Cuando el sol empezaba a declinar sobre las dunas más altas, montamos en sendos dromedarios.
Con los dromedarios marcando el tiempo, nos adentramos más en el desierto, hacia la montaña más alta, hacia el norte.
Queríamos presenciar la puesta de sol en el interior del desierto.
Sobre el dromedario y sin perder detalle del paisaje que nos rodeaba, tienes la sensación de que el tiempo transcurre en cámara lenta.
Cada movimiento acompasado del dromedario, cada mirada al entorno, el viento que peina la arena, tu propia respiración tras el turbante... Todo eso crea un sonido, muchos sonidos, y sin embargo hay silencio...
Sentir y disfrutar. No hay más...