La dulce anciana avanzaba con dificultad a pesar de sus 85 años y a pesar de la adversidad que era su penosa enfermedad pero ella no se rendía, por cada golpe de la vida ella devolvía una sonrisa y mientras tuviera aliento , sus piernas tenían que obedecerle y ayudarla a salir a comprar aquella medicina que la ayudaba a pelear hasta con la misma muerte..
Ese día se inauguraba una gran farmacia, que amenazaba seriamente la popularidad y preferencia que hasta ese momento tenía la humilde farmacia que tenía Don Augusto que observaba sumamente preocupado y triste como en la flamante farmacia se arremolinaba toda la gente del pueblo y donde al parecer se podría encontrar cualquier medicina.
En eso, Don Augusto ve pasar a su mejor cliente y muy amiga además como era Doña Gertrudis; la dulce anciana que también sucumbía ante el mágico encanto de la nueva farmacia que al parecer vendía hasta la vida misma y se puso aún mas triste ya que el nuevo local le había robado la atención de aquella ancianita tan bella y adorable y que todos los días le regalaba además de una bella sonrisa un cafecito bien sabroso con sabor a cariño y a amistad.
Cuando Doña Gertrudis entra al imperio de la salud y le pregunta al dueño que tenía cara de dueño del mundo:
-Buenos días señor; mire, aquí en este papelito esta escrito el remedio que me hace falta y disculpe Usted que no se la diga de boca; esta memoria mía cada día está tan mala y por otro lado es un remedio con un nombre bien raro y largo; sabe una cosa; el anterior remedio que yo tomaba como que ya estaba perdiendo la pelea con esta enfermedad que tengo pero sabe una cosa la pelona no va a poder conmigo y vine aquí ya que parece que este lugar tiene la cura para todos los males.
Cuando el ostentoso dueño que al parecer se le había olvidado la sonrisa y poner buena cara ante los clientes lee el papelito, dice con voz arrogante que rayaba en la mala educación:
Mire anciana, tengo el medicamento pero es el mas caro que tengo y dudo mucho que Usted tenga el dinero para comprarlo.
Ay Señor, no sea tan malito , es cierto ya vi el precio y no me alcanza pero será que me lo puede dar y le pago el resto cuando me paguen mi pensión; de ese remedio depende que estos huesitos no vayan a dar al cementerio.
Mire abuela, esto no es beneficiencia pública y lamento mucho no darle el remedio; en verdad lo siento pero consiga el dinero y luego hablamos y me disculpa pero estoy muy ocupado a la vez que decía EL OTRO CLIENTE POR FAVOR.
La dulce señora baja la cabeza y muy triste y desesperada se aleja y unas lágrimas de dolor e impotencia asoman su bello rostro pensando en lo injusto que es la vida; donde el dinero al parecer lo es todo y si no tienes, para que sirve ser la abuelita mas buena,mas dulce y mas apreciada de aquel pueblo, para que servía ser LA MADRE DE TODOS.
Sería que aquel acaudalado hombre se iba a empobrecer si no recibía el dinero completo de esa medicina que para ella era vital tanto que significaba la vida o la muerte.
Cuando Don Augusto, dueño de la otra farmacia ve pasar a su querida y gran amiga además su mejor cliente de toda la vida muy triste y angustiada le grita :
- Adios Querida Amiga.
La viejecita se detiene y una gran sonrisa ilumina su cara:
Hola Don Augusto ¡ que gusto verlo!.
Amiga ¿Que le pasa? cuando la vi traía cara de velorio.
Ay Don Augusto y no es para menos; fuí para esa fulana farmacia; ya sabe la nueva esa que pusieron a ver si conseguía ese remedio que ya usted sabe; la que me mantiene viva y el tendero me dijo que era muy caro.
Doña Gertrudis no se me ponga triste que Usted es una roca bien fuerte que le da ánimo a todos, yo por supuesto no tengo ese remedio pero venga mañana a ver que podemos hacer, ya se que Usted depende de esa medicina.
Gracias Amigo mío; su farmacia será pequeña pero Usted y su gran calidad humana le da vida a cualquiera y ahora me voy Don Augusto y que Dios me lo bendiga por su buen corazón.
Esa misma tarde, Don Augusto rompe el cochinito de sus ahorros y emprende un viaje largo y costoso a la Capital a buscar y rebuscar EL MUNDO si es necesario pero aquella abuelita adorable no se quedaba sin su medicina.
A la mañana siguiente un rico y único aroma de café inunda los sentidos de Don Augusto y ya sabía que su querida amiga Doña Gertrudis se acercaba.
Hola viejo amigo,le traje un cafecito para alegrarle el día.
Y bien que lo necesito Amiga, a ver si me levanta el ánimo y algún viejo cliente se acuerda que yo existo y me compra algo.
No se preocupe VIEJO AMIGO Y TÓMESE ESTE CAFECITO.
Gracias Doña Gertrudis, bueno dejemos el llantén y alegremos la cara pues le tengo su REMEDIO.
Gracias MI SEÑOR Y A USTED Don Augusto, pero estimado amigo seguimos en las mismas, el poco dinero que me quedaba lo gasté ayer en mis perros y no puedo adelantarle nada , será Don Augusto que me aguanta un poquito hasta que me paguen la pensión.
-Mire amiga; lo importante es que aquí está el remedio; llévelo y cuando pueda me lo paga; verla con vida todos los días y recordar con alegría los viejos tiempos es mas importante que el dinero y además¿ Como podría yo pagarle ese cafecito de todos los días que me endulza la vida? Si, Doña Gertrudis , se que el dinero es importante pero los ratos de felicidad, los buenos consejos, ver en Usted una madre; eso para mi bella dama no tiene precio.
Doña Gertrudis con lagrimas en los ojos ante las palabras de aquel gran hombre solo atinó a decir con voz entrecortada:
Amigo, lo único que puedo decirle es QUE DIOS SE LO PAGUE.
Para Don Augusto estaba claro que la ventA de una medicina mas o una medicina menos no lo iba a hacer ni mas rico ni mas pobre pero ver todavía con vida a aquella VIEJECITA ADORABLE Y DISFRUTAR SU COMPAÑÍA CON EL AROMA DE UN RICO CAFÉ PARA ÉL ERA COMPRAR LA FELICIDAD.