hierro y pintado a mano del color del oro, miro su gran trabajo de orfebrería, y entiendo que no es un simple espejo, es una herramienta trabajada y costosa, realizada con un fin. El de mostrar no sólo los rostros de las personas que allí se ven, también los anhelos y las metas no alcanzadas.
Decido entonces volver mi mirada al centro del espejo y al hacerlo veo el rostro de una persona conocida, familiar, que me observa con el mismo tesón que tengo por descubrir quién es. Y al ver su cabello, sus ojos, su nariz y su boca pienso: se parece a mi, pero no soy yo, puesto que estoy aquí y él allá. Lo abordo: quien eres, pero para mi sorpresa él me pregunta lo mismo. Entonces cómo conseguiré una respuesta.
Sigo observandolo, hasta que dejo de ver su reflejo, ya no está tan claro, más bien se convierte en una idea, en algo que está allí, sin forma, que solo se siente y que sin emitir sonidos me habla y dice:
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