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Se bajan del vehículo. Todo el mundo se sorprende, al verlos fuertemente armados. Comienzan a ingresar al edificio. Los de seguridad se ponen alerta, aunque saben que no van hacer mucho. Se trata del gobierno y como saben que no vienen por ellos, los dejan pasar. La muchacha encargada de la recepción trata de detenerlos; pero es inútil. Ella va a avisar que los agentes van a la oficina del señor Sindona.
Allí, el abogado está organizando los procedimientos. La oficina es un caos, con un montón de documentos que están siendo destruidos y hay conmoción porque Scomotto está detenido. Para muchos, el futuro laboral es incierto, pues si la ley viene por el viejo, ¿qué será de ellos, que son empleados? Otros, se limitan a trabajar. Quien no la debe, no la teme.
El ascensor se detiene en el piso 25, donde se encuentran las oficinas de Sindona. Al llegar allí la recepcionista trata de detenerlos pero es inútil. La cosa se complica cuando un guardaespaldas del viejo trata de detenerlos, ignorando que son agentes del gobierno que vienen con una orden. El sujeto es detenido.
Entran y comprueban que muchos documentos están siendo destruidos. Los agentes ordenan que de inmediato cese tal actividad y entreguen todo a las autoridades. El nuevo se encarga de tal procedimiento.
A su vez, solicitan que venga la fiscalía para que haga el procedimiento de rigor. Al entrar en la oficina, el viejo Sindona simula estar tranquilo, se bebe un whisky Old Parr 18 años con el abogado.
— buenas tardes, ¿qué desean? —dice el señor, con cierta indiferencia.
— Señor, usted va a acompañarnos. Usted es sospechoso de haber efectuado fraude, forjamiento de documentos y además es sospechoso de homicidio en grado de complicidad, ah, también legitimación de capitales. —El abogado se levanta, simulando indignación; pero Rivera no lo deja hablar:
— además, están destruyendo documentos. Eso es muy sospechoso. Si están destruyendo documentos vinculados al caso, mire, está metido en un gran problema. Y en cuanto a usted —dirigiéndose al abogado:
— cuídese porque está a un paso de ser detenido también. —La resistencia inicial cede. El señor se rinde y el abogado invoca los derechos propios del debido proceso. Ennio Sindona cree que va a salir como si nada, pero los agentes lo esposan.
El abogado se indigna y reclama los derechos de su defendido, diciendo que no es ningún ladrón ni asesino, que es un miembro respetado de la comunidad y una persona mayor. Los agentes se ríen:
— eso de que no es asesino y ladrón está por verse. Y yo que usted, me quedo tranquilito —le dice Gallegos, con un tono amenazante que hace bajar la guardia del abogado. Sindona es esposado y el abogado viene y le pone su saco en las esposas.
— ¡jala bolas! —le grita Gallegos. Al ir saliendo de las oficinas, todo el mundo va viendo aquella escena como si se trata del fin del mundo. El jefe había caído.
Al llegar abajo, las cámaras de televisión, reporteros y demás están allí para transmitir la primicia. Le toman fotos, lo enciman, entre los policías y agentes forman un perímetro para posibilitar la salida. Sindona tiene los ojos llenos de lágrimas. No se atreve a decir nada. Sabe que hay caído y lo único que le queda es defenderse como hacen los criminales. No hay comentarios para los medios.
Al partir para la delegación del CICPC, la fiscalía confirma que los documentos que estaban siendo destruidos tenían que ver con el caso. El viejo cierra los ojos y los aprieta con fuerza, en clara muestra de que la cosa va de mal en peor.
Al llegar a la sede, el mismo caos mediático. Las cámaras y los periodistas apuntan a Sindona y le preguntan de qué lo acusan. El viejo ya no puede disimular la vergüenza y está llorando. Lo hacen ingresar, con cierto esfuerzo, motivado a que se hicieron paso a través de los periodistas. Lo ubican en una de las salas de interrogación. El abogado ya está hablando con la fiscal y se está enterando de lo que se le acusa. Él no sabía nada de eso. Decía la verdad.
Pidió hablar con su defendido. Cuando se instaló con él, los agentes encendieron los micrófonos. Aunque no es ilegal que escuchen; sí lo es que usen esa información en un proceso legal. La idea es usar esos datos para preparar mejor la acusación. Hay que recordar que la culpabilidad debe ser demostrada sin que quepa la menor duda.
