Entre los espacios de un cerco de concreto escucho el agudo sonido de un timbre. Yo caminaba por la calle que daba frente al colegio, miré entre las grises y gruesas vigas y pude ver una escalera de donde bajaban apresuradamente las muchachas que estudiaban allí. Siempre pasaba por ese camino, pero ese día pude coincidir con el receso avisado por las constantes campanillas, inevitablemente pausé mi andar y pude mirar a las bellas chicas que riendo y corriendo disfrutaban de ese espacio de tiempo al aire libre.
Llegando al último espacio de la cerca la vi, conversaba con sus amigas y movía sus manos como explicándoles algo, luego volteó su rostro y sus ojos verdes me miraron, no pude seguir, y me quedé paralizado ante su hechizante mirar. Luego pasó lo más sorprendente de mi vida, ella me sonrió, y su sonrisa fue como un canto de ángeles para mí, le respondí igual y completamente atontado, no sabía qué hacer ni pensar. La amigas la jalaron del brazo y se la llevaron, pero ella girando su cabeza me seguía mirando para luego perderse entre las demás, trataba de buscarla entre el tumulto de chicas uniformadas, pero no lo logré. Soñé que tenía que verme con ella otra vez.
Al llegar a mi liceo les conté a mis compañeros lo que me había sucedido, y entre bromas, risas y empujones les dije que creía que me había enamorado, uno de mis amigos me dijo que ese colegio era de niñas ricas y que un pobretón como yo no tenía nada que buscar allí, no sé por qué razón, quizás por ingenuo, no le presté la más mínima atención a lo que me dijo, sólo pensaba en poderla ver de nuevo, y que esta vez le hablaría así fuese a través de la cerca.
Al día siguiente fui con ansias y me paré frente al colegio, esperaba que sonara el timbre para verla salir, pero el portero, quien era un hombre alto y de mirada amenazante me llamó la atención, hice caso omiso a sus advertencias y me dijo que si no me movía de allí llamaría a la policía, esta última advertencia me hizo alejarme un poco, pero simplemente atravesé la calle, y desde allí me perdí de la vista del enojado vigilante.
Mis oídos escucharon el tan esperado sonido y esperé a que salieran, luego me aproximé con cuidado, del otro lado miraba y miraba alzando y bajando la cabeza buscándola entre todas las chicas, y entonces apareció, esta vez no se percató de mi presencia. Pensé que llamarla sería muy atrevido de mi parte, así que esperé, mi paciencia fue recompensada con su mirada y de nuevo me regaló su sonrisa, alcé la mano para saludarla y ella respondió igual, yo casi saltaba de alegría, me aproximé al cerco y le dije que la quería conocer, acortó distancia y a través del muro que nos separaba de sus labios salió una voz de mujer que despertaba todos mis sentidos.
-Me llamo Irene - me dijo.
-Soy Alejandro - le contesté con voz trémula.
Estaba tan absorto que no me fijé que tenía casi a mi lado al portero del colegio, quien se aproximaba en actitud agresiva hacia mí, me hizo otra advertencia y le dije que ya me iba, ella miraba la escena riendo con picardía mientras yo me alejaba caminando hacia atrás sin dejar de mirarla.
Me sentía feliz de haberla tratado, intercambié con ella pocas palabras, pero para mí era un gran avance, estaba tan contento que corría como un tonto lleno de emoción y comencé a planear la manera de poder conversar con ella fuera de su colegio, pensé en verla al salir de clases, pero a esa hora las cosas eran más complicadas, todo el frente del colegio se llenaba de vehículos y de padres que buscaban a sus hijos, así que la única posibilidad que tenía era verla como lo había hecho antes, tratando de evitar al tan molesto vigilante.
Llegué de nuevo puntualmente a la calle y otra vez nos encontramos, separados como siempre por esas vigas de concreto, esta vez pudimos hablar mucho más que antes, a medida que conversaba con ella pude notar la finura de sus modales y cada palabra que pronunciaba deleitaba mis oídos, me sentí algo intimidado ya que nunca había hablado con una chica tan educada. Yo trataba de articular palabras lo mejor posible pero mi torpeza y nerviosismo me hacían cometer errores, no había duda que ella notaba todo esto, pero en vez de decepción aquello le causaba una gracia que de alguna manera le gustaba. Luego de convencerla tomó un hermoso cuaderno rosado adornado en cada hoja y escribió su número de celular, sacó la hoja del cuaderno con una paciencia que me desesperaba y metiendo su suave y delicada mano entre las vigas me la entregó.
Al tomar la hoja sonó el timbre, ella volteó rápidamente y se alejó, en ese momento recibí un gran empujón que me hizo golpear contra la cerca, había sido el señor portero quien estaba acompañado de otro vigilante, me dijo casi gritando que me lo había advertido, me asusté e intenté correr pero el otro señor me dio un golpe y caí de bruces en el suelo, pude recuperarme y logré escapar. Me persiguieron unos metros pero logré escabullirme entre las calles, me había raspado parte las manos y los codos, a pesar del dolor y la rabia me sentía contento, todo lo compensaba el hecho de que tenía su número, podía llamarla y escribirle, y eso era bastante.
