"El doctor Higgs" capítulo quinto. (Novela corta de ciencia ficción y de misterio)

in spanish •  7 years ago 
Comenzamos marcando al cuarto siguiente de los límites de acceso con un número «1». En este cuarto sólo había una puerta que conducía por un ancho pasillo donde las quince personas que conformamos al grupo pudimos pasar. En el pasillo se podía observar a través de las abarrotadas ventanas a la entrada cada vez más llena de espesa vegetación de la parte de la mansión de la cual todavía no se había comenzado a construir nada. Victoria había conseguido un plano, y específicamente, sólo existe un pasillo que lleva a la parte restringida de la inmensa vivienda, aunque luego nos notificó que no sería de gran ayuda porque este era de hace diez años, y si nos adentrábamos mucho, no podríamos utilizarlo para nada. Llegamos al final del pasillo, sólo había una escalera angosta en forma de caracol que conducía únicamente al piso de arriba, subimos por ella y se le marcó con el número «2». Marcos, el jardinero preguntó a Victoria que cómo había sido posible que un hombre tan inteligente como el doctor Pavel Higgs se haya adentrado en su propio laberinto y se hubiera perdido.

—El doctor Higgs es un hombre sumamente inteligente le puedo asegurar—dijo ella cuando subimos al segundo piso y marcó a la pared junto a la escalera de caracol con el número «3». —No obstante, Marcos, el doctor también es un hombre curioso y bastante excéntrico, se le había visto cansado en estas últimas semanas. Quizá de alguna manera pensó en despejar su mente recorriendo las instalaciones de su propia vivienda—terminó Victoria de hablar en un tono seco. Entonces Miguel, encargado de labores de mantenimiento del taller, repuso algo

— ¿pero él acaso no sabía que extraviarse es siempre una opción en este lugar? Dudo que el cansancio sirva como excusa, quizá finalmente el pobre doctor se ha vuelto loco—sentenció el hombre.

—No se ha vuelto loco, siempre lo ha estado. Incluso él es más peligroso que el propio demonio—concluyó Victoria. A continuación, seguimos avanzando a la mano izquierda del pasillo de arriba. Victoria indicaba que este era el camino correcto, sacó su móvil para seguramente telefonear al doctor, pero con una mueca dijo que la señal estaba muerta. También revisé al mío y la señal estaba completamente muerta, al igual que los otros pocos equipos que había disponible por parte del resto del grupo. Ya era más de medio día cuando seguimos por ese pasillo el cual se cerraba con seis puertas, tres a la derecha y tres a la izquierda, Victoria miró al plano nuevamente, en este aparecían sólo cuatro, dos de cada lado. En estos diez años las labores de construcción no han cesado, e incluso construyen donde ya habían construido con anterioridad. Alguien pensó en dividirnos pero Victoria aclaró que no sería necesario, que según los planos sólo teníamos que acceder por la puerta del centro derecha y eso hicimos, y al entrar marcamos a una de las paredes con el número «4». Esta puerta nos condujo a una pequeña habitación amueblada con un sofá grande, una mesita con una lámpara y unas revistas, al frente un televisor, todo cubierto por polvo enormes cantidades de polvo, lo cual indicaba que nadie había pasado por aquí en diez años (fue marcada con el número «5»). Lo que se mantenía en buen estado era la estructura, se ve que el doctor no escatimaba en gastos. También noté cómo algunos de los empleados se persignaban cada vez más, y no era raro, lo común es pensar que este lugar estaba maldito y lleno de los espíritus de los empleados domésticos como también de los de las constructoras que habían quedado aquí atrapados con el pasar de los años, los cuales jamás se les había vuelto volver, y son los mismos que también narran los guardias de seguridad cuyos gritos de horror se escuchaban en el horizonte. Esa gente posiblemente jamás encontró los suministros alimenticios que el doctor asegura tener escondidos dentro de las diversas habitaciones en forma estratégica Ahora bien, prosiguiendo con nuestra búsqueda, en este habitación hay una sola puerta la cual conduce a otro pasillo largo y angosto con forma de letra «T» («6»). Avanzamos por este y driblamos a la derecha, había dos puertas más, una a la derecha y otra a la izquierda, al frente una escalera que conduce únicamente al piso de abajo.

—Seguramente el doctor utilizó esa escalera—dijo un empleado.

