La joven de la sangre de oro (XXX)

in spanish •  7 years ago  (edited)

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Aesir no pudo evitar sentirse inquieto ante aquella respuesta. Generalmente no le importaba lo que les sucediera a los seres humanos siempre y cuando el resultado le beneficiara, pero aquél momento era la excepción. La misión que Jápeto le había encomendado dependía enteramente de la intervención de Cristina como mediadora entre él y los dragones. Que Draugr la viera  como la reencarnación de su amada muerta no solo complicaría más la situación, sino que incluso desembocaría en una tragedia que terminara de hundir su reputación entre los demás arcángeles. 

Y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir. 

Cristina, mientras tanto, observó a Degaulle detalladamente.  Aquél ser de alas de murciélago y piel morada le provocó una serie de emociones encontradas que no sabía explicar; sentía, percibía cómo la llamaba, la atraía hacia él. Estaba segura de que no era lujuria o deseo; era algo más fuerte que ambas emociones juntas. Tampoco era amor, mucho menos odio.

Degaulle parecía comprender su dilema, puesto que, al interponerse entre ambos sin quitarle la mirada encima a Aesir, la tomó de la mano.

"Grande y cálida... Tan familiar", pensó la joven al sentirse guiada por él hacia la salida.

Aesir los miraba con incredulidad. Cristina debió haber aprovechado la oportunidad de escapar; en su lugar, se iba con el enviado de Draugr sin ofrecerle ninguna resistencia. Por un momento se preguntó si lo había arruinado de nuevo al tomarla de cuello y si ella estaba bajo los efectos de alguna droga o de algún estado hipnótico. Tenía que recuperarla si quería que la misión fuese exitosa.

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-¿Por qué me ayudaste? -fue lo primero que inquirió Cristina al esconderse en el Edificio Central de la Universidad Autónoma de Yucatán.

Degaulle, mirando para todos lados, le respondió:

-Draugr me ordenó protegerte.

-Me lo supuse, aunque aún no entiendo el por qué. Yo no soy Aellia.

Degaulle se limitó a asentir con la cabeza. Había escuchado un rumor de ese tipo en el Metnal el otro día; Ondskap y Draugr habían mantenido una disputa encarnizada en el que la primera le reclamaba una traición a su amor. Su jefe, indiferente, le replicó entonces que lo de ambos era lujuria y pasión, mas no amor.

No podía culparlo. Él también haría lo mismo si Cristina fuera la reencarnación de su amada muerta. Esa clase de amores no mueren de la noche a la mañana, sino que sobrevivían a las inclemencias del tiempo y el espacio. Eso lo sabía de sobra por su padre, Creont.

Miró a los ojos a la chica antes de levantar vuelo. 

Cristina era una mujer fuerte; eso lo pudo percibir al momento de entrar en contacto con la familiar calidez de su mano. Nunca sabría si era por ese detalle que se encontraba en la lista negra de Aesir, pero estaba seguro de que aquél buscaría la forma de hacerle pagar por ello, eso si Draugr o él mismo no lo mataban primero antes que verla morir por sus manos.

-Si me necesitas, solo murmura mi nombre una vez-le dijo, desplegando sus alas. 

-Eso no será necesario. 

Degaulle se volvió.

Aesir se apoderó de Cristina, empujándola contra la pared; Degaulle inmediatamente acudió en su ayuda, mas fue detenido por dos ángeles que lo sometieron de inmediato.

-¡AESIR, NO! -gritó Degaulle mientras forcejeaba con los ángeles en un intento por liberarse.

Cristina, mientras tanto, luchaba con tal de zafarse del agarre del arcángel. Sus ojos... Sus ojos azules se habían tornado rojos; sus facciones poco a poco se transformaban en la viva imagen de la maldad. Sin embargo, había un detalle que notó tan pronto cruzó su mirada con la de aquél supuesto ser de luz: No tenía ningún rastro de la enfermedad. La mancha negra siempre se ubica en los genitales, en los hombros, en los brazos, en las manos o en el rostro, recordó que Ivar le dijera el día anterior. Ésta se extiende por todo el cuerpo apenas detectan la amenaza. Digamos que sus portadores son una especie de zombies programados para atacar un objetivo específico.

-Tú no eres Aesir -murmuró.

Aesir la miró directamente a los ojos al escuchar aquellas palabras. Con una sonrisa de oreja a oreja, replicó:

-Eres exactamente como ella, pequeña humana... Muy intuitiva.

Sosteniendo una daga torcida en su mano izquierda, el falso Aesir se dispuso a dar el golpe ante la mirada de una Cristina que empezaba a trabajar rápidamente en su mente en una solución oportuna a su situación. No obstante, un conocido gruñido lo detuvo. 

-¡Ivar!, ¡Caronte! -exclamó Cristina aliviada al ver cómo Caronte rápidamente apartaba al falso Aesir de ella y lo enviaba volando contra la pared mientras que Ivar escupía fuego contra los dos ángeles, los cuáles se habían deformado para asombro de un Degaulle que había logrado zafarse de su poderoso agarre. 

-¿Estás bien? -inquirió Caronte, muy preocupado.

Cristina, tosiendo, asintió con la cabeza. Incorporándose, añadió:

-Él no es Aesir... Es Ondskap.

Ivar se volvió hacia la aludida. Ésta, revelando su verdadera forma, exclamó:

-¡Jamás me arrebatarás de nuevo a Draugr, maldita perra!

-Por mí te lo puedes quedar. Él no es mi tipo -replicó Cristina con asco.

Con un alarido de furia, Ondskap estuvo a punto de lanzarse contra ellos. No obstante, una mano la jaló de una de las alas y la aporreó contra la pared. Ondskap, estupefacta, exclamó:

-¡Draugr!

El aludido la tomó inmediatamente del cuello con una fuerza que la hizo temblar de terror. Con la furia marcada en el tono de su voz, el general le dijo:

-Nunca vuelvas a tocarla, mucho menos a insultarla. 

-Draugr, mi amor...

-¡Nunca te acerques a ella, ¿me oíste?! ¡NUNCA!

Un circulo de fuego apareció en el suelo, hundiendo a ambos ex amantes rápidamente. Cristina, en completo estado de shock, se volvió hacia Ivar. Éste, adivinando su deseo de irse, bajó una de sus alas para permitirle que subiera a su lomo. Caronte, por su parte, se volvió hacia Degaulle y le dijo:

-Será mejor que te vayas, Degaullie. No querrás cruzarte con el Aesir real.

-Lo que tenga yo con Aesir no es de tu incumbencia, Caronte -replicó con rudeza el aludido.

-Lo es porque eres mi drakae.

Cristina miró a ambos con sorpresa mientras que Degaulle, con seriedad, murmuró: 

-Cuídenla bien.

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Disponible en Wattpad 

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Estoy idiotizada siguiendo la historia de Cristina, me encanta que hayan sido ex amantes, ahora estoy más a la expectativa de lo que va a ocurrir. Ondskap no se quedará quieta, seguro ya trama algo, y ella si me da miedo.

Draugr menos. Con ese ataque es seguro que lo pensará dos veces.

P.D: Ya está disponible el capítulo 31: https://steemit.com/spanish/@vickaboleyn/la-joven-de-la-sangre-de-oro-xxxi