Nos comunicamos por mensajes de texto, quería tener otros medios de comunicación digital como los que proporcionaba su celular, pero el mío era muy básico, el de ella era uno de los más sofisticados, a pesar de todo la comunicación fue fluida, recuerdo que me la pasaba mirando el celular enviando y recibiendo mensajes entre las burlas y molestias de mis amigos. Nos contamos muchas cosas incluso le conté cosas que ni a mi mejor amigo le había contado, conversar con ella era un deleite, me sentía feliz y afortunado de que una chica como ella se fijara en mí, no había duda, estaba enamorado de Irene.
Quedamos en vernos un fin de semana en una barra restaurante, uno de esos sitios donde uno puede comer y bailar, yo había ido a algunos pero el que eligió ella no lo conocía, de hecho era la más cara de la ciudad, busqué la manera de conseguir el dinero y me vestí con mi mejor ropa, entusiasmado y lleno de ansias me fui a lugar. Al llegar, ya desde afuera se observaba que era muy especial, carros de último modelo adornaban el estacionamiento, yo estaba a pie, la entrada era espectacular y en la puerta un portero me pidió mi nombre, revisó y confirmó que estaba en el grupo de los que habían reservado.
Al entrar escuché la música y de inmediato el ambiente de fiesta me invadió, el pasillo de entrada estaba en penumbras que eran cortadas por el destello de colores provenientes de la pista de baile, entré a la pista y de inmediato la vi parada frente a la barra conversando con una amiga, tomaba una copa de una bebida de color verde que parecía fosforescer, vestía un blusa blanca muy ceñida a su cuerpo y una mini falda negra que parecía tener dos partes y que realzaban sus blancas y bien formadas piernas. Quedé atónito mirándola vestida así, me acerqué y nos saludamos con un beso en la mejilla, su aroma exaltaba todos mis sentidos, su maquillaje, su peinado, todo en ella me enloquecía, sus tacones la hacían ver más alta y la miraba con ojos de deseo que quería inútilmente disimular.
La pasábamos muy bien, bailando y conversando, me alegraba de poderla ver, y esta vez no entre las vigas de concreto de su colegio, todo aquello me parecía un sueño, en medio de aquel ambiente cargado de sensualidad y ritmos bailamos una canción muy juntos, prácticamente abrazados y allí nos besamos fervientemente, lo que me estaba sucediendo era para mí como un milagro, esa noche ella era sólo para mí.
Al terminar ese inolvidable baile fuimos a la barra a tomarnos algo, sus amigas estaban allí, todo era perfecto, pero repentinamente llegó un grupo de muchachos, todos la conocían y la saludaron mirándome de pies a cabeza como algo extraño, uno de ellos se notaba extremadamente molesto y apartó a Irene a otro lugar, yo los observaba y se notaba que estaban discutiendo por algo, él la tomó del brazo pero ella se soltó rápidamente y se dirigió a mí sacándome a bailar, no había duda que los celos me habían asaltado y le pregunte quién era él – Es mi ex – contesto ella, sus brazos abrazaron mi cuello y bailamos como si estuviésemos solos. Al terminar la canción nos aproximábamos a la barra y el chico enojado seguía allí parado como esperándonos, se notaba en sus ojos que los celos lo consumían, yo no pude evitar asomar una pícara sonrisa, esa que soltamos los hombres cuando ganamos una partida o una contienda.
Al llegar a la barra le di la espalda a mi oponente, pero de inmediato me agarro del hombro y jalándome hacia él me dijo – ¿Quién te crees que eres?, ¡pedazo de idiota! -, inmediatamente me soltó un fuerte golpe en la espalda, seguido de otros puñetazos de parte de sus amigos, todas la chicas gritaban y caí al suelo. Logré levantarme y traté de defenderme pero eran muchos, en ese momento llegó la seguridad del sitio nocturno, Irene les gritaba a mis agresores, uno de los tipos de seguridad me tomó por el brazo y comenzó con fuerza a llevarme a la puerta.
Ya llegando a la salida me dijo que me largara y que no volviera más a ese lugar, yo no hallaba qué pensar y trataba de forcejear y soltarme para buscar a Irene, fue inútil y me sacaron entre varios casi a patadas, cuando estuve afuera, el portero me dijo lo mismo que el del colegio, - Aléjate o llamamos a la policía-, comencé a alejarme, tenía parte de la camisa rota, mi boca sangraba un poco y parte de mi cara me dolía al igual que casi todo el cuerpo, me sentía totalmente impotente e indignado, caminaba por el estacionamiento y miré todos los vehículos que estaban estacionados y pensé que no pertenecía a ese ambiente, que debí hacerle caso a mis amigos y dejar de soñar en cosas imposibles, yo no pertenezco a esta clase social decía una y otra vez para mis adentros, y comencé a llorar no del dolor de mi cuerpo sino el de mi alma.
