¿Quién Vela Por la Muerte de Un Pequeño Inocente? (Relato)

Martes 12 de diciembre, venía caminando por aquellas frías calles del mes de diciembre, eran las 5 de la tarde aproximadamente, venia en mi típico recorrido camino a casa, cuando de pronto apareció ante mi esa alma pura e inocente. Compartió conmigo un pequeño perrito de color negro, patas larguiruchas y una cola que no paraba de demostrar la felicidad al verme, juguetón alegre, Totoro le llamé en ese momento, al parecer le agradaba el nombre o quizás mi compañía, compartimos un par de juegos mientras yo seguía mi rumbo, al parecer Totoro no quería dejarme, algo en su mirada me decía quédate un rato más., lamentablemente la tarde caía y la inseguridad empieza a relucir al paso de la noche. Juro que si no es porque tengo una gata y mi presupuesto cada día es más ajustado, te llevaba conmigo pequeño Totoro. Seguía caminando y el no paraba de buscarme, mi corazón se arrugaba yo deseaba llegar a mi hogar buscar algo de comer y bajar a buscar al pequeño Totoro para alimentarlo, pero fue en ese instante donde todo ocurrió. Me despedí con caricias deseando volver a ver a esos ojos llenos de ternura, sabes que es amor cuando no te pedía nada a cambio solo quería más y más caricias junto a los juegos, le pedí que no me siguiera, jurando que me entendería. Totoro se quedó del otro lado de la calle mirándome, yo traté de no verlo porque sus ojos llenos de dulzura me seguían., Decidió cruzar la calle cuando de pronto un jeep, insensible (no tengo palabras poco obscenas para describir aquel hombre), pasó a toda velocidad sin importar que el perro cruzaba, Totoro se desespero yo corrí hacía el Jeep pero fue muy tarde, el bastardo solo se reía a carcajadas mientras abandonaba el lugar de los hechos. El pobre perro arroyado solo contaba con los movimientos involuntarios que sus nervios provocaban, aquel hombre lo ha matado en seco. Me desate en lágrimas, en dolor, entré en completo shock, me sentí culpable por no evitar aquella catástrofe. No sabía que hacer, no podía dejar el cadáver de mi amigo en plena calle, con el dolor de mi alma, el corazón vuelto trizas, cargue al pequeño hasta la otra acera. Pequeño Totoro, nuestro compartir fue breve, me siento desdichada por tu perdida, se que eres un ángel con colita y estarás en el cielo de los perros. Gracias por regalarme algunos minutos de sonrisas en el camino a mi hogar.