Como puede que no sepan, vivo en Venezuela. Esto atrae automáticamente el factor #odisea a cualquier viaje que uno emprenda. No había sistema computarizado en el terminal, por lo que ver si quedaban pasajes de bus era imposible; no había punto, así que debía hacer una transferencia si quería viajar, ¿el detalle? No había señal en el recinto. Me pasaron el tipo de cosas que le pasan a la gente cuando dejan todo para última hora.
El viaje comenzó con tranquilidad a pesar de una que otra sensación incómoda -principalmente el frío-. La persona que iba a mi lado no dejaba de hacer preguntas estúpidas como "¿y las maracuchas de verdad son peleonas?" Por lo que aproveché los puestos vacíos más adelante de mi asiento y me trasladé hacia allá antes de que él pudiese averiguar de primera mano si somos o no somos peleonas. Sólo quería alejarme y disfrutar de mi viaje y de mi miedo. Sí, de mi miedo.
La primera vez que la Guardia Nacional Bolivariana detuvo el bus me asusté terriblemente. Estábamos a su merced y podían hacer lo que quisieran con nosotros si se les antojaba porque sí, el ejército de mi país es una mafia. Pidieron a cada uno entregar las Cédulas de Identidad, la mía la vieron y me la devolvieron de inmediato, para asombro de todos y molestia de algunos. Dormí de a ratos, el mal del sueño ligero me persigue desde joven y aunado a eso, cada que estaba por quedarme dormida, encendían las luces del bus porque obviamente la Guardia nos había detenido de nuevo. Desperté un par de veces al notar que pasábamos por Barquisimeto -creo- y cuando entrábamos a Yaracuy.
Cuando por fin llegamos me sentí aliviada. El frío se disipó un poco al entrar al terminal, aunque seguía calándome los huesos, un cigarro tras otro ayudaron a que fuera saliendo de mí. Mis nervios por estar en la ciudad más peligrosa del país se calmaron un poco porque bueno... ya estaba ahí, ¿no? Me senté a cargar mis teléfonos y esperar que mi querida amiga Elohin llegara a buscarme.
Noté que llegaba a una Caracas sin el bullicio que la representaba, según las malas lenguas. Pero era de esperarse ya que era el domingo previo a carnavales, y debo admitir que sentí un alivio enorme. Caminé junto a Elo hasta el temido Metro de Caracas, que por supuesto estaba desolado a esa hora de la mañana, un domingo feriado.
Nos bajamos después de dos estaciones y tomamos un bus hasta Televen y no tienen idea de lo que sentí. Desde pequeña mi sueño era conocer aunque fuese la mera fachada de ese recinto informativo, me sentí aún más extasiada cuando, al subir hasta el apartamento de la tía de Elo, su ventana me ofrecía una vista perfecta de la impresionante bola roja y el Ávila, era simplemente hermoso.
Al rato aparecieron dos protagonistas especiales de mi historia. Abner Roa y David Niño entraron a escena desde una de las salidas del Metro. Mirando a todos lados, esperando vernos a Elo o a mí. La tía de Elo, -Dios bendiga a esa increíble mujer- me miró seriamente y dijo "bueno, tú eres maracucha y ustedes son escandalosos ¡grítales!" y acto seguido, ella y Elo comenzaron a gritarles a los chicos hasta que nos vieron y avanzaron hacia el carro. No negaré lo mucho que me reí, porque se me salieron las lágrimas, fue un momento genial.
Los tíos de Elo nos llevaron hasta nuestro destino final -momentáneo-, Guarenas.
-Este viaje fue algo bastante largo, por lo que lo he dividido en varias secciones que trataré de actualizar cuanto pueda, gracias siempre por leer y por estar-.
Nos encantó tenerte acá en Caracas, mi maracucha bella <3 @mermaidrose espero que escribas sobre nuestras aventuras en los museos, jajajaja.
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Necesito leer sobre esas aventuras, sí.
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