Martín pescador (Alcedo atthis), 2017. © L. Terrones
Aunque las condiciones ambientales de este otoño no acompañan y el calor es más alto de la habitual, la paleta de ocres y amarillos, más bien neutros, apagados, tachonan la vegetación marchita del paraje natural mostrándonos un paisaje monótono y vacío, más propios de los días de verano que del pintoresco y estético periodo otoñal; y es que, el verano ha sido demoledor este año, y la ausencia perlada de humedad, inexistente durante meses. La vegetación soporta a duras penas las condiciones tan extremas que se han vivido este año, solo las doradas flores de los glaucos arbustos de Echallium elaterium desafían al monocromo paisaje. Las delicadas y marchitas ramas de los arbustos se encuentran engalanadas de cientos de caracoles que llevan inactivos desde el verano, única forma de sobrevivir a la escasez de alimento en los meses de más intenso calor y que esperan las primeras lluvias para abandonar los emplazamientos en los cuales han permanecido postrados, muchos de ellos seguramente no despertarán del letargo estival.
De vez en cuando un trazo de intenso color rasga la atmósfera pesada de la tarde y nos muestra una vez más que la naturaleza no se doblega fácilmente. Nuestro protagonista, un martín pescador, se posa muy próximo a donde nos encontramos, y se zambulle una y otra vez en las cálidas y transparentes aguas. La presencia de aves migratorias ya ha disminuido de forma importante, sobre todo en limícolas. Durante la tarde observamos a algunos archibebes claros y a los chillones juveniles del archibebe común que se alimentan incesantemente. En la misma orilla, camuflada entre la ocrácea vegetación permanece inmóvil una agachada común, como sin con ella no fuese la cosa. A unos metros una inquieta cigüeñuela se mueve de un lado para otro junto a los andarrios chicos y algunos chorlitejos chicos.
Archibebe claro (Tringa nebularia), 2017. © L. Terrones
Chorlitejo chico (Charadrius dubius), 2017. © L. Terrones
Mientras esperamos la llegada de aves inicio una acuarela de un chorlito chico que se encuentra tras unas piedras a bastante distancia de donde nos encontramos. Me llamo la atención al ver que detrás de esas rocas había una pequeña cabeza que de vez en cuando oteaba el cielo por si alguna rapaz intentaba jugarle una mala pasada. Pero no, demasiado pequeño para el águila pescadora que se acicala el plumaje en su posadero favorito y ningún interés para una águila calzada de fase clara posada en los grandes y desnudos eucaliptos.
Acuarela de chorlito chico (Charadrius dubius) en proceso. © L. Terrones
Las invernales van aumentando cada semana y ya son muchos los ejemplares de cormoranes grandes que ocupan sus dormideros y sobre todo la presencia de bastantes ejemplares de patos cuchara, algunos zampullines cuellinegros, zampullines chicos y porrones comunes que se unen a la comunidad sedentaria asentada en la zona.
Pato cuchara (Anas clypeata) macho en eclipse, 2017. © L. Terrones
Garcilla bueyera (Bubulcus ibis) y al fondo cormoran grande (Phalacrocorax carbo), 2017. © L. Terrones
Fin de Jornada, 2017. © L. Terrones