La Casa de la esquina III - Relato

Nicolás se llamaba. Nos miramos nuevamente la cara y dijimos otro Nico ¿qué?. Siempre amable y callado transcurrió su vida en silencio allí, nunca nadie entro con él a su casa, aunque no fumaba salía un fuerte olor a tabaco, se había enterado de los acontecimientos que rodeaban aquel lugar y tenía una especie de juego macabro con nosotros, nos miraba con malicia y acostumbraba sacar una gran navaja de su bolsillo, corríamos todos con las señoras, aunque siempre amable, se la daba de misteriosos y hablaba mucho de su trabajo, parecía haber construido una especie de red de chantaje y favores entra las amas de casa del vecindario, puede que valiéndose de eso para conseguir una taza de azúcar, café u otros favores.

Durante el tiempo que vivió siempre jugo a eso, prestaba y fiaba y nunca pagaba. Para eludir las críticas y reclamos hasta dijo una vez que era hermano de Nicosia que había llegado allí a sacar un entierro de sus joyas que estaba en algún lugar de la casa, muchos lo escucharon escarbar y martillar. Un buen día se mudó y nadie se enteró, se fue a media noche solo dejando deudas y dudas de su comportamiento.

La casa volvió a quedar vacía y como por arte de magia negra, la bendita cortina de gasa estaba otra vez en la ventana, antes de irse la había puesto como burla.

Con el pasar los años y lo intrépido que nos volvíamos empezamos a perderle miedo a todo, hasta que una noche entre las 9 pm y 10 pm corríamos a nuestros hogares pateando una pelota, entre risas nos empujábamos contra las paredes de las casas hasta que en uno de eso empujones quede de espalda a aquella vieja ventana que tanto temor nos había dado, mis amigos de siempre habían quedado paralizado como quede yo, ellos mirándome, parecía que no podía despegarme de aquella ventana, todo transcurría muy lento, un frio helado recorrió mi espalda y se me erizo la piel, creo que alguien respiro desde adentro sobre mi nuca y un olor fuerte a tabaco sentí, solo esperaba esas: "buenas noches Sr." que nunca escuche. Al fin me despegue de allí y más nunca hable del asunto hasta hoy, que aun tiemblo de solo pensar en la experiencia.