FRIO CAPITULO II

in venezuela •  7 years ago 

CAPITULO II 

Ana miraba con atención su teléfono con la esperanza de ver la notificación de un taxi tomando su solicitud mediante la sofisticada aplicación telefónica, empleada por jóvenes adultos con la intención de sentir el mundo del mañana en el presente como en las películas futuristas que se ven cada tanto en las carteleras del cine. La lluvia no le permitía el viaje hasta la vía pública y el edificio sede de su empleo se encontraba en una vía poco transitada, se notaba la razón era su momento una escuela que por alguna razón termino en manos privadas; en todo caso no importaba Ana disfrutaba del edificio y más todavía en plena lluvia, le recordaba a sus días de escuela.

La lluvia no era pesada pero impedía caminar sin un paraguas, cosa que Ana no disponía en su oficina; seguro tendría alguno en la casa de su pareja pero la ciudad no acostumbraba a esos climas y solo se compraba para la docena de lluvias te tocarían una vez al año. Por esta razón aguardaba debajo de la seguridad del techo que poseía la entrada del antiguo instituto; mientras observaba como el vehículo que solicitaba mediante su dispositivo electrónico subía la inclinación de un par de grados del estacionamiento del edificio. 

Subió sin mayor alboroto no había necesidad de entrar en detalles mayores que la verificación de la mencionada aplicación, lo demás se encargaría la tecnología de modo que el silencio gobernaba el vehículo; solo interrumpida por la música de una banda de rock de hace varios años que Ana identificaría por zapato 3, en definición un viaje casi perfecto para quienes no disfrutan de mucha interacción social después de un día de trabajo. 

Ya en su casa después de disfrutar de tan agradable viaje que era particular en referencia al común denominador de los viajes en taxis de un conductor hablador con música que Ana en particular no disfrutaba, se dispuso a dejarse en ropa ligera con una sudadera de su amante para disfrutar de un pitillo en la cocina con un café oscuro con mucha azúcar y leyendo los mensajes su dispositivo. Un mensaje rutinario a su pareja le daban a entender que ya estaba en casa y el resto de su velada se resumiría en trabajar en una pintura de una mujer que llevaba semanas en su cabeza.   Ya estaba oscuro cuando Alejandro estacionaba su vehículo en su hogar, era viernes y su turno no llegaba hasta la madrugada. 


No estaba cansado pero estaba interesado en llegar temprano a su casa, no solo quería disfrutar de la compañía de su pareja también debía modificar su horario semanal por su actividad del sábado en la mañana; llevaba casos a solicitud de un tribunal para examinar personas involucradas en procesos penales, cosa que solo motivaban la amistad que tenía con uno de los servidores públicos involucrados en esos temas. 

Tocaba la puerta para sorprender a su pareja, llevaba una bolsa de comida nada saludable pero indudablemente perfecta para un viernes en la noche. 

Hola preciosa. – dice con una sonrisa cuando una ligeramente vestida Ana abre la puerta. 

Estaba esperando la comida, pero si quieres te puedes quedar.- responde con con una risa al final. 

A veces me pregunto la razón de traerte comida. 

Que estás enamorado de mi debería ser suficiente. – Grita Ana desde el piso de arriba guardando el maletín de su acompañante mientras este se dispone a preparar la mesa.- Si quieres subes y te cambias mientras yo termino de acomodar. – sigue Ana al entrar por el portal sin puerta de la sala a la cocina.  

¿Quieres que ponga música? 

No creo, es muy tarde y estas paredes no son tan gruesas. – dice como si considerara al vecindario. 

La cena empieza con dos vasos de vidrio con hielo mientras Ana sirve la bebida gaseosa que Alejandro considero la mejor compañía para una bolsa de hamburguesas de pollo con mucha salsa que seguro serian suficiente para dos, considerando que él había comprado una extra por las dudas y el placer que representaba la comida callejera para una pareja que no disponía del tiempo para salir con regularidad.  

La conversación pasaba por la rutina de la jornada laboral hasta que se estancaron en un pequeño debate sobre la responsabilidad de las autoridades y la sociedad en la asistencia post trauma de los implicados en toda clase de incidentes, ella tenía una opinión muy firme y radical sobre las necesidades de los afectados determinando que la asistencia en una amplia variedad de situaciones debía ser garantizado, pero él no se daba el lujo de exigir tanto al sistema; en su juventud había sido muy radical y ya hace mucho dejo esos pensamientos en el pasado, al punto que aceptaba peticiones de funcionarios judiciales. 

Recuerda lo complejo de la burocracia. – Afirmaba. 

No tiene nada que ver, la salud está garantizada como derecho para todos los ciudadanos de este país. – Aclamaba Ana con pasión. – considerar que el estado mental no es una necesidad básica no es razonable. 

Vivimos una época de progreso, donde cada paso es subir una escalera; hace años las maternidades no tenían insumos. Pero muchos trabajaron duro y podemos decir que este tema es discutido en foros públicos, periodísticos y en el parlamento. Cada persona forma parte de esta sociedad debemos creer en eso. – Dijo Alejandro como si creyera en  que sería prioridad algún día en un país que estaba en desarrollo.

 Si bien yo no tendría trabajo si esos debates ya tuvieran resultados o bien no trabajaría para un grupo de voluntarios financiados por el exterior, no puedo aceptar que todavía la agresión sexual sea un fantasma de película japonesa para la política. – finalizo Ana.  

Tienes razón, demasiada cautela para mejorar algunas cosas. – mientras se reía por la referencia a un clásico del cine de terror de la década del dos mil.

Ya terminada cada mordida posible que esa bolsa plástica sudada de las hamburguesas disponía, Ana podía usar la misma para los desechos y dejar todo impecable mientras Alejandro seguía su costumbre de limpiarse las manos como si fuera un cirujano; ambos estaban satisfechos y subieron a su recamara con un par de vasos del líquido gaseoso sabor a limón con unos generosos aditivos de Ron añejado, de forma que calmaran las emociones de la conversación anterior y empezaran con temas más casuales.  

Ella estaba casi dormida con los tragos en la cabeza cuando no pudo evitar sentir las caricias y los roces de las manos de su pareja; cuando ya el sueño se desvanecía de su cuerpo volteo su mirada para un apasionado beso con su amante y encontrar como su cadera estaba en control de Alejandro mientras la colocaba sobre su cuerpo. El resto de la noche fue adornada con la respiración de la pareja al ritmo de sus cuerpos hasta que un suspiro final marcaba el agotamiento físico para pasar a descansar desnudos y acoplados.     


Estaba emocionado mientras cerraba su novela, era de noche y la luna estaba llena a pesar de no poder apreciarlo; él había hecho el cálculo lunar y el concreto de su celda no era impedimento para sentir lo poderosa que se sentía la noche con el satélite a todo color brillando en el cielo apreciado todo el dominio que su más poderoso amigo diurno monopolizaba con su luz. Se preguntaba por el clima al ver las botas de los guardias y sentir el aroma de la ligera brisa exterior que llevaba a ese pasillo tan aislado de uno de los lugares más cerrados del área limítrofe.  

La ronda para notificar que se apagarían las luces interrumpía su meditación sobre exterior, pero estaba emocionado por el día siguiente y la estimulante visita que recibiría el prisionero 1225 cuando la tercera ronda de guardias armonizaba con las 10 AM del reloj anunciando el momento de su entrevista mensual. Casi parecía que dormía con los parpados abiertos cuando el joven guardia que respondía a Sánchez tuvo el coraje de mirar por la ventanilla de seguridad, sentía que era el quien era observado desde esa pequeña celda; era aterrador.   

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