Hace un par de días decidí salir un rato para despejar un poco la mente y dejar a un lado esta situación que vivo a diario como venezolana. Visité La Vereda del Lago o Paseo del Lago, un sitio muy característico de la ciudad donde vivo.
Es ese mágico lugar donde los marabinos solíamos divertirnos con frecuencia entre primos y amigos mientras nos envolviamos en el dulce aroma del algodón de azúcar y ni hablar de las cotufas o churros. Donde ir y no alquilar una bicicleta para dos personas era casi que un pecado. Los domingos en familia que incluían juegos en frisbee o pasear a la mascota libremente.
Mientras que ahora el parque se encuentra un poco desolado, las risas de los niños han escaseado y los puestos de fresas con crema han cerrado. Extraño aquellos días dorados donde comprar un cepillado de colita con leche condensada era un must.
Apartando todos esos recuerdos nostálgicos que mi corazón añora, seguí caminando y encontré este lugar cuya vista me enamoró y decidí capturar.
Foto tomada por mi con mi HTC one X
Un poco desierto pero me detuve a admirarlo y disfrutar de la rica brisa y la preciosa vista que estaba justo frente a mis ojos. Pensé: A pesar de todo lo malo, Dios no me ha desamparado y sé que más pronto que tarde nos llevará a un nivel mucho más alto y todos esos recuerdos hermosos que guardo en mi memoria no se comparan en lo más mínimo a su perfecto plan para mi país.
Te invito a que disfrutes de las cosas bonitas que se nos presentan a diario e ignores todo aquello que arruga tu corazón.
Nos leemos.