—Sí—repuso Victoria. —No obstante, conduce a varios caminos muy largos según indica el plano, y este mismo indica a su vez una forma de recortar camino hacia donde se encuentra el sótano donde está el profesor. Victoria es una mujer alta, de más de 1,75 metros, también se aprecia que va al gimnasio, le indicó a Miguel, el empleado más alto que le diera una mano, así se subió sobre sus hombros y tocó algo en el techo, con lo cual descubrió un ático secreto. —Ha de ser un asco, pero recortaremos camino—concluyó ella y subimos por la pequeña escalera de madera uno por uno. Efectivamente el ático estaba lleno de polvo en cada rincón, al igual que oscuro, así que hicimos uso de las linternas de luz blanca. En las paredes también había ventanas muy pequeñas igualmente abarrotadas, súbitamente un rayo alumbró a toda la habitación seguido del sonido de la lluvia, la tormenta había comenzado a azotarnos. Sin vacilar continuamos caminando, Victoria no dejaba de consultar al móvil y al plano. Avanzamos por el camino evitando tropezar con los muebles, bustos de personajes del cine, de la ciencia y de literatura que estaban allí almacenados recibiendo polvo, esto por lo menos durante veinte minutos o más, Victoria entonces se agachó abriendo una puertecita con una escalera para bajar. Ya cuando bajamos, escribió el número «7» seguido de una nota: seguir todo el camino en línea recta.

