La noche en el desierto impresiona.
Las dunas, brillantes con el sol, se convierten en sombras inmóviles y silenciosas.
El viento era muy suave y refrescaba un poco.
La cena servida en la haima principal la compartimos con una pareja de italianos, Massimo y Antonieta, que también estaban de visita al desierto. Fue muy agradable su compañía.
Después de cenar, los lugareños nos obsequiaron con canciones tuaregs típicas del desierto, acompañadas con el djembé, instrumento de percusión fabricado con leña de cedro o caoba y con la piel de cabra.
El cielo estaba parcialmente cubierto de estrellas, aún así, era menester levantar la cabeza y disfrutar del cielo del desierto.
¿Quién se levanta mañana para presenciar la salida del sol?