Héctor era un cibernauta normal. Tenía alrededor de 18 a 20 años, según los informes que leí. No era fan del snuff ni nada parecido, pero disfrutaba el leer y escuchar cuentos de terror. Incluso, en más de una ocasión, los escuchaba para poder dormir. Al menos eso sugería el historial del navegador de su computadora: Creepypastas, porno, Youtube y consejos sobre el videojuego de moda.
Curiosamente, Héctor encontró su perfil de Facebook cerrado y tuvo que iniciar sesión. Algo que no le había sucedido nunca, pero que no le sorprendió en lo más mínimo: quizá se tratara de una actualización. Después de colocar su contraseña, al parecer, su computadora se apagó y quedó dañada. Esto lo sabemos por el recibo que estaba en su cuarto de un local especializado en arreglar teléfonos y computadoras.
También sabemos que Héctor desapareció dos días después de este incidente. Sabemos que fue torturado y descuartizado para una audiencia muy selecta de personas que pagaron bastante dinero por verlo: fueron ellos los que eligieron cómo iba a morir Héctor. Finalmente, sabemos que Héctor fue empaquetado y enviado a su casa en una hielera, junto a una memoria con el video de su muerte y una pequeña nota con una sonrisa, como la que estás viendo justo ahora.
Cabe resaltar que, algunas de las fotografías de Héctor siendo toturado, fueron subidas a su perfil de Facebook. Fueron borradas rápidamente por el equipo de esta red social, pero algunas siguen rondando por ahí, en páginas dedicadas al snuff.
Todos sabemos que debemos revisar que la dirección de lugar en donde ingresamos nuestros datos sea segura, pero a veces lo olvidamos, ¿no?
-Dann Axkaná
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