Capítulo 37 | índice |
Parte V
38
Nuevos aliados
John apenas podía creer todo eso. Mientras daba largos pasos hacia la pequeña colina, cargando una caja de polipropileno, John veía sobre el contorno de la caja a la creciente Tierra sobre él con incredulidad. ¡En serio estaba caminando sobre la luna! Pero su caminata lunar no era lo que le preocupaba, no, lo que le preocupaba fue el hecho de que había aceptado el trabajar con ella y no tenía manera de verificar si lo que aquellos tres le decían era, en efecto, verdad. ¿Qué otras opciones tenía? Haber perdido ocho años de memoria ya era suficiente como para lidiar con todos aquellos hechos surrealistas que se volvieron parte de su realidad. Atrapado en la luna en una nave alienígena con un anciano, un estudiante, extraños homínidos grises y ella. John pasó un mal momento tratando de controlar su odio por la Aristocracia y el haber tomado el control de sus sentidos, ¿Estaba en serio trabajando con un operativo de Nueva Babilonia? ¡Demonios!
John volteó a ver a la nave con forma de cigarro por un segundo. Sí, ese era el tercer punto del perímetro. Se detuvo y dejó en el suelo la caja que venía cargando. Era increíble lo mucho que podía levantar en la baja gravedad de la luna. Cuatro enormes baterías de plomo para dar energía a las doce luces perimetrales que habían dispuesto. También estaba la enorme arma en pedazos. Faltaban otras dos baterías aún. Sacó una de ellas y la colocó en una superficie relativamente plana en la cima de una duna.
Sin la caja obstruyendo su visión pudo tomarse un minuto para sentir el momento. Disfrutar la increíble vista que estaba observando para poder hacerse a la idea de esta nueva realidad a la que pertenecía. Al volver la mirada a la nave, ahora se daba cuenta de que, ciertamente, la nave podía tener la forma de un caballo de ocho patas y sin cabeza. La idea de que la nave fuese en realidad el caballo Sleipnir de la mitología nórdica era absurda, pero era cierta. Estaba dormida. Si no hubiese sido porque la memoria muscular estaba separada del pensamiento consciente John nunca hubiera dejado la nave. El anciano, a pesar de estar atrapado en la mente de un niño de quince años, se las pudo arreglar de esta manera para abrir las esclusas de aire, y él mismo tenía memoria muscular también que se traducía en habilidades que solamente podían ser explicadas si en realidad era un Agente de Nueva Zion, si en serio hubiera perdido ocho años de memoria de su vida, una vida en la que aparentemente se había vuelto uno de los mejores Agentes de Nueva Zion, una vida en donde Nueva Babilonia había huido y se había instalado en una pobre excusa de colonia en Marte, una vida en la que la Guerra de los Derechos había terminado con todas las facciones excepto Nueva Zion siendo disueltas. Se habían salido con la suya, los Quants se habían salido con la suya matando a su padre, la sola idea volvía furioso a John. Sin los Quants, quería proyectar todo su odio hacia Nueva Babilonia, hacia Gwen, pero sabía que ella no lo merecía. Sí, John odiaba todo por lo que se regía Gwen, pero ella no era tan malvada ni maligna como había pensado que eran los de Babilonia. Y ahora no tenía otra opción más que trabajar con ella si querían sobrevivir.
"Agente Bridgwater, ¿Por qué la demora?" —La nerviosa voz de Robert se escuchó por el auricular.
El chico había estado ahí antes y lo que había descubierto lo tenía muy nervioso. Si no hubiera sido por Robert y su convincente súplica de debían irse o serían desgarrados por un horrible monstruo lunar, John nunca hubiera aceptado trabajar con un operativo de Nueva Babilonia. Sin el inminente peligro en el que le había convencido Robert que estaban, hubiera preferido quedarse en su realidad en la cual era un prisionero de guerra y que esa versión postguerra de la luna era sólo un truco para confundirlo. Pero no era ningún truco. Por surreal que la situación fuera, el huir hacia su versión más cómoda de la realidad, por más tentadora que fuera, no era una opción. Robert no estaba inventando nada. El antiguo sitio de alunizaje que John había visto en el segundo punto de control no había dejado dudas al respecto.