El viejo no titubea al decir que Scamotto fue el que hizo todo, aunque él lo respaldó. No sabía que esa gente había muerto, o mejor dicho, que habían sido asesinadas; pero como ya estaba hecho y ese hombre era parte de la familia, no le quedó más opción que defenderlo.
La fiscal llegó. Tenía aire triunfal. Entró a la sala, acompañada de los agentes. Comenzó a explicar y les dijo:
— nos enteramos de un caso de extorsión hacia uno de sus familiares —en ese momento el viejo mira al abogado.
— entonces comenzamos a investigar. Alguien de su familia, su esposa; aunque claro, respaldada por usted, iba a pagar una fuerte suma de dinero. Aquello le dimos seguimiento y así llegamos a los registros, donde hubo muchos hechos de violencia, como por ejemplo, la muerte de los registradores. Señor, usted está en graves problemas. —El abogado comienza a argumentar que su defendido es inocente de todo eso. Que nada tiene que ver con esas muertes y que sobre el chantaje, la familia enfrenta a diario ese tipo de casos. En cuanto a lo que acusan, ellos no tienen nada que ver, todo fue obra de Scamotto.
Salen los acusadores.
— bueno, le echaron el carro de mierda el Giacomo. Podría enfrentar treinta años. —Dice Gallegos. Rivera asiente con la cabeza.
— sí, pero el viejo lo sabía y lo tapó. Eso es complicidad. Ahora debemos demostrar que también sabía de los asesinatos y tenemos que buscar la manera de demostrar que el asesinato de los registradores fue idea de ellos. —Dice la fiscal.
— bueno, eso será fácil cuando le digamos a Giacomo que el viejo le echó a él ese carro. Allí cantará ese canario. —Así, ya tenían armada la estrategia para ganar el caso y antes de ser llevado a los tribunales.
La fiscal enfatiza que se puede usar lo de las pruebas destruidas a favor, como medio probatorio que ellos buscaron eliminar evidencias que los incriminan. Los tres estuvieron de acuerdo.
Al ir por Giacomo, que ya había sido interrogado y estaba en un estado de stress total, la impresión que recibieron de tal sujeto les pareció una imagen lamentable. Le contaron todo. El tipo se bebió dos vasos de agua seguidos. Luego hizo una jugada que sorprendió a todos: se declaró culpable, dijo que la declaración del viejo era cierta. Su abogado dijo que ya no tenían nada más que decirles. Ahora venía el juicio.
— bueno, no salió como esperamos. Pero tenemos algo. —Entonces, apareció el director del CICPC, que ya estaba al tanto de todo.
— miren señores, ustedes se la comieron. Con esto, podemos llevarlos a los dos a los tribunales y esto va derechito a la sala penal. No se preocupen: ese viejo está bien implicado en todo, es culpable. Rivera, Gallegos, buen trabajo. Debes ir a que te revise el médico, a ver que no tengas ninguna lesión por el impacto que recibiste. De paso, tienen tres días libres. Los felicito muchachos, así mucha gente entenderá que por tener plata e influencia eso no los va a salvar de la ley. Ustedes son unos verdaderos hombres, este país está orgulloso de ustedes y yo también, es un honor tenerlos en mi comando. —Cuando lo dice, les tiende la mano y luego los abraza. Para Rivera, aquello siempre le parece el beso de Judas. Gallegos tampoco confía en esos gestos. Aunque ya el trabajo de los CICPC ha terminado, la fiscal sabe que ahora tiene trabajo, pero eso no la molesta. Tiene todas las cartas en su poder.
“bueno, mis amigos, les debo una botella de Johnnie Walker 18 años. Y sí, el director tiene razón: ustedes son unos héroes. —dice ella. Pero Rivera ha visto que el director ha abierto una puerta de los cuartos de interrogación. Gallegos saca una carpeta y una grabadora. Mira a la fiscal. Abre aquel material y la mira con una sonrisa. Ella comienza a escucharse. Sabe que han descubierto su red de chantajes, sobornos, cohecho y sicariato. Incluso, le muestra documentos bancarios de cuentas de testaferros de ella, que ya han admitido su implicación. Ella no supo que este caso se trataba de ella. No vio que debajo de esta línea de investigación había otra donde ella figura como una criminal también. Ella no hace ni dice nada, camina al cuarto de interrogación y comienza a pedir todos los beneficios de la ley, lo cual hará que el caso se haga lento; pero indefectiblemente sabe en el fondo, que está condenada.