Comencé a observarle, y a decir en mi mente todo lo que podía ver en él.
No emití ni una palabra, ninguna silaba se podía formar con el fin de describir lo que veía.
Estaba a unos cuantos metros, los suficientes como para permanecer callado y observar.
Su postura, era la de un chico normal de 17 años, comencé a mirarle;
Tenía una tez morena, tenía ojos cafés de esos que miras y simplemente te pierdes en su mirada, porque el reflejo de esta es el mismo que dice su mirada.
Tenía el ceño fruncido y marcas que decían que siempre lo mantenía así.
Labios carnosos, y una amplia manzana de adán, muy pronunciada. Su voz era gruesa (eso lo sabía porque le escuchaba hablar, escuchaba ese sonido resonar dentro de mí)
Era alto, cómo de un metro con setenta y pico de centímetros. Brazos no tan marcados, pero su postura era atlética, era flaco, pero marcado, tal y como siempre lo veía.
Era tímido, pero extrovertido, una mezcla de dos cosas que se encuentran por separado.
Pensamientos desmesurados, pensé que podría hablar sobre cualquier cosa con él. Era un libro abierto, y sus gestos eran muy pronunciados. Si estaba feliz se notaba, muy pocas veces reía, no sabía sonreír, pero su risa era de esas que resuenan a mil cuadras desde el punto del estallido.
Vestía cualquier cosa que consiguiese, no tenía gusto musicales fijos, su color favorito era el negro.
Creía en Dios, sí, cargaba una cruz de madera en su cuello, lo tomaba con fe. Tenía creencias amplias y cualquier rama de la teología era buen punto para iniciar una conversación.
Argumentos contundentes salían de él. Tenía buen léxico, pero su mente iba más rápido que sus palabras. Piensa mucho y dice poco.
Le encantaba más escribir que hablar, y más leer que escuchar. No era el tipo más social, pero conseguía llamar la atención de quién se lo proponía. Sus metas eran propias de él, y se sentía en la necesidad de cumplirlas, un sueño y una meta: cumplir cada cosa que se propusiera.
Era libre, muy libre de hecho. Propone cosas que no todos estarían dispuesto a experimentar, mentalidad abierta, un libro abierto…
Me detuve por un momento. Le seguí observando y cuando llegue a sus ojos, también me observaba. Podía ver lo que decía, y sabía lo que pensaba. Me levante, y se levantó. Me acercaba y el hacía el intento de lo mismo. Lo tenía a pocos centímetros… Saludé al espejo que enmarcaba mi reflejo y con una ‘’sonrisa’’ (de esas que me salen mal) me despedí de mí y me fui.