Cada vez que la sociedad es golpeada por el flagelo del terrorismo, la volatilidad y la natural indignación impulsan hacia la necesidad de requerir respuestas inmediatas, a encontrar responsables. Incluso ese sentimiento visceral y la sensación de repudio, hacen que el dolor de los familiares de las victimas se invisibilice. Quiero que se entienda muy claro que no busco justificar acciones terroristas cobardes, jamás legitimaria el uso de violencia en contra de la población civil bajo ningún pretexto, ni siquiera el de la defensa de la seguridad nacional.
El objeto de este post a partir del respeto por profesiones rigurosas como el periodismo o el derecho, es expresar mi opinión sobre los confusos sucesos de la Escuela de Policía, pero sobre todo del uso del terrorismo como difuminador de coyunturas. Porque al final de la semana seguro alguien habrá sacado rédito político, pero las familias no podrán llenar el vacio que deja la ausencia de sus seres queridos.
No vale la pena recordar ahora lo que vivimos durante las décadas de los 80 y 90, se creía (o se quería creer) que era una etapa superada, aunque acá cabría la analogía de “El Código Da Vinci” –Esperemos que no se esté invocando a un enemigo del pasado, para lograr otros objetivos-.
Se ha vuelto natural tras un acto terrorista escuchar en los medios de comunicación la frase: “Los primeros indicios indican que…” ¿Acaso a partir de este anuncio no se está abriendo la ventana a la especulación? La respuesta es rotunda, sí. Pero es lo que los realizadores de tv llaman “el anzuelo” y que no es otra cosa que esos 20 segundos que tienen para atrapar al televidente. Para mi, este tratamiento de la noticia también hace parte invisible e indirecta de los efectos planeados por quién perpetra un acto terrorista.
Vamos a los hechos. Tenemos un atentado híbrido entre carro bomba y yihadista dispuesto a inmolarse para alcanzar el paraíso de las vírgenes; el escenario es una Escuela de formación de una institución que por mandato constitucional debería ser para control civil, pero que debido a la realidad de un conflicto armado se ha insertado artificialmente dentro de las Fuerzas Militares; no es un día común ya que se realiza una ceremonia de ascensos en la que se infiere presencia de población civil, hasta acá se puede sugerir que el hecho no ha sucedido al azar; aún mas si se piensa en que organización o actor estaría en capacidad de acceder a 80kg de explosivo plástico.
Ahora, fuentes de investigación externas a las oficiales han presentado diversos aspectos sobre el vehículo, las identidades de los terroristas o aspectos volátiles y contradicciones en las que ha incurrido el gobierno, la Fiscalía o el Ministerio de Defensa. De todo lo que se ha dicho solo entraré en dos temas: el ingreso del vehículo a la Escuela y la identificación de alias “Kiko o El Mocho”, presunto conductor.
Debido a mi familiaridad con la vida militar, considero tener criterio para señalar que resulta al menos inquietante la forma en que se ha presentado la aproximación del vehículo a las instalaciones de la guarnición; me sorprende que no hubiera un control con reductor de velocidad; que ante ser embestidos los efectivos disponibles no reaccionaran e intentaran advertir que se trataba de una violación de seguridad; que las dos formaciones de alumnos permanecieran inmóviles ante un anuncio de emergencia (¿Se produjo?); pero sobre todo y partiendo de la versión oficial entregada por el Ministro Botero, según la cuál: “Se estableció que este atentado tuvo una planificación de 10 meses” ¿Por qué no se establecieron por parte de la Escuela patrullas perimétricas? ¿Sabía el área de inteligencia del Ministerio pero no había advertido a la Escuela sobre la posibilidad tangible de un ataque a sus instalaciones? ¿Si el vehículo –bastión de la investigación- hubiera sido hurtado el mismo día del atentado, podrían las autoridades armar el caso entorno al automóvil y a partir de ahí “consolidar” información para establecer responsables? ¿El atentado estaba planificado hasta la guardia o tenían alguna certeza de que lograrían burlar el control de seguridad? ¿la labor de inteligencia del atentado fue externa o hay personal de la Escuela involucrado? Cada uno sabrá interpretar si estos interrogantes han sido respondidos oficialmente…
Sobre la identificación de los responsables en tiempo record, me perdonan por parecer escéptico ante una investigación digna de Perry Mason o CSI pero según un reportaje de la cadena de noticias estadounidense ABC: “Los laboratorios forenses norteamericanos han establecido la lectura de placas dentales como la principal fuente de identificación de cadáveres, existen otras alternativas como la dactilar pero toma DE SEIS A OCHO SEMANAS”. Me cuesta creer con certeza que un atentado “con 10 meses de planificación” dependa de un señor discapacitado que utiliza un auto con papeles al día que permiten seguir un rastro. Si no creo en los poderes reproductivos del espíritu santo, no me pidan que acepte que el Fiscal diga en la tarde, que se encontraron las dos manos del presunto terrorista y en la misma declaración señale que la identidad se pudo establecer por las huellas de la mano (de un cadáver calcinado) encontradas en la mañana… Me surge otra inquietud, ¿No sabían los perpetradores del atentado que al tratarse de una institución oficial, acudirían autoridades (como mínimo Alcalde) a la inspección de los daños y si querían un real impacto esa era el momento indicado para el “totazo”?