Hubo algo de lo cual no estoy seguro si Victoria se habrá dado cuenta o si solamente ignoró al hecho de que algunos de nuestros compañeros se quejaban de un sonido agudo que rechinaba como uñas en un pizarrón, dicho sonido lo advirtieron ellos desde que atravesamos al pasillo con forma de letra «T» hacía ya un buen rato. Yo sólo escuché las quejas de nuestros compañeros pero jamás capté dicho sonido, pensé que Victoria tampoco y deduje que lo que estaban escuchando era producto de la sugestión por el miedo de adentrarse a lo recóndito de un lugar donde habían desaparecido varias personas a las cuales jamás se les dio ayuda alguna. No era de extrañar entonces que pensaran que el lugar pudiera estar lleno de fantasmas, menuda tontería, aunque claramente no podía dejar pasar a la posibilidad de encontrarnos al cadáver de algún desafortunado en alguna de las habitaciones, y esto sin duda sería una sorpresa bastante desagradable para todos. La siguiente habitación luego del ático fue otra gran sala, en esta sí había electricidad y estaba decorada con un estilo medieval. En algunas paredes yacían colecciones de armaduras medievales, desde las botas de acero hasta el yelmo sin olvidar las espadas, mazas y hachas de combate. En las paredes estaban guindadas unas ballestas, unas lanzas, tridentes, arcos y flechas, también había amueblado con el estilo de la época obviamente cubierto de polvo, aunque en mucha menor medida a comparación del ático, y como todas las paredes de la mansión junto a las ventanas hacían un cierre hermético, no se notaba filtros de humedad en las paredes ni en la madera de los muebles. Victoria sacó el teléfono y marcó al número del doctor, este le contestó pero en este momento mi atención se desvió al grito de dos de nuestros compañeros, me acerqué a ver qué pasaba. Los gritos eran de dos de los trabajadores de la cocina que se ofrecieron a venir, Mauricio y Pablo, ambos ayudantes de Miguel. Estos gritaban fuertemente en posición fetal mientras se sujetaban la cabeza con ambas manos, en sus expresiones se notaba el intento que realizaban para no llorar, por otro lado, la expresión de nuestros demás compañeros se tornó en angustia.
—¡¿Qué cojones les pasa a ustedes dos?! ¡¿Qué tienen?! ¡¿Qué les sucede?!—preguntaba Miguel desconcertado por no entender la situación, y yo la verdad tampoco insistía.
Entonces uno de los dos, creo el que se llama Mauricio abrió la boca y con voz quebradiza iba diciendo —es un zumbido muy fuerte…muy fuerte…sí…un zumbido… ¡aaaay! En mi cabeza, hace mucho frío, como…como si me estuvieran clavando en el cerebro una lanza de hielo—terminó de decir con un quejido que casi se convierte en un llanto de desesperación, mientras que su compañero igual de convaleciente pero menos fuerte ya se había echado a llorar mientras gritaba
— ¡Están sobre mi cabeza! ¡Están sobre mi cabeza! ¡Quítenlos, están clavándome sus colmillos!—exclamaba con cada vez más fuerza y más angustia, creando así un ambiente de zozobra en la sala.
Los balbuceos por parte de los testigos de este sinsentido no se hicieron esperar, escuchaba también los improperios y la pérdida de ánimos de muchos de los que estaban con nosotros quienes también aseguraban haber escuchado un zumbido desde hacía ya un buen rato. Viré la cabeza y noté a Victoria que seguía hablando por teléfono, entonces sugerí levantar a Mauricio y Pablo para así acostarlos en los muebles, Miguel su jefe y otros dos hombres se ofrecieron a ayudarme. Victoria acaba de trancar el móvil, se acercó, le informé sobre la situación, y ella a la vez informó que el doctor se encontraba todavía en el mismo sitio y que de ahí no se movería. También le pregunté a Victoria si había escuchado algún zumbido raro, ella negó con la cabeza, noté que sus ojos estaban muy quedos y que sus expresiones se hacían cada vez más taciturnas. A continuación, acercó su mano hasta la cabeza de Mauricio y le acarició la frente.
—No entiendo nada de esta situación—dijo ella—pero podéis llevaros a estos dos hasta la entrada si así lo deseáis, e igualmente, todos los que quieran abandonar la búsqueda, pueden hacerlo en este momento, sólo tienen que seguir el orden numérico sencillo para dar con la entrada—ordenó Victoria, con su voz que no tuvo ningún tono de consuelo. Ya para ese momento ocho personas incluyendo Miguel, a otros siete y a los dos convalecientes iban a retirarse, reduciendo así al grupo de búsqueda en solo cinco personas: tres hombres más, Tomás, quien es un extranjero fortachón, Darío quien traba de guardia de seguridad y tiene un aspecto bastante lúgubre pero asegura ser un valiente, y Ramón, quien se encarga de labores de jardinería. Victoria sacó de su bolso otro teléfono móvil, este menos moderno que el que normalmente utiliza e indicó a Miguel que la llamaran para informales de la situación de Mauricio y Pablo, así como cuando llegasen a la entrada, mientras nosotros informaríamos una vez hayamos encontrado al profesor y estuviéramos de regreso. Así pues, ellos se marcharon y nosotros proseguimos no antes de marcar a esta habitación con el número «8» para así continuar por esa senda laberíntica y cada vez más ominosa en la que se tornaba la mansión de Higgs.
«9» Fue el número del siguiente corredor con forma de letra «L». En este corredor las ventanas eran más grandes y había puertas de cada lado, uno de nuestros compañeros las habría para fijarse que había más allá de ellas, algunas sólo eran baños, otras mostraban cuartos de limpieza vacíos, y más decepción para el sujeto luego de que Victoria indicase que según el plano, ese no era el camino. En este punto quedamos en un callejón sin salida, Victoria se quedó mirando al plano y luego a la pared, siempre que miraba a este, ella quedaba en mutismo, jamás pedía ayuda. A continuación, sacó un juego de llaves de su bolso y las introdujo en un pequeño hueco en un costado de la pareja y pudo deslizarla como si fuera parte de una casa japonesa, seguidamente nos hizo ademán para que siguiéramos adelante. Esta otra habitación la cual fue marcada con el número «10» se parecía a la sala de espera de un hospital. Ya no había duda de que cada habitación había sido decorada con un motivo diferente, para que así, fuera en todo sentido una casa fuera de lo normal. Había unos bancos y una mesa de recepción, y justo arriba de la única otra puerta estaba colgado un reloj ya muerto, entonces miré a mi reloj de pulsera y advertí que hace más de dos horas había transcurrido desde que nos adentramos en los terrenos de Pavel Higgs. Tomás el fortachón pidió una pausa para comer, todos asentimos, nos sentamos en el piso y de los bolsos sacamos nuestras provisiones personales, las cuales contenían suficiente comida para veinticuatro horas cada uno, pues, Victoria y yo pensamos que no tardaríamos más de esto en completar nuestra tarea. No hizo falta una charla en el transcurso del almuerzo.

—Me pregunto dónde el buen doctor habrá escondido esa supuesta comida—decía Darío.

—No lo sé, ¿alguna pista?—respondí con la interrogante.

—Según el mismo doctor, la comida se encuentra escondida detrás de los cuadros de hombres delgados y altos que hay en su mayoría en los cuartos más grandes, y en menor cantidad en los cuartos pequeños. Me lo dijo la primera vez que lo llamé, pero no la necesitaremos—advirtió Victoria.

—Seguramente el loco doctor habrá pensado en usar a su propia mansión como laberinto para ratas humanas y dejaba comida escondida para darles a sus prisioneros algo con qué alimentarse para sobrevivir aquí más tiempo—respondía Tomás, el fortachón bromeando.

