En ese lapso que va desde finales del siglo XX a inicios del XXI, surgieron desde el mundo del poder un trío de frases célebres recogidas con alta atención por la prensa internacional. Una de éstas fue la que pronunció el líder chino Deng Xiaoping cuando llevaba a cabo la transformación del modelo socialista y estado-céntrico heredado por Mao Tse Tung y convertirlo (como en efecto lo hizo) en un sistema abierto de mercado. "Si el gato caza ratones, pues es buen gato", dijo (como se recordará) el entonces anciano y heterodoxo dirigente...

La segunda frase que traemos a colación es la de "La vida dirá", inmortalizada por Gorvachov cuando ya jadeaba la Unión Soviética a punta del avance del proyecto renovador que lideró, Glásnost y Perestroika.

Ah, pero hay una frase de diamantes cuyo cuño dialéctico nos permite arrancar de veras este escrito. Es la que catapultó la fama del recordado abogado y político saudí Ahmed Zaki Yamani. Como es sabido, este personaje (nacido en 1930) ocupó una extensa gama de altos cargos de Estado en su país, a lo largo de un extenso lapso. Fue además (1968-1969) secretario general de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y luego (1974-1975) presidente de la misma. La frase en referencia es la siguiente: Se acabó la edad de piedra y las piedras siguieron existiendo; lo mismo ocurrirá con el petróleo.

Son numerosas las direcciones que pudieran darse en las interpretaciones a estas palabras; son varios los giros ideológicos que pudieran hacerse, pero viendo bien la cosa nosotros estimamos que lo que el "jeque Yamani" (como la prensa lo llamaba) dejaba entrever en su perspicaz sentencia era que tanto en la edad de piedra como en la época en la cual el petróleo constituye un factor harto importante en la economía mundial, el poder socio-político es un factor que, por una parte, cambia de facetas, de manifestaciones, de productos, y por otra parte, es constante en su fundamento, preñado siempre de pujas, contradicciones, dinamismos y ganas de permanecer. Que si bien desapareció la edad de piedra y desaparecerá el petróleo, tanto las piedras como la lucha planetaria por el poder social que en la era del petróleo se hizo ostensible, permanecerán en el futuro.

Y es así. Sin duda que es así.

Inscrita en ello, vemos hoy cómo una serie de poderes sociales como, por ejemplo, la medicina alopática (entiéndase, convencional, occidental, ortodoxa...) y la farmacología y demás tecnologías asociadas a ésta, están observando -en algún grado- niveles de desestabilización, al tiempo en el cual el devenir abre paso a otros modelos con racionalidades distintas (basadas en el naturismo, la ecología humana, en fin), todo lo cual plantea un cuadro nuevo en el campo de las disciplinas de la salud. También vemos este fenómeno de los cambios en las manifestaciones orgánicas del poder social, con las instituciones religiosas llamadas "clásicas" (el catolicismo, el hinduismo, el islamismo y muchas otras) haciendo ostensible sus progresivos traspiés al tiempo en el cual surgen en esos ámbitos tan complejos, visiones nuevas tanto en el aspecto ontológico (vale decir, lo unido al ser) como en el aspecto teleológico (lo unido a las moralidades y el deber ser). Bueno es decir que resulta impresionante cómo se vienen posicionando a través de los grandes medios venidos del llamado "primer mundo", las versiones sobre "alienígenas ancestrales" y numerosos elementos adicionales los cuales encarnan nociones verdaderamente renovadoras de las dimensiones humanas denominadas "fe", "espiritualidad", en fin... Vale la pena imaginar cómo han de sentirse personajes unidos a las máximas jerarquías de la iglesia romana, de la iglesia rusa, de las iglesias de India y de otros contextos asiáticos, en fin, cuando les toca ver en la gran y generalizada televisión (de raigambre occidental) los programas multitudinarios que sostienen en sus nociones, por ejemplo, que los ángeles con alas rosadas o alabastrinas, los cuales tales jefes eclesiásticos conciben que arribaron a nuestro planeta en la antigüedad, eran, sin más, astronautas interplanetarios ataviados con trajes y cascos de alta tecnología...

Estamos viviendo días en los cuales los cambios orgánicos, corporativos, que impone el poder social en su dialéctica histórica, presentan rasgos harto interesantes. Interesantes por encarnar elementos radicales.

Se asoman con impudor cambios radicales, por ejemplo, en el contexto de las universidades, en tanto instituciones importantes. Sabemos que Internet introdujo transformaciones en el contexto del proceso enseñanza-aprendizaje propio de estos organismos, pero con el relativamente reciente posicionamiento del sistema de la cadena de bloques o blockchain, esas transformaciones se tornaron radicales, significativas. Como sabemos, esta cadena de bloques o blockchain, es una línea tecnológica propia del ámbito informático contemporáneo la cual estriba en una concatenación expansiva y en caliente de los contenidos que el usuario coloca en la red; logrando con ello altísimos niveles de expansión y unido a esto, de protección. La presencia de la blockchain en la universidad, entonces, no solo va a desmontar en buena parte la presencialidad del estudiante en el recinto físico, sino que va a desmontar en buena medida los vicios del plagio y otras pestes en materia de la calidad de los materiales de aprendizaje. Hay que decir que con la presencia viva de la blockchain, la universidad se achicará en cuanto, por ejemplo, al número de carreras que oficialmente ofrece... Se achicará o revolucionará su gama de carreras. Agregamos... La cantidad y calidad de las instancias inscritas en la cadena de bloques es ya tan importante, que es inevitable que espacios universitarios otrora vigentes, resulten hoy por hoy superfluos, sustituibles.

Es que la blockchain interviene ya en los intersticios más infra-sistémicos del poder social. Si alguien desea simbolizar a través de un icono, el aparato corporativo que encarne en mayor medida el poder social, probablemente opte por referir a los ejércitos; pero solo amagaría en el intento de ser asertivo. El órgano que más representa el poder social ha de ser la banca; sí, los bancos. Bueno es significar que hasta esta institución tan compenetrada con el dinero local y planetario, viene padeciendo enormes grietas en lo que es el fundamento operacional de su desarrollo. A través de la cadena de bloques, la fuerza inusitada que posee lo que es la expansión, la expansibilidad, hace que el devastador handicap que intrínsecamente posee la institución bancaria, la cual es el sujeto-centrismo (hacer de cada banco en particular, un ente que al detal opera e intercambia), queda trascendido, superado. Trascendido, superado por la relación directa (y protegida porque se hace pública, expansiva, inmediata) entre quien vende y quien compra; ello a punta de monedas electrónicas...

¿Se quedarán las universidades y los bancos de hoy en día, como los oficios de cartero, de vendedor de queroseno para las cocinas de las casas de familia, de faroleros de las calles?