"Todo está irie amigo mío. Estoy haciendo el cableado de las luces para el punto de control tres, no hay por qué estar tenso sobre el tiempo" —respondió John.
Luego de conectar las lámparas, comenzó a preguntarse qué clase de tecnología habría hecho aquel monstruoso robot del que hablaba Robert. Las luces debían ser de las antiguas lámparas basadas en filamentos. Había muchas cosas sobre las cuales debía pensar. De alguna manera, el monstruo era invisible a las luces LED y al resplandor que emitía la tierra. Sólo la luz de espectro completo proveniente del sol y aquellas lámparas podían volverlo visible. Y sobre aquellas lámparas, no había ninguna tecnología replicante en la nave, pero Gwen había usado algún tipo de tecnología inestable de portal para conseguirlas. John estaba al otro lado recibiendo las lámparas, aun así era difícil de aceptar que algo así pudiera siquiera existir. John sentía escalofríos al pensar en aquella tecnología en manos de Nueva Babilonia. Pero aquellos eran viejos pensamientos, viejos enemigos. Estos eran nuevos tiempos con nuevos enemigos, enemigos que requerían de nuevas alianzas.
"Terminé con el punto de control tres, moviéndome al punto de control cuatro."
"Olvida el punto de control cuatro" —dijo Gwen desde el auricular— "¡Debes volver ya! ¡Toma las armas, deja las luces y mueve tu trasero de Nueva Zion hasta acá ya mismo! Tenemos un objeto en la mira entre el punto uno y dos."
Un chute de adrenalina recorrió el cuerpo de John mientras instintivamente tomaba dos partes de una enorme arma y comenzó a correr, no a la nave, sino al lugar al que se había referido Gwen, se había dado cuenta de que era el verdadero “él” quien estaba reaccionando. Aquel Agente que John no recordaba ser estaba totalmente preparado para pelear contra lo que sea que estuviese ahí. Por un momento sintió cómo reaparecía el John que había olvidado ser. Podría no tener los recuerdos, pero el instinto y las habilidades eran del verdadero John. Sus recuerdos sólo eran aquellos de una lejana sombra de un chico inseguro y furioso que John solía ser.
No tenía miedo, no obstante, su carencia de miedo era lo que realmente le asustaba. Mientras daba enormes pasos hacia el peligro desconocido, los contornos del enorme robot con forma de lobo que había descrito Robert se volvían visibles. Estaba ahí simplemente, sin moverse, en la cima de una enorme duna.
"¡John, el perímetro! ¡Lo pasaste por casi cien metros, retrocede, retrocede!" —Robert estaba en estado de pánico a juzgar por su voz. John se detuvo.
"Entendido. Tengo un buen disparo desde aquí. Dispararé y retrocederé detrás del perímetro."
"¡No no no no no no! ¡Vuelve detrás del perímetro ahora, John! No sabes lo rápido que es Fenrir, ¡No tendrás tiempo!"
"Está bajo control, niño, no te preocupes por mí."
John tomó las dos partes del arma de su espalda. En la tierra, jamás se hubiera imaginado poder llevar consigo un cañón de rail de doscientos kilos, pero en la luna, las dos partes juntas pesaban el equivalente a unos treinta y cinco kilos. Ancló el cañón a las rocas bajo él y se preparó para disparar. El inmenso lobo estaba simplemente parado ahí, imponiéndose sobre el paraje. Probablemente no sabía que era visible ahora, no lo era para el láser de apuntado del cañón, pero John sabía que podía hacerlo sin eso. No lo recordaba, pero lo sabía. Memoria muscular.
