Una historia que no tiene que ver con la visita de Francisco.
Francisco estaba de visita, así que recorrimos todos juntos como una vieja familia las playas de la costa. Pero esta historia no es acerca de Francisco, esta historia es sobre mí, y sobre Jonathan, más sobre mí que sobre Jonathan. Aquí les quiero contar cómo el mar casi nos lleva, cómo la naturaleza quiso acabar con mi vida, sí, la mía, ¿o es que creían que a los escritores no les pasa nada? ¿que escribimos historias fantásticas y demás que se separan de nuestro ser? Errado, todo se inspira en nosotros. Aquí empieza la historia:
Era una calurosa tarde de agosto del año 2015. Mi primo Francisco estaba de visita en la ciudad, su ciudad natal. Así que todos en familia recorríamos casas y casas juntos de familias que querían volver a ver al niño de 16 años que se había ido a jugar golf desde hace tres años. Esa tarde había tocado pasarnos por casa de Zadia, donde comimos una rica paella y las conversaciones de temas de adulto iban y venían a cada rato. Nuestro espíritu joven atacó y decidimos irnos a la playa, a conocer más de las costas venezolanas en La Güaira. El plan estaba hecho, llegábamos a nuestras casas a las 2:00pm y de ahí salíamos con alguna maleta pequeña y listo. No pudo ser así, el espíritu adulto volvió a aparecer y los argumentos de sensatez, inseguridad y prever el futuro por la hora a la que saldríamos hizo que desistiéramos de la idea, además de que el transporte no lo controlamos nosotros.
...
Tras mucho pensar y desmotivación de todos, Francisco -el primo de las ideas- dijo la misma idea que todos teníamos pero nadie decía, ¿por qué? No lo sé, no eramos Francisco: ¿POR QUÉ NO VAMOS MAÑANA DESDE TEMPRANO? Incluso el plan daba para que los adultos fueran con nosotros y así todo sería más "responsable".
Así fue entonces, la mañana -calurosa también- de aquel agosto caraqueño que mi familia y yo nos fuimos a la playa en un viaje inesperado y poco programado. ¿Quién diría que ese día moriría ahogado por las aguas?
Disculpen que anticipe el final, no lo aguantaba.
Llegamos a algún pueblo de La Güaira y comimos empanadas, ¿qué es la playa... o Venezuela sin desayunar empanadas? No losé. Francisco comió empanadas de dominó, eso es en Venezuela caraotas negras con queso blanco. Se le llama dominó por su parecido (en color) a una pieza de dominó. Jonathan y yo comimos empanadas de plátano con queso, ¿quién pensaría que ese sería el sabor que en el mar quedaría tras nuestra muerte?... Muy bien, dejaré de adelantarme a los hechos y contaré todo como fue, hasta el momento de nuestra muerte.
El día fluyo agradablemente en la playa a pesar de que a veces odio la arena que se pega a la piel. La arena no se pegaba a la piel de Francisco. El día estuvo lleno de una luz natural que le hacía falta a mi cuerpo y a mis fotografías. La playa contó con sus rituales de adulto regulares. No entramos al mar desde que llegamos para reposar la comida, echarnos protector solar en nuestras sensibles pieles caucásicas que el sol de medio día achicharraría y después de eso poder entrar al mar caribe. sí, recordemos que ese mar es el caribe.
Jonathan, Francisco, un tío y yo nos adentramos al mar. Me sorprendía que Jonathan entraba con nosotros porque el siempre fue miedoso del mar, no le di mucha importancia y seguimos entrando. El mar ya nos llegaba al pecho y sin darnos cuenta seguimos avanzando, cuando decidí detenerme fue porque Jonathan atrás de mí me dijo que no podía más, que no "tocaba piso". Yo aún calmado, sin darme cuenta de qué pasaba, me volteé a auxiliarlo. Es en ese momento que me doy cuenta de que no importaba cuántas brazadas yo diera hacia adelante, el mar me llevaba hasta cinco brazadas hacia atrás, a Jonathan le pasaba lo mismo. En ese momento veo a Francisco y a mi tío mucho más lejos y empiezo a gritarles: "¡AUXILIO!" "¡AYUDA!" "¡NOS AHOGAMOS!" Por un momento Francisco me hace señas de "fino" ¿saben, el pulgar arriba? En ese momento grito mucho más desesperado y Jonathan a mí lado se ahogaba cada vez más (el es más bajo que yo). Cuando Francisco se da cuenta del peligro que corremos y que incluso él y mi tío corren empiezan a nadar hacia nosotros. De alguna manera el mar se tornó más "picante" como dicen en los pueblos de La Güaira. Terminé separado de mi hermano al igual que mi tío terminó separado de Francisco. Francisco nadó hacia Jonathan que yo sentía que ya él estaba en Cuba. Desde mi perspectiva lo vi demasiado lejos. Cuando me di cuenta de que ya estaba acompañado traté de seguir adelante pero la resaca de las olas volvía cada vez más fuerte y era menos el tiempo que tenía para coger aire. Logré distinguir que desde la orilla numerosas personas hacían señas extendiendo sus brazos de un lado hacia otro. Quizás habría sobrevivido de entender que debía nadar en dirección diagonal porque la resaca era vertical.
