La máquina de la decepción
Si algo puede caracterizar con facilidad a la era bolivariana es su devoción a la materialidad. Contrario a los planteamientos de la “izquierda ilustrada” venezolana, tal fetichismo forma una parte esencial de sus acciones y discursos, dinamitando a su paso la personalidad y potencia creativa de quienes se les oponen así como la de sus propios seguidores. La preeminencia de la cosificación se exhibe con claridad en su concepción reductiva de lo social. La minoración ilustra a la perfección como la sumisión total de lo existente es su prioridad y no el cielo en la tierra como indica su eterna propaganda socialista. La dinámica bolivariana se encarna en el control de la otredad como cosa justificándose en el discurso prestado de los dominados y dominantes. Con el chavismo como forma de gobierno en Venezuela cesan de existir los seres vivos (ni humanos, ni flora, ni fauna), para los bolivarianos existen objetos contrarios a sus designios y como cosas no merecen ningún tipo de trato digno, pueden ser manipulados a su antojo. La subjetividad es entendida como falsificación de lo real, sólo existe una verdad y es únicamente comprensible por la nobleza bolivariana. Desde esta perspectiva Venezuela cuenta con instancias dignas de una fábula como el Ministerio de desarrollo minero ecológico y el Viceministerio de la suprema felicidad del pueblo, carteras que solo cobran sentido en la cosmovisión bolivariana, los únicos que pueden comprender su sentido y eficacia.
A la par de lo social el poder también sufre un reacomodo. El poder bolivariano se manifiesta en su vinculación jerárquica con lo demás: a mayor cantidad sumisa, mayor poder es el expresado. No posee ninguna importancia la comprensión subjetiva o crítica de la existencia, sólo la re presentación constante de una enorme cantidad numérica. El protagonismo estadístico se manifiesta de igual manera en el incremento de dos reducciones precedentes a la era bolivariana, lo social caritativo, la actividad bondadosa exclusiva del gobierno, y el trabajo social, el modo de resarcimiento público obligatorio. Desde otra postura, lo social es interpretado como un poder destructivo. Cualquier forma de organización pública plantea la posibilidad crítica de la actuación gubernamental por lo cual todo tipo de reunión pública en la actualidad es peligrosa para la nobleza bolivariana. Desde la desaparición del único venezolano que existió, todas las manifestaciones públicas son tuteladas por organismos militares, las cosas no tienen derechos. Es preciso no olvidar que los organismos militares por su propia naturaleza no alientan al desarrollo de la subjetividad: Los soldados de Chávez no lo son porque dominen implementos militares, lo son porque están soldados a una máquina cual tornillo o placa de metal. La aniquilación de la subjetividad es un paso primordial para la sumisión total de la República, en muchos casos es fundada desde la dicotomía comunitarismo versus liberalismo. En la Venezuela del siglo XXI la comunidad es un compendio de cosas alineadas con el proyecto bolivariano, no la conjunción de subjetividades trabajando por el bien común.
En referencia a lo institucional la relación entre lo social y el poder se revela de una manera notable en el orden propuesto dictatorialmente por el Estado bolivariano. La decisión política, reducida al mantenimiento de su presencia como gobierno, prima sobre resoluciones económicas y sociales esenciales. La nobleza chavista, el carnaval de lúgubres personajes ungidos por el “Comandante Eterno”, se auto adjudica el protagonismo en todos los niveles, orquestando el colapso institucional que arroja al vacío y ocupa frenéticamente al venezolano a pie. La destrucción de la producción de la República en manos del Estado Bolivariano le ha permitido simultáneamente apropiarse, avalado por la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations) el 16 de Junio del 2013, el papel del Estado benefactor. A falta de una industria de alimentos autónoma el Estado Bolivariano ofrece la “solución” en la caja CLAP (Comité local de abastecimiento y producción). La caja empequeñece la existencia del venezolano, cancela la libertad de la decisión, lo transforma nuevamente en una cosa que casualmente le permite a la nobleza bolivariana su constante enriquecimiento. La expansión a ritmo acelerado de problemas de servicios públicos básicos tales como los constantes y “regulados” cortes de electricidad y agua, las vías desatendidas o la recolección de basura al mínimo, redimensionan de igual manera la vinculación entre lo social y el poder. De cara a la crisis el poder muestra su faceta grandilocuente, la de la eterna campaña o mitin político partidista. Dicho de otra manera, los problemas que aquejan al venezolano a pie únicamente pueden ser resueltos por estructuras más amplias, espacios que coincidencialmente esperan ocupar los partidos políticos opuestos a la dictadura.
La opinión pública tematiza el bienestar y malestar de la sociedad, invita a la creación de un nosotros que en algunas instancias, es interpretado cortamente como el arquetipo de lo social. La unificación de ambas maneras de estar a través del anonimato que permite tal tribuna no implica bajo ninguna forma la neutralidad valorativa. La opinión pública no exhibe la ecuanimidad como tampoco la certera y objetiva descripción. Revela una posición y valoración particular, una con indudables implicaciones tanto políticas como económicas. Es preciso tener presente como el reino de la valoración puede diluir a la acción, oponiendo otra vez la particularidad frente a la generalidad de lo social. Desde el ¿Quién te crees tú, para hablar por todos? hasta el tener que encarar la réplica o crítica de lo expresado públicamente, la declaración a vox populi trae consigo un ellos problemático para el desenvolvimiento de los intereses personales. En la era de la web 2.0 la opinión pública adquiere una cualidad extra muy interesante, una que dilata su productividad. La existencia de plataformas que invitan a cualquier usuario a expresar su opinión, permiten que la misma pueda ser capturada (vía screenshot) y recontextualizada con otros fines. Al existir como comentario, meme u observación, el mismo es transformado ipso facto en recurso o contenido para otras interacciones sociales, unas que ocurren constantemente sin ningún tipo de interés o respeto por los creadores o autores originales. De tal manera lo que tomaba tiempo en el siglo pasado para su publicación y reconocimiento masivo es lo cotidiano de la web 2.0, recursos infinitos, cortes que re compuestos son determinantes dentro de la creación de lo actualmente conocido como fake news.
