En la playa, sentado a la orilla del mar y con el libro de Crepúsculo: Amanecer en mano, Caronte estaba disfrutando de una mañana esplendorosa y tranquila luego de tantos años jalando de aquí allá la barca en la que transportaba las ánimas en el Hades. O al menos eso creía hasta que, por azares del destino, su teléfono empezó a sonar.
"¡Rayos! Olvidé apagar el teléfono", pensó al ver en la pantalla el nombre de su jefe. "¿Qué le diré?, ¿qué le diré?"
Decidió que el teléfono continuara sonando en lo que pensaba qué decirle, pues estaba seguro de que alguien había ido con el chisme de su ausencia. Sin embargo, no pasaron ni cinco minutos hasta que el teléfono sonó de nuevo.
-¿D-diga?
-¿Dónde demonios estás? -le preguntó su jefe visiblemente enojado.
-En el hospital, señor. Me están vendando el pie.
-... ¿Qué pasó?
-Hércules estaba borracho. Con su botella de cerveza Sol me golpeó en el pie; ¡por poco me aplasta los dedos!
-¿Hércules? Pero si no hace poco lo vi en casa de mi hermano anunciando su boda con su nueva novia.
-Pues ya vio que aún es proclive al alcohol, señor.
-Hablaré con mi hermano para que le reprenda. Puedes tomarte el día libre para que repose tu pie. Le pediré a Orfeo que te supla.
-Se lo agradezco, señor.
-Que te recuperes.
Cuando Hades colgó, Caronte apagó su teléfono con prisa. Luego, recostándose en la tolla que había extendido bajo su sombrilla, se dispuso a echarse una siesta. Mientras tanto, en el Inframundo, Hades se peleaba largo y tendido con Hércules; éste le decía que no había regresado al Inframundo desde que fue a robarse por unos minutos a Cerbero. Hécate, quien estaba presente en la entrada de la oficina con los demás empleados de la oficina, pensó que había sido una muy mala idea cubrir la escapada de Caronte a cambio de un autógrafo de Hugh Jackman.