Tengo que confesar que no he leído el libro de Stieg Larsson, pero las películas han sido suficientes para hacerme vivir mi visita a Estocolmo más intensamente. Caminar por Hornsgatan, o visitar sus plazas y cafés, no habría tenido tintes tan románticos para mí, si no los hubiese inconscientemente asociado con historias de esta apasionante saga.
En mi mente resonaban las imágenes de Lisbeth; creía ver su fortaleza en la cara de las personas con las que me cruzaba por el centro o en las estaciones de metro.
El frío del invierno palidece ante la calidez y amabilidad de sus habitantes, de las constantes reuniones para hacer "Fika" (una de mis palabras favoritas en sueco), y el brillo de su paisaje blanco.
Si quieren que les cuente un poco más sobre mi viaje, o necesitan alguna recomendación si están pensando en visitar Estocolmo, sólo déjenmelo saber en los comentarios. Un abrazo!