Era algo terrible lo que estaba estaba viendo John, aquello no le causaba otra cosa más que puro horror, aquellas piernas parecidas a la de una persona y terminaban en una cintura cubierta de pelos, aquello era literalmente un perro mitad humano, tenía la cara de su perro Oddin con los ojos fijos en él, la lengua afuera y con una risa que emanaba pura malicia.
Pero además de eso, debajo del mesón de la cocina y a los pies de esa criatura, estaba su novia, y su suegra, desnudas, violadas, y asesinadas, lo que más le impactó fueron los signos de tortura que tenían los cuerpos.
Estaba frio, no sabía qué hacer, paralizado totalmente buscaba la forma de moverse, pero se le hacía imposible, se encontraba en estado de shock hasta que lo escuchó hablar.
-¿Qué te pasa? Anda y cierra la puerta- Exclamó Oddin
No fue hasta escuchar aquella extraña voz que John pudo entrar en razón y volver así mismo, tambaleando fue y cerró la puerta, aún estaba aterrorizado, no sabía que decir, no sabía si pensar hablar con aquella criatura era algo sano.
Cuando observó al mesón aquello no estaba, el lugar estaba solo, ignorando a los cadáveres, eso le asustó un poco pues a su alrededor no había nada más estaba una ventana en forma de arco y su sala, realmente su apartamento no era para nada grande, era tamaño mediano, no es el más barato, pero sí bastante accesible.
Cuando intentó abrir la puerta, se quemó, aquella manilla de pronto estaba hirviendo, un color amarillo rojizo rebosaba sobre ella, rápidamente en su mano derecha se creó una ampolla terrible, que como resultado dejaba un dolor punzante y abrumador.
-No intentes escaparte –Dijo con calma Oddín que salía de la habitación –Tengo algo para ti –Agregó.
Para sorpresa de John, si tenía algo, y no podía significar nada bueno, tenía una segueta de mano, para hacer manualidades, pero no era cualquier segueta, la hoja de aquella segueta cortaba como la de un carpintero, se debía manejar con cuidado.
Para sorpresa de él, no podía moverse, era como si manos invisibles lo tomaran por todas sus extremidades sin dejarlo mover de ninguna forma, era como si le fuesen cosido los labios con un hilo y un gran número de puntos.
Aquello se acercaba cada vez más y más, como si el tiempo no importara, lo hacía con una calma pasando aquella herramienta de una mano a otra, y la ansiedad por no poder moverse lo hacía percibir que estaba en el apartamento más grande del mundo.
Oddin lo acorraló a la puerta y dejó aquello en el suelo –Vamos a jugar con el calor –Dijo riendo.
Tomó la mano izquierda de John y la colocó contra la manilla, el grito del dolor no se hizo esperar, pero fue liberador, sintió que su corazón volvía a latir, estaba asustado, la mano le ardía demasiado, no podía mover sus dedos.
-¿Te duelen las manos? –Preguntó Oddin de manera cínica –Te ayudaré –Agregó tomando la segueta.
Nunca vio algo similar, jamás fue capaz de imaginar cómo le cortarían las manos a alguien, y menos a él.
El dolor era insoportable, quería gritar, pero lamentablemente, de nuevo no podía hacerlo, la frustración se apoderó de sus latidos, creía que el corazón se le iba a salir del pecho, la sangre salía a chorro de sus arterias, sentía un escalofrío interminable dentro de sus nervios, era como quemarse por dentro.
Después de cortar sus manos, puso aquella hoja de metal manchada de sangre sobre su obligo y empezó a cortar, poco a poco logró abrir parte de su abdomen, quitó la manilla de la puerta y la introdujo dentro de John, entonces las ganas de gritar se materializaron en lagrimas, la sensación de quemarse era indescriptible.
Sentir la segueta en su cuello casi le provoca un infarto, por lo que el dolor en su pecho fue más fuerte que sentir aquella hoja de metal cortar su cuello.
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