Mi cerebro una tormenta,
Mi cuerpo un huracán,
Mi alma devastada.
Porque era lo que tenía,
Sin nada que debía,
Pero que algo conseguiría.
Sin un ganador certero,
Pero con muchos muertos,
Y miles de heridos.
Más de lo que imaginé,
Incluso si lo supuse,
Las heridas eran grave.
De aquella guerra,
Tenía que levantarme,
Pero no tenía dónde sentarme.
Mi conciencia clamaba calma,
La voz que no me rinda,
Y el cuerpo resistencia.
Con mucho sacrificio,
Y demasiado esfuerzo,
¿pero cuáles ganancias?
Pero debía haber algún ganador,
Alguien que sobresaliera,
Y otro que se perdería.
Dos contrincantes,
Mi mente
Y corazón.
Golpeándose,
Hiriéndose,
Rompiéndose.
El otro que sí,
Uno me suplicaba,
El otro me animaba.
El único muerto,
Fui yo.
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