—Y no es sólo comida, también son otros equipos como cargadores de móviles y linternas, ¿no es así?—preguntaba Ramón.

—Nunca lo he preguntado, ¿pero qué suele hacer el doctor Pavel Higgs luego de que terminamos la jornada laboral en el laboratorio?—pregunté.

—¡Ah, el loco se encierra en su laboratorio, luego cena y seguramente caga pero luego nos despide a todos a eso de las diez de la noche y nos pide jamás volver a entrar hasta la seis de la mañana para que se realicen la jornada de trabajo doméstica de todos los días—repuso Tomás mientras seguía comiendo. —Lo que sí es cierto, es que el buen doctor jamás sale de aquí, no al menos desde hace cuatro años que dejó de dar clases en la universidad.

—Victoria, tú trabajas aquí desde hace dos años antes que eso, ¿no es así?—pregunté buscando una respuesta innecesaria.

—Sí—respondía ella quedamente. Desde que la vi en la mañana, sus expresiones eran muy taciturnas, parecía como si algo le hubiera absorbido el ánimo, no me atrevía a preguntar qué.—Pero…—agregaba ella—no es que fuera diferente antes, ese último año escuchaba que se obsesionaba más con el trabajo y con la compra de más materiales para la construcción de la mansión como también su obsesión por el estudio de la teletransportación de un punto a otro, como en las películas de ciencia ficción, digo.

—Sí, ese año la mano de obra que se contrató para el trabajo repasó cinco veces más la cantidad usual—interrumpió Tomás.

—Hay una cosa…—intervino Ramón—ese año recuerdo que el mismo profesor se internó en la zona restringida para los empleados, eso junto a un montón de hombres de trajes que vinieron en enormes camiones durante la noche, y de esos camiones salieron contenedores, enormes cajas de acero que fueron transportados en carruchas electromagnéticas…

— ¿De esas que no usan ruedas?—preguntaba Tomás, quien evidentemente no estaba al tanto de la tecnología—
Sí, de esas que se utilizan para cargar cosas increíblemente pesadas y que son muy eficientes porque no usan ruedas y pueden ser empujadas hasta por un bebé, esto claro dependiendo de su configuración electrónica, porque si la riegas con la configuración, al medio rozarla puedes mandarlas a cientos de metros de distancia de ti.

—Eso quiere decir que el doctor ha de conocer buena parte del interior de su propia mansión—inquirí yo.

—Sí, eso es—dijo Ramón. Los hombres que no ingresaron hasta el interior del edificio, se quedaron vigilando celosamente a los camiones, estos incluso portaban armas pero no parecían ser militares, al menos sus uniformes no lo eran, estaban vestidos de trajes negros muy elegantes para ser simples vigilantes de alguna compañía que vende algún material importantísimo, la cosa es que no les pregunté nada, ni nadie se acercó a ellos, y cuando regresamos a la mañana siguiente, ya se había marchado aquel grupo de hombres con trajes y camiones, y nuestro querido doctor estaba en su despecho esperando su café y su desayuno—concluyó

—Lo más probable—repuso Victoria— es que ahora se haya extraviado aquí adentro porque seguramente en aquel entonces habrá utilizado algún dispositivo de seguimiento como un GPS junto al grupo de hombres que menciona Ramón para poder regresar desde a donde que haya sido que fueron hasta la entrada. Conociendo la buena hospitalidad de Higgs, dudo que él mismo haya deseado que sus invitados «importantes» como aseguro yo que lo fueron en este caso, se perdieran junto a él.

—Ramón—dije yo luego del silencio de la última intervención de mi colega—, ¿recuerdas alguna otra cosa importante de aquella visita?

— Bueno, sí…—Pero fue interrumpido por el sonido una llamada telefónica que caía en el móvil de Victoria.

—Hola, ¿han podido regresar a la entrada sin perderse?—respondió ella con sarcasmo. Del otro lado de la línea se podían escuchar unos gritos que alarmaron a mi compañera, entonces ella oprimió la pantalla y activó el altavoz para que todos pudiéramos escuchar. Los gritos se intensificaban al otro lado del teléfono, fue la voz de Miguel la que balbuceó unas cuantas palabras

—Es terrible, los zumbidos, los gritos, el dolor, ¡aaay, mi cabeza!—gritaba con desesperación al otro lado de la línea.

—¡¿Qué ha pasado?! ¡Responde!—exigió Victoria.
Por el altavoz se escuchaban quejidos que se convertían en sollozos por parte de Miguel—durante el camino de regreso…cuando subimos por el ático nuevamente… los…los zumbidos se intensificaron, resonaban por todo el lugar, al igual que los gritos de los dos chicos que llevábamos sobre nuestros hombros. Sus…sus gritos de dolor se hacían cada vez más fuertes y suplicaban a algo que se detuviera, no entendíamos qué y sólo nos asustamos todavía más— dijo y luego su voz se convirtió en más sollozos

—¡¿Y qué les pasó luego?—exclamó Victoria.

—Ellos comenzaron a sangrar—explicó Miguel—a sangrar por los ojos, parecía que lloraban sangre, en ese momento sus gritos no parecían humanos y entonces más sangre comenzaba a salirles a ambos por la nariz y las orejas, entonces sus gritos se hacían guturales y suplicaban que los dejaran en paz…luego gritaban que les estaban comiendo el cerebro para último rogar que los mataran, no sabíamos si a nosotros o a lo que fuera aquello que les estaba infligiendo tanto dolor. Nosotros no les hicimos nada, ellos sólo murieron, mucha…mucha sangre brotaba por los orificios de sus cabezas…justo…justo como le está pasando ahora a otro…creo que trabaja en el taller…otros ya han salido corriendo de aquí…

—¿Y en dónde se encuentran ustedes en este momento?—grité esperando a que me escuchara.

—Caleb…—decía la voz de Miguel, había perdido bastante fuerza en esos segundos— estamos bajo del ático, logramos bajar pero el dolor que comenzamos a sentir algunos nos tumbó al suelo… se siente como dos dagas heladas dentro del cráneo, parecen que están penetrándome la cabeza…duele mucho…los otros que salieron corriendo…¡aaaaaaaaa! ¡Maldición, cómo duele! Los que se fueron también sentían dolor pero no tanto como nosotros. Abandonen la misión y no se regresen por el ático, sea lo que sea que hace esto, se encuentra en el ático—terminó de decir y súbitamente, empezó a gritar al otro lado de la línea mientras nosotros nos sumíamos en el mutismo: —no, váyanse al demonio maldición. Están aplastando a mi cabeza. Socorro maldita sea—exclamaba a gritos de un dolor inhumano el cual se uniría a un coro de otros gritos provenientes de los que estaban con él en esa misma situación, y esos gritos a los minutos se hicieron más guturales, como el sonido de un cerdo, luego tosían y después sólo el silencio se escuchaba al otro lado del teléfono. Victoria lo cortó la llamada.

—Quizá sí debamos regresar—sugerí.

—El doctor también se encuentra en peligro, no puedo…no podemos abandonarlo. Quizá en el ático haya una especie de gas venenoso o algo por el estilo—respondió Victoria.

—Tonterías—objeté rápidamente. — ¿Por qué no nos ha afectado a nosotros en ese caso? ¿Y también por qué no se haya dicho gas en otras partes de la mansión? Además, todos aseguran escuchar una especie de zumbido extraño antes de comenzar a sentir algún dolor, como aseguraron Mauricio y su compañero, y Miguel después que ellos.

— ¿Vosotros habéis podido escuchar algo así? Porque yo realmente no—dijo ella. Yo negué con la cabeza. Victoria también reconoció no haber escuchado nada, los otros tres compañeros objetaron, asegurando que ellos sí habían escuchado dicho zumbido pero que aquel dolor pulsante como «dagas de hielo clavándose en el cráneo» no lo habían sentido en ningún momento. Tomás se levantó, comenzó a recoger las cosas para introducirlas en su mochila y empezó a hablar:

—Si hay una fuerza invisible que asesina hombres dentro de esta mansión, algo así como demonios o quizá las almas molestas de todos esos hombres que han perecido aquí como ratas atrapadas y sin la posibilidad de recibir ayuda alguna, es algo aterrador, macabro, algo que jamás haya querido presenciar en toda mi vida—sonrió al terminar de recoger sus cosas sólo para proseguir con su monólogo—Si hay almas acá buscando hacernos sufrir, es algo que nos atacará en cualquier momento, ya sea siguiendo o de regreso. O quizá sólo atacan a las personas que están por finalmente lograr salir de esta ya obviamente trampa mortal, eso por envidia ya que en vida, ellos no lograron hacerlo. Pero vosotros, Caleb, Victoria, sois científicos y sé que no creen en estas cosas, así como la señorita aquí presente buscó alguna explicación lógica para lo sucedido, cosa que le refutaste por lo imposible inverosímil aunque quizá de igual forma plausible teoría, tú mismo probablemente en este momento estás pensando en que podría tratarse de algo en el ambiente, quizá una bacteria extraña que habita en este lugar y que devora al cerebro de sus desafortunadas víctimas—concluyó.

