Un diagnóstico económico para Venezuela

in venezuela •  7 years ago 

Buenas hoy les vengo a hablar de la situación que le acontece a mi país, es pertinente advertir sobre la gestación de un proceso hiperinflacionario que amenaza con subir escalafones ulteriores en cuanto al nivel general de precios
La crisis económica actual se manifiesta de distintas formas. En primer lugar habría que hablar de los altos niveles de escasez de productos de alta prioridad. Es notable para cualquiera el desabastecimiento, y aun incluso no en pocos casos la ausencia total de rubros de alimentos, así como de medicinas, productos de limpieza y víveres en general. También es pertinente advertir sobre la gestación de un proceso hiperinflacionario que amenaza con subir escalafones ulteriores en cuanto al nivel general de precios, y con destruir el ya tan mermado consumo de las familias y de toda la economía en general. Este cuadro de estanflación (detrimento de la producción aunado a la inflación en los precios) se combina con una crisis de balanza de pagos que claramente compromete el pago de servicio y amortización de la deuda externa para el presente año, calculado en aproximadamente USD 16.000 millones. Las cuentas externas se han perjudicado desde que los precios petroleros comenzaron a descender hace ya algunos meses, al mismo tiempo que la capacidad de oferta se ha mitigado dado los acontecimientos industriales como los de Amuay y del Centro Refinador Paraguaná, y de los compromisos petroleros adquiridos con la República de China, los cuales conllevan a la entrega de barriles diarios como parte de pago de deudas bilaterales, pero que restan a la oferta potencial de petróleo venezolano en mercados internacionales.

Este contexto no ha sido más que el resultado de políticas gubernamentales que han auspiciado el auge y la permanencia de la crisis. Haber ofrecido divisas mediante un tipo de cambio relativamente bajo, como lo ha hecho tanto CENCOEX como su congénito CADIVI –entre otros múltiples mecanismo que se han ensayado–, favoreció la importación de rubros tradicionalmente fabricados nacionalmente, significando un desestimulo para la producción nacional a cambio de mercancías ‘aparentemente’ más baratas traídas desde otras economías a través de un tipo de cambio claramente sobrevalorado. Este impulso ha deteriorado el aparato productivo durante todo el trayecto que han permanecido los controles de cambio, pero este deterioro ha pasado desapercibido debido a que las importaciones han cubierto la parte del consumo que la producción nacional ha venido desatendiendo.

Los efectos de este desacierto se hacen notar una vez que los ingresos de divisas por concepto petrolero disminuyen, y con ello la capacidad de continuar con la política de importación barata de organismos como CENCOEX. La paralización de las importaciones se complementa con la disminución de la producción interna y crean el fenómeno de escasez y la caída productiva actual.

De la misma manera, el Banco Central ha dispuesto su facultad de emisión de dinero para saldar los déficits fiscales del gobierno nacional, sobre todo mediante la partida de la estatal petrolera. Este acelerado proceso de monetización ha levantado los incipientes pasos de un proceso hiperinflacionario que socava más la situación económica, y que podría agravar aún más los niveles de consumo y producción internos.

Los diseñadores de políticas deberían tomar ciertos aspectos en cuenta si se proponen corregir los efectos de la actual crisis. Lo primero debería señalar al tipo de cambio absurdamente bajo que manejan organismos como CENCOEX, SICAD y SIMADI. Debe hablarse claramente de una devaluación que quite los incentivos a las importaciones y a las maniobras cambiarias que permiten el enriquecimiento fácil, y que dé por lo tanto un estímulo a la producción y al trabajo nacional. Tal devaluación debe acompañarse de subsidios para algunos rubros de alimentos y medicinas, puesto que el impacto inflacionario que de por sí traería la devaluación ocasionaría estragos económicos serios para los más pobres.

En segundo lugar debe plantearse una restructuración de la deuda externa, en la que se extiendan los lapsos de vencimiento e incluso se disminuyan las tasas de interés asociadas a dichos instrumentos. La carga de la deuda externa comienza a significar un verdadero obstáculo para el abastecimiento de rubros básicos, y para la reactivación productiva interna.

Lo siguiente debe comprender un control más austero en la emisión de dinero por parte del Banco Central. El crecimiento de la liquidez monetaria debe estar más asociado al crecimiento y a la dinámica de la actividad económica, y menos vinculado al desajuste fiscal del gobierno central. Asimismo, debe formularse un programa de recuperación productiva para la industria petrolera. La estatal petrolera PDVSA debe abandonar las actividades tan heterogéneas en las que se ha inmerso, para dedicarse plenamente al ejercicio de sus funciones productivas y de marketing internacional.

Por último vale la pena señalar que Venezuela, como economía productora y exportadora a gran escala de hidrocarburos, debe cuidarse constantemente de caer en el padecimiento de la enfermedad holandesa que la caracteriza, y de garantizar un estímulo persistente para las exportaciones no petroleras. Este problema en particular es realmente el reto más significante que ha manifestado la economía venezolana dentro de su historia, y el mal entendimiento de estos efectos ha provocado todas las grandes crisis económicas vividas desde que se ha incorporado la industria petrolera a la dinámica nacional, incluyendo la presente

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