Por @latino.romano
La terquedad suele ser un veneno que recorre las venas de criaturas especiales. Un impulso de vida, una misión importante que cumplir para muchos.
La buena suerte es la perfecta compañera de hombres tercos y testarudos. Una consejera fatídica que solo busca sus propios y tiranos intereses. No existe el sentido del oído en personas así, apenas escuchan a sus propios pares y sus voces se alzan sobre los demás con grandeza y pompa.
Los errores no son reconocidos en su tierra, es una ciudad perfecta donde los fallas son raras anomalías, el resultado de permitir que otros intervengan y participen; el único error que cometen… de vez en cuando.
¿Se espera que cambien las cosas para bien en la ciudad? ¡La ciudad está mejor que nunca! ¿Por qué habría que cambiar algo?
Bajo su dominio no existe progreso, bajo su mando el progreso es absoluto aunque invisible. Los osados son tomados por rebeldes, los que opinan distintos se consideran otra raza, un estorbo, una rareza peligrosa.
”¡El Sol saldrá mañana y con él una nueva esperanza!”
Eso aseguran a la cara oculta de la luna, la cual sigue su curso por el espacio. Siendo testigo silenciosa de la tortuosidad de un imperio, de un terreno infértil para las ideas.
No tendrán vida en sí mismos los que insisten en no pensar. No durará para siempre ese mal que perturba la paz y frena el bienestar. La terquedad no es eterna.
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