—Es plausible, sí—intervine—pero soy físico, no sé casi nada de bacterias. Cosas muy raras existen sobre la tierra las cuales desconocemos así mismo como los misterios del universo. Las personas seamos de la profesión que seamos, no sabemos hacia dónde mirar realmente, pues, desconocemos que todo lo que nos rodea está conformado por enormes y hasta hermosos misterios—concluí yo.

—El mundo y sobre todo el espacio exterior están llenos de horrores que no podemos comprender, incluso algo tan pequeño como lo son las bacterias—dijo Ramón con entusiasmo, suponen ser verdaderos demonios, o monstruos que pueden provocar sufrimientos y daños colosales en la realidad así como se muestran en las películas. Dicho todo esto, seguimos nuestro camino luego de que Victoria mirara al plano y dijera que ya estábamos cerca, sólo debíamos recorrer un par de pasillos más antes de llegar al pasillo que conducía hasta el sótano donde nos esperaba el profesor Higgs.

El número «11» fue para el pasillo siguiente, otro en forma de letra «T», el número «12» para la habitación siguiente, una decorada con motivos chinos. Proseguimos por un pasadizo secreto que marcamos con el «13» y este a su vez nos dejó en otra sala de estar que fue marcada con el número «14». Victoria aseguro que era todo extraño, ya deberíamos haber llegado. Darío hablo esta vez, con el motivo de preguntarle a Victoria si se había equivocado de camino o es que el plano sólo llevaba a lugares erróneos y que sólo estábamos dando vueltas por la enorme mansión.

—No sé si es bueno o malo que ninguna puerta hasta el momento haya estado cerrada con llave—anunció Darío

—digo, si todas están abiertas es obvio que podemos sondear todo el lugar, pero eso a su vez nos conducirá por cualquier punto ciego.

—Ya vamos a llegar—insistió Victoria. Después de esta puerta se encuentra una habitación enorme, más grande y con el techo más elevado que cualquier otra zona que hayamos recorrido antes—concluyó. A continuación, ella misma abrió la puerta y nos invitó a pasar.
Había otro pasillo que marcamos con el número «15», este tenía forma de letra «I» y sólo un gran portón el cual empujamos entre todos y así fue cómo nos transportamos a la más grande todas las habitaciones que hubiésemos visto. Esta no estaba decorada como las otras con motivos de alguna cultura, esta estaba en realidad condicionada como una especie de pequeña selva, pues, había vegetación que no era de la zona así como un sistema de riego. Otra de las destacables diferencias fue que se veía que este lugar era el único que parecía recibir un mantenimiento continúo, es decir, parecía que cada cierto viniese alguien y limpiaran el lugar de deshechos, como también se podaban a las plantas y se le hacía mantenimiento al sistema de riego. Quizá el doctor Pavel Higgs venía a este lugar porque era reconfortante. ¿Habría sido para este lugar en específico todas las grandes tareas de construcción de hace unos años? Es algo que él podría respondernos cuando lo encontrásemos y tuviéramos que pasar por aquí para regresar. Este lugar fue marcado con el número «16». También atrajo la atención de todos, quienes miraban por los alrededores. Victoria estaba al lado de una mesa la cual tenía encima varios machetes y hasta una espada, estaba tratando de llamar por el móvil en lo que noté como un esfuerzo inútil, pues, me fijé en el mío y en esta zona no caía la señal. Tomás estaba contemplando unas plantas, Darío igual, mientras que Ramón se adentró a inspeccionar más el sitio y decidí acompañarlo, el muchacho me había caído bien, era un par de años menor que yo, quizá tuviera 24 mientras yo 30 años de edad. Lo alcancé y comenzamos a hablar en ese momento hasta que un cartel llamó nuestra atención. Era de madera y tenía escrito Serpentario de Higgs: El Horror dentro del Caos. En ese momento me dieron nervios, he detestado a las serpientes durante toda mi vida, y comencé a sugerirle al chico que debíamos avisar a los demás para irnos. Pero Ramón quiso ver qué había detrás del cristal que se encontraba a mano izquierda del cartel. «Seguramente las horribles serpientes» pensé.

Nos detuvimos para mirar a través del cristal, se matizaba un escenario parecido a una selva sudamericana construida en miniatura. Había pequeños templos mayas o quizá aztecas, así como pequeñas casas construidas a los al rededores de las grandes ciudades amuralladas donde se ubicaban los templos. Observando detalladamente a las ramas, no se podía hallar a ningún reptil reposando en las cercanías. Otra vista detallada de este mismo entorno, me hizo fijarme en una extraña figura de piedra apartada de la pequeña ciudad, y mirándolo con más detalle, constaté que era un monolito. Parecía ser un dragón enroscado como una cobra, tenía dos enormes alas en la parte superior de su espalda y otro par más pequeñas debajo de esa par, y otras más pequeñas debajo de estas y así hasta el final de su cuerpo. Su cabeza era bastante extraña, con un gran cráneo abultado, pero iba acorde al tamaño de la figura, y parecía tener dos bocas, una enorme al comienzo de su cabeza, y una más pequeña sobre esta, y atrás los ojos tallados en rubíes, aunque uno se le había extraviado seguramente con el paso del tiempo. Seguramente se trataba de algún dios de la américa prehispánica que no conocía. Noté que Ramón también había mirado al monolito pero no llamó mucha nuestra atención. El muchacho siguió caminando con la fe de poder ver alguna de las serpientes de Higgs, así que lo seguí a mano derecha y pude detallar al interior de la casa a los otros dos compañeros revisando algunas repisas, y a Victoria mirando a otro monolito del cual no me había fijado pero era el mismo diseño que el anterior, sólo que se veía nuevo, una réplica. Seguramente cosas que el profesor habrá encontrado y que no tuvo la intención de donar para un museo. A continuación, sigue avanzando con el chico hacia otro lado del cristal, encontramos a otro monolito esta vez hecho de piedra y cubierto de musgo, se veía en mejores condiciones que el anterior y abajo había un cartel que decía: Slyruboros, es la serpiente que devorará al horizonte. Y más abajo del grabado estaba la firma de quien hizo una supuesta traducción del texto original de la reproducción del monolito.

Volví a acompañar al muchacho a otro sitio para observar por él a ver si hallábamos a las serpientes que él deseaba mirar. De pronto, miré sobre una platabanda que estaba cubierta por vegetación. «Esta habitación es enorme, mide por lo menos 300 metros cuadrados, muchas cosas se pueden esconder aquí» pensé. Acercándome un poco más, no tardé en descubrir otra obra tallada del mismo dragón, Slyruboros, pero esta era mucho más grande que las dos anteriores que apenas medían unos treinta y cuarentaicinco centímetros aproximadamente, la estatua sobre la platabanda, medía dos metros e igual estaba tallada, sólo que en mármol y no en una simple roca. A mano izquierda se encontraba un cartel que rezaba lo siguiente:
Slyruboros, es la serpiente que devorará al horizonte. Es el horror dentro del caos. Su voluntad macabra se hará cumplir en cada civilización, en cada caverna y debajo de cada piedra que esté sobre la tierra. Sus vástagos llegaran primero gritando muerte. Sus colmillos se clavaran, la locura devorará a sus víctimas. El cielo se tornará rojo y después negro, así sólo quedará una enorme oscuridad, y para aquellos que sobrevivan al desastre, serán afortunados por ser tragados por él.

A continuación, comenzó a sonar una alarma y los cristales que separaban a la habitación del serpentario, comenzaron a bajar, dejando el camino libre para el paso de las serpientes hasta donde nos encontrábamos nosotros en ese momento.