Caminaba como podía alejándome por esa calle solitaria y fría, alcé mi vista mirando la noche cuando de repente escuché su voz - ¡Alejandro, Alejandro!, volteé y sorprendido la vi venir, casi corriendo hacia mí, tenía sus zapatos en las manos y a medida que se aproximaba a mí una alegría asaltaba todo mi ser, nuestros cuerpos se encontraron y fuertemente abrazados nos besamos con pasión, todo dolor desapareció de mi cuerpo y cada herida de mi cara sanaba con sus besos. Nos fuimos a un lugar que jamás olvidaré y allí nos entregamos el uno al otro, esa noche donde luna y las estrellas fueron nuestras y de nadie más.
Al día siguiente traté de ubicarla por el celular, pero fue imposible, casi enloquecía, sabía dónde vivía e intenté ir hasta su casa, pero vivía en una fortaleza, muros gigantes se levantaban entre ella y yo, para poder entrar un portero armado cuidaba que ningún intruso entrara, me acerque a la garita del vigilante y le dije que iba a visitar a una amiga, le di su nombre y apellido, el hombre llamó a alguien por teléfono, salió de la caseta y me dijo algo que ya estaba cansado de oír – Es mejor que te vayas o voy a llamar a la policía-, tuve que alejarme. El siguiente día ya era lunes así que decidí ir a su colegio, llegué al lugar de siempre con la ilusión de verla, esperaba el timbre de salida pero esa espera fue interrumpida por el vigilante y un policía motorizado, él primero me señaló diciendo, - Ese es el muchacho, el acosador-, el policía bajó de su moto sacando su arma y me dijo que no me moviera, sin mediar palabras me puso unas esposas y llamó por radio a una patrulla, no podía creer lo que me estaba pasando.
Estando dentro de la patrulla, los policías hablaban con el vigilante a quien le escuchaba decir puras mentiras acerca de mí, traté de defenderme pero me ignoraban totalmente, el policía se montó en la patrulla y me dijo que me callara. Yo no podía contener mis nervios y en mi cabeza entraban todo clases de ideas de lo que podía pasar, al poco rato el policía me dijo que me iba a dejar libre, pero que si me volvía a ver cerca del colegio me encerraría personalmente en la cárcel, detuvo el vehículo, bajó de éste y me abrió la puerta, luego quitándome las esposas me dijo que si yo estaba loco, no le dije nada y luego el prosiguió diciéndome – Esa muchacha es hija de un diputado del partido del gobierno, esta vez te salvaste pero la próxima vez no -, al terminar de expresar su advertencia y sugerencia se montó en la patrulla y se marchó. En ese entonces volví a pensar todo lo que había pasado aquella noche antes de que ella me rescatara de mi pesar.
Intenté comunicarme con ella por todos los medios disponibles, celular, internet, redes sociales, pero todo fue en vano, seguí pasando cerca del colegio pero los espacios que habían entre los muros los habían sellado, era imposible mirar hacia adentro, además el siempre alerta vigilante cuidaba el frente como un perro guardián, fueron incontables las veces que lo maldije. Pasaron dos meses y recibí una llamada que me estremeció, era ella, me contó que sus padres la habían aislado totalmente, que sus amigos les habían contado a ellos el romance que tenía conmigo, cosa que jamás iban a permitir, hablamos muy rápido ya que me llamaba a escondidas y quedamos en vernos el siguiente día por la tarde en un lugar muy aislado donde nadie podría molestarnos. Esperé con gran ansiedad ese momento.
Habíamos quedado en vernos en un pequeña isla muy cercana a la ciudad, al llegar al puerto de esta pregunté por el lugar que ella me había especificado, se llamaba La Duna, esta estaba ubicada en un lugar solitario que formaba una especie de pequeño desierto, con dificultad llegué allí, era un sitio hermoso, no se divisaba persona alguna por ningún lado, las finas arenas se movían empujadas por el viento y el silencio solo era interrumpido por las brisas pasajeras, el cielo se veía infinito adornado de nubes que poco a poco se llenaban de arrebol.
Esperé contemplando todo esto por un tiempo que parecía no existir, y entonces el viento me trajo su voz, miré a lo lejos y le vi venir, corriendo hacia mí como aquella noche que fue mía y nos amamos sin cesar. Nos encontramos a escondidas en ese solitario y hermoso lugar, nos besamos con desespero y emoción, nos miramos fijamente el uno al otro, ella acercó su boca a mi oído como si no quisiera que la escuchasen el viento, la arena las nubes y el sol, me dijo – Estoy embarazada de ti -, al escuchar esto nos abrazamos con fuerza y sentía un calor que emanaba de su vientre, como si de allí saliera una luz que vaticinaba nuestra felicidad, el nacimiento de nuestro hijo, un hijo producto de un amor verdadero e indestructible que se selló aquella tarde en esa duna en la que el sol cayó a nuestros pies.
Buenísima!! Me encanta!! ❤️
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