John apuntó directamente entre sus ojos. El lobo apenas podía estar moviéndose. Sería una muerte fácil. El robot podía ser inmenso, pero no había manera de que un disparo limpio de su cañón no lo tumbase siquiera. Al tirar del gatillo, John lo supo, sería una muerte perfecta. El lobo se tambaleó y John estaba seguro de que caería, pero no lo hizo. Apuntó otra vez, otro disparo limpio justo debajo de su oreja. Luego, el lobo al levantar su cabeza y abrir su boca en aparente agonía, el último tiro dio directo en su boca, hacia la base de su cráneo. Al tirar del gatillo la tercera vez John sintió un dolor lacerante cuando el cañón le golpeó en la cara. Se tambaleó y cayó al suelo. Tres tiros directos, no había dejado nada a la suerte. La energía cinética de los disparos había sido tanta y habían sido tan continuos que había hecho que el anclaje del cañón se soltara un poco. Al ver la formación rocosa, John se dio cuenta de cuán suertudo había sido. La enorme roca se había vuelto arena parcialmente debido a la energía cinética a la que había sido sometida por medio del anclaje, aquel último disparo pudo haberlo matado fácilmente. En vez de eso, la fuerza con la que lo golpeó era como la de un hombre golpeándolo en la cara. Dolería por unos días, seguro, pero podía haber terminado mucho peor para John.
Mirando hacia la colina, John esperaba ver el cadáver sin vida de lo que era aparentemente aquel lobo gigantesco, pero lo que vio fue una figura intacta, no, no sólo intacta, sino más grande y fuerte que antes. Un sentimiento de confusión recorrió todo su ser. El lobo estaba ahí parado de nuevo en el mismo lugar en el que estaba antes sacudiendo la cabeza como un gran perro recién salido del agua. No, no lo estaba imaginando, no solo estaba intacto, sino mucho más grande que antes. ¿Por qué no atacaba de vuelta? John quitó el anclaje del cañón y se movió hacia otra roca.
"Chicos, creo que este lobo será más problemático de lo que había pensado. Robert, mantén tus ojos en la pantalla, si esa bestia se mueve hacia mí necesitaré saberlo. Necesito unos minutos para conseguir una nueva posición."
"Lo haré, pero no comience a disparar sin antes asegurarse de la situación, Agente Bridgewater" —dijo Robert mucho menos nervioso que antes. El fallo de John tratando de matar al lobo y el hecho de que se había vuelto más grande habían puesto nervioso al Agente. ¿Cómo demonios había sobrevivido a tres disparos seguidos? ¿Cómo podía haber desafiado las leyes de la física creciendo como resultado de recibir los disparos?
Mientras desarmaba el anclaje del cañón de riel notó un movimiento por el rabillo del ojo. El lobo había comenzado a moverse hacia él, no rápidamente, pero debido a su tamaño lo alcanzaría pronto. John comenzó a correr fuera del perímetro.
"¡Joder, Robert, idiota! ¡Se suponía que me guardarías las espaldas!"
"Lo siento por no haberle avisado y hacerlo asustar, Agente Bridgewater, pero no hay necesidad de alarmarse. Está despierta. Azraella despertó. Parece que tenemos una nueva aliada."
John seguía corriendo dando largos pasos en la superficie lunar.
"Jódete, imbécil. ¿Cómo es que Azraella estando despierta nos ayudará? ¡Ahora Fenrir me desayunará por no haberme apoyado!"
"Cálmese, soldado" —Una suave voz femenina habló en su mente—. "El lobo es nuestro nuevo aliado, no va a ir a comerte" —John se dio cuenta de que era ella, era Azraella. La homínida gris que había borrado sus recuerdos. A pesar de que la mente y los instintos de John le obligaban a seguir corriendo, había algo más ocurriendo en su mente. Las cosas iban a estar bien. John sintió que lo estarían. Se detuvo y se dio la vuelta hacia el lobo que se aproximaba. Al ver lo cerca que estaba, su instinto tomó control de su cuerpo y llevó la mano a donde instintivamente sabía que tendría un cuchillo de cazador, pero luego, una calma lo llenó al ver al lobo bajando suavemente la cabeza a tres metros de John.
"Escucha, soldado: Necesito que la liberes. ¡He negociado una tregua! Fenrir ha aceptado ayudarnos a luchar contra los Jötnar a cambio de liberarla."
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