Adicciones | Relato

El sujeto que yace en el fondo del callejón, justo detrás de los basureros, no era del todo miserable. De hecho, le iba muy bien en la vida, o lo que podríamos considerar como perfecta: Una familia cariñosa, una novia atenta, una maestría en derecho penal y una ostentosa habitación en uno de los complejos más prestigiosos de la ciudad. Una persona normal la envidiaría, o al menos, hasta que 'eso' sucedió.

Todo comenzó con una pequeña probada. 'Un pequeño gusto', pensó. Contactó a uno de sus amigos, le dio la dirección de un vendedor discreto, compró una aguja en una farmacia barata y entonces se dio un pinchazo en dedo del pie. Encorvó la espalda, suspiró aire caliente hasta que su cuerpo bajó todas las defensas. En cuestión de minutos había sido consumido por el sentimiento de relajación que le ofrecía la sustancia. Mientras avanzaban las agujas del reloj, mejor se sentía el sujeto.Y entonces... su interior zumbó. No era ese placer que lo había invadido, ahora era un calor combinado con mucha picazón. Pero no era nada del otro mundo. Lo controló. No iba a caer tan profundo.

Se suponía que duraría únicamente un pinchazo. Eso golpeaba los extremos de su mente mientras escuchaba una aburrida charla en la oficina. El hombre que compartía su opinión hablaba pero no hablaba. Movía los labios pero no producía ningún sonido. El calor que sentía el sujeto lo estaba abrumando hasta que no le quedó más remedio que retirarse a conseguir un poco de aire. Las manos le ardían por escribir un mensaje que después de caminar un lado a otro terminó redactando.

La 'probada' se convirtió en el pan de cada día. Una bolsa pequeña, un poco de fuego, una aguja y posteriormente un pinchazo. Y... ¡awww! el sentimiento de relajación. ¿Los problemas? no existían. ¿La angustia? se esfumaban. ¿Las preocupaciones? se evaporaban. ¿Los miedos? se apartaban. Solo había un verdadero sentimiento y era como estar acostado en una nube, sin nada que te altere, al ritmo del vaivén del viento mientras das la vuelta al globo terráqueo. Hasta que el viento soplaba muy fuerte y despejaba la nube. Y oh, sorpresa, los problemas, angustias, preocupaciones y miedos volvían al doble como un huracán categoría 5 haciéndose paso.

El verdadero problema se presentó cuando la familia se dio notó los cambios de temperamento. Las perdidas de control se hacían más frecuentes. No había día en que las discusiones no se tornaran el centro de atención. Y explotó. La adicción explotó. El cuerpo del sujeto, que solía estar bien cuidado por dietas y ejercicios, ahora había sido succionado como una fruta para sacarle jugo. Una barba aliñada, cabello largo despeinado, manchas negras en los brazos, piernas y dedos. Un cambio de emociones y personalidad. Se volvió crónico cuando la dependencia llegó a tal estado de robar a sus familiares. Empeñar las propiedades. Sacar provecho, escaparse de rehabilitación y decepcionar a todo aquél que creyera en él.

No había vuelta atrás.

Mientras un hombre merodeada el callejón para darse su primer pinchazo, notó una silueta que se arrastraba en el asqueroso pavimento. Con los ojos profundos, perdidos, y la boca seca, movió los labios: