La pintura que nos legaron los impresionistas nos transmite un profundo amor por la naturaleza; nos hace participe de la alegría de vivir aun en las mas minúsculas circunstancias, y es capaz de elevar a un sentido lírico y heroico el lugar común, la vid cotidiana. Uno de los pintores que formó parte de la primera exposición impresionista en París, Paul Cézanne –a quien luego seguiremos en su evolución, pues su pintura abre la puerta al cubismo- expresó: “Mi método es el odio contra el cuadro de fantasía: es realismo, pero un realismo –entiéndame usted bien- lleno de grandeza, el heroísmo de lo real”; y otra vez: “El artista debe cuidarse de la inclinación a lo literario que, con tanta frecuencia, hace que el pintor se desvíe del verdadero camino: el estudio concreto e inmediato de la naturaleza”.
Fuente Paul Cézanne, Cesto de manzanas
El propio Cézanne, y también Paul Gauguin, Vincent Van Gogh y George Seurat, habiendo comprendido y asimilado la técnica del impresionismo, pero comprendiendo también sus limitaciones y no solamente sus revolucionarios aciertos, son los encargados de encauzar el movimiento por otras vías. Cada uno de ellos lo hará apuntando hacia distintos objetivos que finalmente convergen hacia un mismo resultado: el arte de siglo XX. Todo el arte plástico del siglo pasado reconoce en la obra de estos artistas la base de sus desarrollos, y no sólo en la pintura sino también en la escultura y las artes aplicadas. Dice Herbert Read, por ejemplo, que para la escultura moderna es mucho más importante Cézanne que Rodin: ”…de modo paradójico, las realizaciones del pintor iban a tener más importancia para el futuro de la escultura que las realizaciones del escultor”. A pesar de ello, si hay un escultor que tiene una importancia similar a la del impresionismo en la pintura, ése es el propio Rodin. Su preocupación por el movimiento y el aspecto cambiante que produce en la figura humana (tema tradicional de la escultura bulto), lo llevó a consecuencias inverosímiles para un arte pesado, como es el de la escultura. Rodin llega a expresar la acción de la luz y el movimiento sobre contornos de las formas hasta lograr una iridisación de las superficies que por momentos produce en nuestra percepción visual y táctil una sensación de ligereza y liviandad que nada tienen que ver con el material en el que se expresa: el mármol, el bronce. Sin embrago, el crítico Werner Hoffman coincide en cierto modo con lo manifestado por Herbert Read, y dice que “se reconoce la principal fuerza como guía y estímulo” para el desarrollo de las investigaciones en escultura, a lo que se experimenta en la pintura.
Fuente Auguste Rodin, El beso
Retornamos entonces a ella, para seguir las evoluciones de Gauguin y Van Gogh, quienes parten del impresionismo para luego crear una obra muy original, que los ubica como precursores del expresionismo y el fauvismo. Tanto Gauguin como Van Gogh proyectan imaginaciones subjetivas en la observación de la naturaleza. Para ellos deja de ser el centro de sus preocupaciones la atención a los fenómenos lumínicos que se producen en la naturaleza. El centro lo ocupan ellos mismos y su relación con el entorno, pero en esta relación el sujeto comienza a adueñarse del papel protagónico. Por otra parte, como lo ha señalado André Malraux, en la pintura de un retrato no nos interesa saber cómo era la modelo, sino cómo concebía el mundo aquél que lo pintó. La realidad se modifica a partir de la acción del sujeto. Gauguin y Van Gogh, aun cuando no pensaran lo mismo, tenían una actitud similar frente al mundo que había sido el protagonista de la pintura de los impresionistas.
Fuente Paul Gauguin, ¿Cuándo te casas?
Retornamos entonces a ella, para seguir las evoluciones de Gauguin y Van Gogh, quienes parten del impresionismo para luego crear una obra muy original, que los ubica como precursores del expresionismo y el fauvismo. Tanto Gauguin como Van Gogh proyectan imaginaciones subjetivas en la observación de la naturaleza. Para ellos deja de ser el centro de sus preocupaciones la atención a los fenómenos lumínicos que se producen en la naturaleza. El centro lo ocupan ellos mismos y su relación con el entorno, pero en esta relación el sujeto comienza a adueñarse del papel protagónico. Por otra parte, como lo ha señalado André Malraux, en la pintura de un retrato no nos interesa saber cómo era la modelo, sino cómo concebía el mundo aquél que lo pintó. La realidad se modifica a partir de la acción del sujeto. Gauguin y Van Gogh, aun cuando no pensaran lo mismo, tenían una actitud similar frente al mundo fenoménico que había sido el protagonista de la pintura de los impresionistas.
