Te levantas con el cuidado de no ir a pisar la lámpara que alumbra desde el suelo, sí, está atornillada allí como siempre, la luz quedó encendida toda la noche y da calor a tus pies. Con tranquilidad hurgas en tus gavetas tratando de que la ropa no se salga toda y caiga al techo, o al suelo, es lo mismo. Lo que antes estaba abajo ahora está arriba, pero como los cambios fueron sutiles, casi te estás acostumbrando a ellos.

En otros lugares del mundo ven como algo insólito lo que está ocurriendo donde vives, “no te puedo creer” le comenta por un chat un amigo que está fuera y ella con toda normalidad le dice que sí, que así es todo ahora, él se sorprende, pero definitivamente una cosa es leerlo y otra muy distinta vivirlo.

“Solo quien está adentro conoce la gotera” dice la viejita, y la nuera le corrige, “es verdad solo quien está adentro conoce de qué tamaño es la fuente”, porque al estar todo patas arriba lo que antes caía del techo ahora surge del suelo.

Sales a caminar por las calles, te diriges al mercado y le adulas al vendedor para que te venda un tomate y un plátano, él está entretenido con otros amigos echando chistes, te diriges a otro puesto y es igual, los dueños parlotean o están ensimismados en sus teléfonos “inteligentes”. Ahora no se escucha: “pase adelante señora” o “venga, venga, aquí está más barato”.

En una esquina una india con sus hijos cuenta billetes en buen estado pero de vieja denominación, parece entender mejor que otra señora que intenta aclarar si ciento cuarenta es igual a catorce.

Más adelante una cantidad de mosquitos anticipan el espectáculo doloroso de un centenar de plátanos podridos, parecen zamuros chamuscados, a su lado en un mesón, varios kilos de brócolis exhiben un inusitado color ocre-naranja-amarillo para nada apetecible. El vendedor prefirió perder el producto antes de bajarles el precio.

Con cuentagotas recibes el pago de tu sueldo, sabes que si compras café no te alcanzará para el azúcar, entonces realizas el sorteo diario de La Milagrosa y el número que salga favorecido te dará el veredicto, otra vez tocará dieta vegetariana, pero eres afortunado si todavía no te ha absorbido la cotidianidad y puedes aún discriminar entre la calidad y lo grotesco.

Sigues tus pasos en el mundo al revés, tratando de no marearte, sin olvidar que ahora los pájaros disparan a las escopetas, pero que esto es transitorio y que lo más peligroso es acostumbrarse a lo inusual, a lo patético, y que para ser optimista podrías pensar que solo eres un personaje alucinando en el realismo mágico de Gabriel García Márquez sin que eso signifiquen cien años.