Quería dejar esos interrogantes sembrados, porque mas allá –insisto- del desdeñable acto, acá no se puede perder de vista que hay una coyuntura en el país que involucra una reacción masiva de diferentes sectores en contra de Néstor Humberto Martínez y su actuación en el escándalo de Odebrecht; un escenario de un proceso de paz heredado con ELN: incómodo e incoherente con un discurso de oposición; una imagen deficiente del presidente; un debate sobre control de armas en el Congreso; reasignación de parafiscales a Fedegán; nueva negativa en proceso de Andrés Felipe Arias; señalamiento de la fiscalía a campaña de Petro por financiación indebida y donde la gerente de campaña es la ex pareja de una senadora que se vende como “de centro” y que heredó la curul de su actual pareja; vinculación del Grupo Aval con Odebrecht; sistemático ajusticiamiento de lideres sociales; denuncias de asentamiento de cárteles mexicanos en el Pacífico (ocupando corredores de Farc, paras y bacrim) y desde la luego la presión del gobierno Trump para entregar resultados en materia de lucha antidrogas, sin olvidar los “roces” diplomáticos con Venezuela.
Menciono todo esto para que amplíen su espectro y consideren a quién le puede beneficiar que la atención pública se disperse…
NO voy a entrar en temas de marchas, la opinión pública ante hechos de terrorismo pierde capacidad de discernimiento y así quiera expresar únicamente su rechazo a la guerra y los violentos, estas manifestaciones –De cualquier tinte ideológico- se ven permeadas por mezquindades políticas, se fragmentan y clasifican las victimas, se flexibilizan los juicios de valor y algunos de esos que hace una semana marchaban pidiendo la renuncia de Martínez, quizás desde la ingenuidad que brota del sentimiento de indignación, luego terminan movilizándose en una causa noble que termina politizada.
Por todo eso, esta semana me planteaba si ha vuelto el terrorismo o los falsos positivos… De lo que si tengo certeza es de que el discurso del presidente Duque, si bien es un tono de Jefe de Estado y no de gendarme texano, ha lanzado un mensaje equivalente -guardando proporciones- al del 11 de Septiembre. Duque desde su alocución ha devuelto al país a un conflicto con un actor armado, ha promulgado la defensa de la seguridad nacional bajo la bandera visceral de la unidad contra el terrorismo y de paso, marcó la agenda para la elección de alcalde en Bogotá. Esa en la que los candidatos prometerán mas cámaras para que las personas se perciban mas seguras y ellos perciban utilidades por los contratos fruto de esa sensación efímera de tranquilidad.
Finalmente, hoy la evidencia de las fuentes oficiales señala la autoría del ELN (A quién mientras las Farc se mantuvieron activas y visibles en actos terroristas, ni se les mencionaba y se les menospreciaba por no tener capacidad militar para enfrentar al Estado) Pero en el supuesto de que se aclara que han sido otros los responsables, me pregunto: ¿Con qué cara Duque podría presentarse ante la comunidad internacional? ¿Saldría el “entusiasta” Senador norteamericano Marco Rubio a aclarar su irresponsable y politizada percepción respecto a Colombia?
Lo verdaderamente triste es que a estas alturas no estemos absolutamente confiados de los resultados de la investigación. Para que haya paz debe haber credibilidad en las instituciones y como van las cosas, creo mas en un titulo internacional de Millonarios..