En ese momento no pude pensar en otra cosa que no fuese Isabella, su vida, nuestras vidas, se acabarían. Distintos momentos que vivimos llegaban a mi mente en una suerte de nostalgia y tristeza por lo que nos faltaba realizar, lo que nos faltaba vivir entre los distintos mares que componen a esta tierra y aún así el mismo mar nos estaba quitando esa oportunidad. Ya desganado pensé en mis hermanos en cómo los dejaba solos ante la ausencia de un padre, en cómo dejé literalmente solo a un de ellos en el mar picante de estas playas. Pensé en mi mamá, que se quedaría sola tras perder a dos hijos por la ineficiencia de un gobierno que no colocó en la playa los anuncios pertinentes del mar en resaca, el postergación e informalidad del Caribe, ¡bienvenidos sean!.
Para mi suerte uno de los salvavidas o simple habitante de la playa nadó hasta mi rescate. En cuanto llega a mí, yo sin más energías me abrazo de su cuerpo esperando consideración y auxilio, de una forma desesperada quizás pero sin fuerzas para dar una brazada más. La reacción del hombre fue instantánea y me dijo: "¿Qué e' vale? Suéltame, y no me agarre' así", el hombre solo vino a enseñarme como nadar en diagonal, increíble pero así fue. A esta proposición pedí clemencia y que me llevara, me arrastrara, como un peso muerto, no podía más a pesar de sentir la adrenalina seguir corriendo por mi cuerpo en busca de supervivencia pero que pronto se agotaría. Al final, supongo que por mi mirada perdida y mi ya sentida acción de peso muerto, el tipo accedió a arrastrarme hasta la costa.
Llegué besando tierra, literalmente, y no porque quisiera besarla sino porque no podía pararme. Varias voces me rodeaban diciendo numerosas cosas que no recuerdo ni escuché, solo una: "Chamo, si quieres vomitar, vomita sin rollo". En ese momento solo pude pensar: "¿QUÉ? después de todo ahora viene el vómito"... No pude terminar de pensar en dicha palabra vomitiva cuando efectivamente vino el vómito. Salió el comentario vasto de un chistosito: "AJÁ, comiste empanadas de queso y plátano, rata." venezonalismos que valen la pena acotar para darle más contexto al relato. Cuando entré un poco en razón pregunté por mi hermano y el también ya estaba llegando a la costa, al parecer Francisco y el mismo tipo que me auxilió a mí llevaron a Jonathan a la costa, él pasó lo mismo que yo, vómitos inesperados y un dolor de cabeza que equivalía a la rumba del diablo para los nuevos miembros en el infierno.
Como verán, no morí, físicamente, sería incongruente que -como dije antes- hubiese muerto, en dicho caso ¿cómo habría escrito esto y las memorias del momento? Pero hay varias muertes, la muerte de tus miedos o de partes de ti que tras un suceso hacen que tu vida sea otra. Después de un tiempo de reposo, de tomar alguna bebida energética con electrolitos para recuperar todo lo perdido en la lucha incesante e inútil contra el titánico mar, recorrimos junto a mi tío y hermano menor, las costas para no caer en un miedo eterno al mar, para entender que este suceso se dio solo porque había resaca. Jonathan no lo entendió y no quiso ni quiere meterse más en el mar. Yo lo he ido superando pero muy lentamente, digamos que ahora comprendo lo efímeras que pueden ser nuestras vidas, que un día puedes estar observando un gran atardecer de fotografía y al día siguiente ser secuestrado por alguna mafia o sufrir de una intento de homicidio por parte del mar caribe, por más que rompamos algunas cadenas en nuestra vida, luego tendremos otras, a tantas variables estamos atados que a veces lo mejor es entregarse a la naturaleza. Ese día morí de una forma para nacer en otra, esos pensamientos de cuando "todo empieza a ponerse en blanco" te ayudan a ver qué es lo que te importa y a qué le das la verdadera importancia en tu vida. Sin duda alguna eso me ató a personas que podrían dejarte alguna vez, que podrían hacerte daño con saber lo importante que ellos son para ti, pero también me libró de muchas otras cadenas que podía considerar importantes en mi vida pero no pensé en ellas cuando perdía la misma. El atardecer y la reflexión de esta liberación me hizo tomar fotos con otros ojos, el arte y registro de una supervivencia.
La naturaleza es sabia, somos seres de tierra
tenemos pies y no aletas.
Beautiful photo's =)
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THAAAANKS!
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Buen blog y buenas imágenes. Sigue así !
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Muchísimas gracias por tu comentario. Lo aprecio muchísimo. GRACIAS.
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ya beauty pics wish i knew spanish :(
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Hermosa anécdota!
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Me alegra que te haya gustado :D ¡graciaaaas!
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Me gustan muchos las fotos !
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GRACIAS, gracias por tus comentarios :D. Me alegran muchísimo.
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Muy buenas imágenes! Buen post. Gracias.
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GRACIAS a ti por leer y comentar mi post, ¡esto me motiva muchísimoooo!
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Gracias a ti por comentar y apreciar las imágenes \o/
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