Fuente Vincent Van Gogh, Lirios
Gauguin había llegado a conclusiones “simbolistas” mucho antes de conocer a Van Gogh, en 1888 en Port Aven (Bretaña) cuando mantenía reuniones con otros pintores a los que su fuerte personalidad influyó. La búsqueda de las grandes síntesis, que lo preocupaban en aquella época, y del acorde mágico de toda la superficie de cuadro, constituyen los motivos en torno a los cuales elaborará toda su obra. El pensamiento mágico y la atracción que ejercían sobre él las civilizaciones primitivas, como repudio a los refinamientos de la vida parisina, fueron factores importantes en la creación de su poética. Los colores liberados por los impresionistas en pequeñas manchas abrían de convertirse en grandes áreas de color puro, unidas por un dibujo de líneas fuertes y decorativas. Estas características del estilo de Gauguin habrán de acentuarse con la con la experimentación y encontrarán su más alto grado de expresión en la época en que el pinto vivió en la isla de Tahití. Como ejemplo de lo que Van Gogh llamaba el color “sugestivo”, podemos citar sus propias palabras: “Quiero hacer el retrato de un amigo, de un artista que sueña grandes sueños. Este hombre será rubio. Quisiera pintar en el cuadro toda la admiración, todo el amor que siento por él. Para empezar, pues, lo pintaré tal como es, tan fielmente como sea posible. Pero con eso no está terminado el cuadro. Para completarlo me convertiré en colorista arbitrario. Exagero el rubio del cabello: llego a tonos naranja, a un amarillo cromo, a un claro color limón. Detrás de la cabeza pinto –en lugar de la pared habitual de una casa vulgar- el infinito. Hago un fondo con el azul más fuerte que puedo producir. Y así la rubia cabeza luminosa, sobre el fondo de azul opulento, adquiere un efecto místico, como la estrella en el profundo cielo”. Tal es, además, un buen ejemplo de lo que podemos llamar una metáfora plástica semejante a lo que es una metáfora en la poesía. Ese pensamiento simbólico-cromático queda también ilustrado con esta cita de Gauguin: “Comienzo el desnudo yacente de una muchacha kanaka, sin otra intención que la de pintar un desnudo, pero pronto me fascina cierta expresión de terror de la muchacha, y eso me obliga a pensar en el espíritu y el carácter de los kanakas. Ello me sugiere utilizar un color sombrío, triste e inquietante, que nos sobrecoge, como un doblar a muerto. En el lienzo del lecho adquiere el amarillo un color peculiar, que sugiere la imagen de una luz artificial en la noche y remplaza así la luz de una lámpara, que sería demasiado trivial (los kanakas dejan toda la noche una lámpara encendida, por temor a los espíritus). El amarillo forma también una transición entre otros dos colores y completa el acorde musical del cuadro. El sentido decorativo me lleva a sembrar el fondo de flores. Estas toman colores que parecen fosforescencias en la noche, porque ahora se plasma la parte “literaria” del cuadro: las fosforescencias nocturnas significan para la aborigen que está presente el espíritu de los muertos. Ahora se explica como contenido el terror de la muchacha. La parte musical –líneas ondulantes horizontales, acordes de naranja y amarillo, azul violeta y sus derivaciones, aclarados por chispas verdosas- se convierte en equivalente de la parte literaria: el espíritu de un ser vivo unido con el espíritu de un muerto”. Toda la tremenda energía vital y la fuerza dramática de Van Gogh, así como la invocación mágico-irracional de Gauguin, serán el alimento que nutrirá la concepción plástica de los expresionistas de Europa. En cuanto a los fauves, tomarán la exaltación cromática y las deformaciones expresivas de la obra de estos dos grandes artistas.
Fuente Vincent Van Gogh, Autorretrato