Película: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, (2027, USA) Director: Martin McDonagh. Protagonistas: Frances McDormand, Sam Rockwell, Woody Herrelson
En la autopista del Este, camino a casa de mi hermana en Caracas, tiempo ha, numerosas vallas publicitarias bordeaban esta arteria vial con hermosos, vistosos y creativos mensajes. Había una que mostraba en una erótico-artística fotografía a una famosa y hermosa actriz venezolana, el mensaje de la valla no recuerdo, si lo buena que se veía y esa manera tan sutil que tenía de meterse en la memoria. Hoy hay pocas vallas en esa vía, más parecen un recuerdo de otros tiempo resistiendo la muerte. Pero cuando conduces la atención a las vallas dependerá del impacto que su mensaje tenga, pero si su mensaje es insípido pasan desapercibidas y son como sombras. Las vallas que Mildred Hayes, contrata para ser exhibidas a la entrada del pueblo de Ebbing, en el estado de Missouri, Estado Unidos, tienen entre las tres un solo mensaje y ese mensaje mueve toda una historia, llena de humor negro, grandes actuaciones y una puesta en escena brillante.
La película gira en torno a la ira. La rabia devoradora de las almas de aquellos relacionados con un asesinato recordado diariamente por las vallas que la madre de la joven muerta, violada y quemada contrata a la entrada del Ebbing, Missouri. Un pueblo cuya calma se debe al espíritu conciliador de su sheriff, genialmente interpretado por Woody Helderson. Calma por la autoridad moral de ese sheriff y de su sagacidad y sapiencia para bienestar de la comunidad. En ese cuartel policial trabaja un loco, tan loco como que en su locura pretende a costa de su propia salud física tratar de enmendar sus errores los cuales se le revelan por la misma sapiencia del sheriff.
Frances McDorman simplemente se la come. Interpreta a la madre y es sobre ella y sus actos por lo cual la película tiene una vida, una historia bien contada y una rabia que ella no esconde, la ira la vence y la vence en su más íntima aspiración: el amor que es contrario a la ira que la carcome. El personaje fiel a la rabia que lo mueve no permite que nadie pueda de alguna manera burlarse de ella o hacerle cambiar su parecer y la paliza verbal que le da al cura en una de las escenas cumbre de la película es simplemente memorable. La cara del cura cuando recibe cada palabra es de película (Je je). Igual con todo, la importancia del diálogo en la película recuerda esto del estilo de otras películas de bajo presupuesto y extraordinarios directores denominado Mumblecore. Pero a pesar de ser ella la protagonista y de una actuación igualmente buena de Helderson, es Sam Rockwell para mí, quien mejor logra desarrollar su personaje. Ese oficial de policía racista, prepotente, borracho y, para colmo y alimento de burla del pueblo, vive con su madre. Es el personaje que casi logra descifrar el misterio del crimen cometido y es más o menos el reflejo del sentimiento de todo el pueblo: mejor dejar las cosas así, como están no vale la pena investigar porque de repente se consigue con cosas que nadie quiere saber. Es decir, es mejor estar frente al televisor, obnubilado mirando fantasías que contemplar unas vallas que recuerdan a cada instante que hubo un asesinato de una de sus vecinas, de una de su comunidad que a nadie ahora importa. Lo he dicho en anteriores post, si hay algo que me molesta mucho es spoiliar, y como no quiero echarle a perder a nadie el placer de ver esta maravillosa película, espero no adelantar ningún desenlace con lo que escribo. En fin, dicho esto, hay entre los personajes una especie de combate donde se dan o bien verbalmente o bien físicamente unos golpes. Cual es más duro, no sé, porque tanto la madre de la joven asesinada como el pueblo, el policía y una recién viuda, reciben los embates más duros a través de una carta. Cuasi desde el más allá -es cuestión de definición de tiempo- la carta es fundamental para determinar el curso de la historia contada con tal facilidad que es agradable verla. Entretenida sin ser superficial hurga en el alma de sus protagonistas y el montón de risas no la hacen una comedia, la hacen un tronco de película digna del Oscar.
Quisiera poder tener la posibilidad de poner unas vallas a la entrada de mi ciudad (pueblo grande) en la cual colocar algún mensaje para impactar de tal manera que toda la colectividad pueda involucrase. Y, al igual que en Ebbing; Missouri, el mensaje sea para no olvidar algún gigantesco y doloroso evento y motorizar a todos para no caer nuevamente en cometer los mismo errores. Basta decirles que las vallas ya no adornan los bordes de las carreteras o autopistas, solo hay algunas que alaban a los gobernantes y éstos siempre impedirán que se conozca la verdad. Si aparece una valla contraria, seguro, como en Ebbing alguien las quemará.