En diciembre de 1968, dos niñas que vivían una al lado de la otra, Mary, de once años, y Norma, de trece, comparecieron ante un tribunal penal de Newcastle, acusadas de estrangular a dos niños pequeños; Martin Brown, de cuatro años, y Brian Howe, de tres.
Norma fue absuelta. Mary Bell, la más joven pero infinitamente más sofisticada y fresca de las dos, fue declarada culpable de homicidio involuntario. Ella evitó ser tildada de asesina debido a lo que el tribunal dictaminó como "responsabilidad disminuida", pero fue condenada a "detención" de por vida.
Paso a paso, Gitta Sereny junta un estudio apasionante y raro de un crimen horrible; los asesinatos, los eventos que los rodean, el comportamiento alternativamente bizoteado y despreocupado de las dos niñas, sus ofrecimientos descarados para ayudar a las familias angustiadas de los niños muertos, el trabajo policial que los llevó a su detención y, finalmente, el juicio en sí. Lo que surge de este caso extraordinario es la incapacidad de la sociedad para anticipar tales eventos y tomar medidas adecuadas.