Una de las incógnitas que más suscita la existencia de Dios es si debe ser considerado como ”algo” o como ”alguien”. Los seres humanos tenemos rasgos bien definidos que nos diferencian a simple vista del resto de las especies vivas y más aún de las cosas, pero en esencia lo que más nos diferencia de todo lo que conocemos, animado o no, es la personalidad. Dado por aceptado que Dios es nuestro Padre, de quien heredamos nuestras características esenciales, debemos reconocer, entonces, que el Señor tiene personalidad, y de esta tautología nace la pregunta: ¿Cómo es la personalidad de Dios?
En el artículo Ambrosía de Dios me refería a que la mejor forma de conocer a Dios es conociéndonos a nosotros mismos, y reconociéndonos como seres trinos, conformados por un cuerpo, un alma y el espíritu, podemos suponer que nuestro Padre también los posee aunque infinitamente superiores a los nuestros. En los seres humanos cada uno de estos componentes es portador de información totalmente diferente entre ellos, que al amalgamarse de manera holística forman una entidad con personalidad propia; de manera que quienes piensan que el alma y la personalidad es lo mismo, excluyen la influencia que el cuerpo y el espíritu atañen sobre la personalidad. Ahora veamos la naturaleza de cada una de estas fuentes de información y qué contiene:
• Cuerpo.- Su información es de naturaleza genética y data desde que se originó la vida en el planeta. Tiene que ver directamente con la evolución de las especies, tal como el célebre naturista Charles Darwin describió en sus teorías. Siendo los seres humanos el último peldaño de la escala evolutiva, nuestro cuerpo, en su código genético, contiene toda la información correspondiente a nuestras funciones fisiológicas, los instintos de supervivencia, el carácter y las emociones. Estas últimas tienen relación directa con los sentimientos, cuyas experiencias marcan de tal forma nuestra personalidad que pasan, a través del alma, al plano inmaterial como información trascendental cuando el cuerpo muere.
• Alma.- Su información es de naturaleza etérea y comienza a copilarse desde que apenas éramos organismos unicelulares, como las bacterias, hasta lo que somos hoy en día, pasando por todas las clases de especies vivas utilizando como mecanismo de trascendencia la rencarnación. Todo el cúmulo de experiencias en cada una de las encarnaciones queda grabada en el alma y es información que se va depurando en la medida en que más nos humanizamos.
• Espíritu.- Su información es de naturaleza divina porque es Dios mismo en su nivel más elevado. Toda la información del Universo reside en el espíritu, razón por la cual el Altísimo posee todo el conocimiento que existe. Vivimos inmersos en el espíritu y vamos accediendo a su conocimiento en la medida en más evoluciona nuestra alma. Una vez que alcanzamos el conocimiento universal nuestra alma se fusiona con el espíritu y no vuelve más al plano material, es decir, no volvemos a rencarnar; dejamos de ser una identidad individual pasando a ser universal, formando parte de Dios en su plano más álgido.
Personalidad sin emociones
Las emociones juegan un rol insoslayable en la personalidad de los seres humanos, de manera que nos resulta inconcebible pensar que pueda existir una personalidad sin emociones. Resulta que Dios no tiene emociones y aun así tiene personalidad. Todas esas historias bíblicas que hablan sobre ”la ira de Dios” son meras alusiones que estereotipan la imagen de nuestro Señor haciéndolo ver como un ser iracundo, causante de severos castigos; si la ira es un pecado y Dios siente ira entonces sería un pecador, algo que es inaudito. Tampoco se siente afligido por nuestro comportamiento antisocial y autodestructivo, porque su inteligencia magnánima le indica que es normal que, estando la humanidad en plena etapa de adolescencia, tengamos una conducta hostil ante nuestros propios intereses, pero que iremos superando en la medida que maduremos como especie, al paso de nuestro proceso de humanización.
El porqué Dios no tiene emociones se explica en que éstas provienen de los sentimientos, que son el síndrome que nuestros sentidos experimentan al recibir un estímulo, y que tienen la facultad de ”enseñar” a nuestro subconsciente a reaccionar de una forma determinada al presentarse tal estímulo, aflorando de esta forma una emoción que corresponde a lo aprendido por el subconsciente. En la medida en que las personas nos hacemos más adultas ”emocionalmente” más control ejercemos sobre las emociones hasta que estas desaparecen cuando nuestro dominio es total; este es el momento en que podemos alcanzar la paz espiritual característica en Dios.
La personalidad de Dios está basada en su inteligencia, su amor, su belleza, sus principios; factores que conforman toda personalidad, aunada las emociones al ser humano común, pero que en Dios, en lugar de éstas, existe la paz que en el momento más álgido de nuestra evolución como individuos podremos alcanzar.
Saludos. La imagen de Dios es impensable para los humanos. Escapa de nuestras capacidades cognoscitivas. La idea de un ser omnipotente, tampoco es pensable. Entre tanto, nos conformamos con pensar a Dios como algo semejante a nosotros. Me gustan los asuntos que planteas en tus post. Felicitaciones.
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Muchas gracias @perseo3, en verdad que en tus comentarios demuestras el culto al intelecto al que te has dedicado, y me honra que personas como tú lean mis artículos y dediquen de su preciado tiempo un momento para comentarlos. Seguiremos en contacto.
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Gracias por tomarme en cuenta.
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