La calma de mí alrededor se siente falsa y desinteresada. El viento es más toxico que las fábricas de petróleo. Mi cuerpo se siente pesado, como si todo el mundo estuviera apoyado sobre él.
El universo sigue girando, el sistema solar sigue girando, nuestro planeta sigue girando, y yo sigo aquí, de pie en medio de una calma que no me pertenece. Soy una intrusa que no sabe lo que es el verdadero sentir.
Las notas de una melodía muda, eso es lo que soy. Invisible al mundo. Invisible ante todos.
Sola en un mundo de falsos e hipócritas.
Miro a mí alrededor y me echó a llorar. Grito con todas mis fuerzas hasta que mis pulmones ruegan por aire, pero no llega a ello. Es falso. Todo aquí es falso.
Las manos me tiemblan, el cuerpo me tiembla. Estoy asustada, no sé qué hacer. No siento la lluvia en mi cuerpo. El viento no mueve mi cabello.
Todos pasan de mí, nadie escucha mis ruegos.
Entonces veo sus ojos negros, más oscuros que la misma oscuridad. Más oscuros que su propia vestimenta.
En su mano una rosa ya marchita, en su espalda un par de alas ya rotas. En sus labios la más cruel de las sonrisas. Pero en sus ojos, la más bonita compasión.
Vuelvo a gritar, nadie me escucha. Intento respirar pero me doy cuenta que ya no puedo.
El temblor se ha detenido, las lágrimas también lo han hecho. El da un paso asía mí. Acaricia la piel de mi brazo con la rosa.
El tacto el áspero y para nada delicado. Sus labios se mueven pero no logro saber que dicen. Sus pasos regresan por donde vinieron.
En un acto de desesperación estiro mi mano y doy un paso.
La transparencia de mi piel me deja helada. La falta de oxígeno no ayuda en nada. Un pitido se ha posado en mis oídos, y es cuando logro escucharlo.
- Ve a donde quieras, pequeña alma en pena.