El proceso es plástico, e inicia con la palabra enlace porque se nombra la operación primaria, puente, creación de orden dicotómico (solo como primer esbozo), se traza la primera raya que une lo A con lo B.
Después sigue la construcción de una constelación, algo más amplio e interconectado. Nada de naturaleza homogénea sino diversa, pluridiscursiva, pluriformal. Haciéndose frente a nuestros ojos hay una palabra que construye la idea, el retazo de discurso, una mancha, un fragmento.
Entonces tenemos el collage de enunciados que van retejiendo sentidos a partir de lo que implica nombrarlo todo responsablemente, sin olvidar que la palabra es lo que ha dejado por fuera y lo que no. Por eso decir pez de pecera es decir puente porque no hay quiebre que no muestre el ángulo de procedencia.
La forma que no precisa un único sentido es la antiforma, el discurso quebrado.
Ya que se comprende esta afirmación se puede irresponsablemente aderezar hasta dejar salado el discurso, repleto de enumeraciones que juegan a revelar huyendo, escurriéndose entre sentidos.
Lo que decía es que el lenguaje es collage, migaja echada en el camino que va ruñendo el ratón curioso.
El mago nos revela su truco y nos dice que andamos "viendo nuestra propia huella, humana y divina" porque no somos sin ese acontecer de presencia.