«Pero no hemos visto una sola serpiente en ninguna rama ni debajo de ninguna piedra. Quizá el lugar esté totalmente vacío. Quizá Pavel jamás colocó serpientes en este lugar» pensé para intentar calmarme, pero mi instinto me empujaba a salir corriendo del lugar, nunca he sido valiente. Comencé a caminar hacia donde estaban los demás, no reparando en Ramón quien quizá seguía buscando serpientes como un niño busca dulces. A continuación, escuché un eco que retumbó en toda la habitación. Era un sonido metálico, no era humano, hacía una especie de “baaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaummmmmmm”, “baaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaum”. Sea lo que fuera eso evidentemente no era de ninguna serpiente o culebra, tampoco me era un sonido similar, ni un zumbido como describían los desafortunados del grupo de Miguel. Escuché unos pasos que se aproximaron rápido a donde estaba yo, era Ramón, seguramente curioso por aquel sonido. Intenté decirle algo pero fui sorprendido por aquel ruido estridente y metálico “baaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuaaaaam”, cambiaba de frecuencia. «Se escucha enojado» pensé. Acto seguido, indiqué al chico que regresáramos a donde estaban Victoria, Tomás y Darío, avanzamos menos de veinte metros cuando escuche un “crack” detrás de mí, y luego un grito muy fuerte por parte de Ramón. Me fijé detrás de mí y miré cómo una enorme serpiente negra lo sostenía por la pierna habiendo enrollado a su cola en ella, y seguidamente, esta en un movimiento rápido y ágil movió su cabeza hasta la del chico, abrió su boca mientras este daba un último grito y mordió su cabeza, pude escuchar el sonido de los huesos al romperse mezclado con los sesos y la sangre. Me caí sobre la grama aterrado, no podía moverme y me quedé observando al animal. Su piel era de un color negro como nunca antes había visto, era más oscura que el carbón, era tan negra como el vacío cósmico. Esta arrancó la cabeza del muchacho y la tragó, seguidamente se viró y la vi de frente. Entonces supe que no era una serpiente, era Slyruboros. Lo reconocí por su cabeza con una boca sobre la otra, y por fin vi sus ojos, eran amarillos brillantes. Su no tenía alas y sus lenguas no eran bípedas ninguna, en cambio eran largas y de un color rojo intenso ambas, tanto la lengua de la boca inferior, la más grande con la cual arrancó la cabeza al chico, como la superior, la más chica. Slyruboros era grande, quizá midiera más de seis metros y tenía su vista fija en mí, se me quedaba mirando y olfateaba, hacía todo lo contrario a una serpiente o cualquier otro reptil… Creo que comencé a gritar del horror, Slyruboros parecía poder escucharlo, al igual de forma contraria a lo que supone ser su especie en el reino animal, y pese a esto, seguía mirándome quedamente. La vista comenzaba a nublarse y sentí que me orinaría o defecaría encima. No supe cuánto tiempo pasó cuando un chorro de sangre caliente y oscura salpicó en mi cara. Se trataban de mis compañeros que estaban defendiéndome de Slyruboros. Recobré la consciencia y vi cómo Victoria, Darío y a Tomás daban estocadas con los machetes y las espadas que estaban en la mesa a la entrada del serpentario. El animal esbozó un grito ensordecedor, era aquel mismo sonido metálico que hizo eco de nuevo por todo el lugar “baaaaaaaaaauuuuaaaaaaauuuum”. A continuación, Slyruboros, fuerte, ágil y rápido en un movimiento se quitó a los tres de encima, tirándolos al suelo con mucha facilidad, así dirigió a sus grandes bocas al rostro de Darío y escuché nuevamente el crujir de los huesos de la cara y el cráneo per se, romperse en la mezcla de tejido blanco y sangre. Darío jamás dio un gritó, murió en el mutismo, jamás sabría qué lo mató. La criatura mordisqueaba el cráneo y meneaba a todo su oscuro y pesado cuerpo. Tomás, el más grande y fuerte se levantó, tomó a su espada ancha y en un movimiento rápido, la clavó en la espalda de la ominosa bestia y esta emitió de nuevo aquel sonido metálico con mayor fuerza y enojo. Yo me recobré y me levanté al igual que Victoria, tomé el machete que era de Darío, Slyruboros seguía retorciéndose del dolor mientras su cabeza reposaba en el charco de sangre y sesos de lo que era el rostro de nuestro compañero, y con habilidad, clavé el arma dentro de su boca superior, y Victoria enterró la suya con mucha fuerza en el cuello de la bestia. Ya esta no emitió ningún grito ni ningún quejido, y los movimientos de su cuerpo cesaron, Slyruboros había muerto al igual que dos de nuestros compañeros.

Pasarían más de dos horas de que salimos de la habitación «16» para dar con otro pasillo largo «17» que nos llevaría a una escalera con forma de espiral que nos guiaría dos pisos más arriba «18», a través de otro pasillo con docenas de puertas hasta que dimos con la que Victoria indicó que era la correcta «19», ya no me fijaba en el decorado de las habitaciones…«20»…«21». En las dos llamadas correspondientes a estas dos horas el doctor Higgs, Victoria no quiso especificar lo que había pasado en el serpentario, ella mismo dijo que el doctor se daría cuenta en el camino de regreso. Y en nuestro camino por estas habitaciones anduvimos en mutismo, intentando componernos del shock por lo ocurrido. Este lugar era sin duda algunas el infierno.

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este si estuvo largo eh... pero igualmente entretenido... me pegunto si ese Higgs no se habrá convertido en Slyruboros.