Desde el plano de lo individual el poder enlazado a la noción de acumulación suscita angustia y preocupación. En una situación similar a la de como algunas personas se relacionan con el conocimiento usando expresiones cuantificadoras como siempre se puede conocer más y donde lo conocido existe aproblematicamente desligado de la potencia destructiva del olvido, el poder solicita su constante ejercicio. Impedir la práctica forma parte de la expansión totalitaria del gobierno Bolivariano, el pueblo en el gobierno, la manifestación de la "democracia participativa", no es mas que la delegación del ejercicio propio a personas alineadas ideológicamente con la sumisión eterna del venezolano. La destrucción planificada de espacios fértiles para la expresión libre llevan consigo la exposición de otra situación clave, la vergüenza que para muchos supone la debilidad. La ausencia del ejercicio del poder así como de la generación de su propia narración siembran en el venezolano la falta de confianza en sí mismo, y como diría Spinoza, todas las pasiones tristes generan servidumbre. Otro temor relacionado al poder se encuentra en su vinculación a la ventaja. Ciertos individuos se consideran poderosos cuando pueden ejercer una ventaja sobre el otro o sobre una situación particular. La ventaja puede ser igualmente pensada desde la expresión Orteguiana ser capturado por las circunstancias, la querencia por estar un paso adelante a lo opuesto al fugaz interés propio. La angustia por el futuro retratado desde la inseguridad influye en la noción poder como ventaja. Su afirmación es la cautela, radica en el estar a la altura de las cosas Heideggeriano.
La impotencia individual conlleva a la auto cancelación. Como fue mencionado anteriormente los 20 años de adoctrinamiento bolivariano ocasionan en el venezolano la creencia de que por sí mismo no podrá salir de la crisis que lo agobia. Frente a la máquina avasallante que ha sido el chavismo ciertas generaciones han olvidado su yo puedo, otra lamentablemente ha nacido sin ninguna posibilidad de ejercerlo o imaginarlo, se le ha demandado por nacimiento identificarse no con su voluntad, sino con el "Comandante eterno" Chávez y la patria mendiga. La unidad actuante en Venezuela ha desaparecido en colas y en el resguardo de su existencia encerrados en sus domicilios. Lo público es sinónimo de peligro, demanda un estado de alerta que va más allá de la preocupación por el crimen. En Venezuela el mantenimiento del espacio público como responsabilidad del Estado desapareció con el gobierno de Maduro, casos como el puente Guanape II en Vargas el cual se desplomó el 24 de enero del 2017 evidencian a la perfección el poco interés que tienen por la vida del venezolano. Un paso firme en la refundación de la República se encuentra en la recuperación de la ontología, despertar a la existencia. Indudablemente despertar a la existencia es enigmático. Como diría San Agustín, el camino existencial puede devenir en convertir el sí mismo en un problema. Nadie quiere más problemas y menos uno que puede acompañarte hasta la muerte. La pregunta por la existencia indica al ser y su infinidad de apariciones en el ente como posibilidades. El vivir auténticamente pasa por descubrir y problematizar dentro de la mar de posibilidades, no encerrarse en la determinación militar (soldado de la patria) o la filial (hijo de Chávez) las cuales cancelan cualquier tipo de decisión individual.
En la modernidad surge una concatenación entre la profesión y el dominio técnico como fundamento vital en la definición de la existencia. El ser moderno, más allá de la vinculación filial religiosa tradicional, el hijo de Dios, erige sus cimientos a través de la praxis o el ejercicio de sus potencias realizativas. La realización incluye dos dimensiones particulares. La primera refiere a su revelación como acción en sí misma, el ejercicio de la potencia. La segunda apunta a la acción en vinculación a una institución precedente. Dicho de otra manera, para ciertas personas se puede ser músico si el mismo puede componer o ejecutar un instrumento musical. Para otros se lo es, legítimamente, en el respaldo de su acción a través de su fundamentación institucional, es decir, que haya estudiado música y posea la titulación que lo acredite como tal. La especialización trae consigo la dependencia a otras profesiones, define el yo puedo limitando las posibilidades realizativas. En la Venezuela “revolucionaria” fijar la existencia a la realización profesional es caminar directamente a la magnificación de la decepción. Para el chavismo ninguna profesión tiene valor, la realización creativa de la existencia se encuentra en contra de su cualidad militar: nadie puede superar ni en inteligencia ni en técnica a los herederos del Comandante. Por ello la universidad ha sido un blanco importante en la devastación de la República. Para ser un buen hijo de Chávez no hace falta educarse como tampoco estimular el pensamiento creativo, su bandera es la simple lealtad del mendigo. El gobierno bolivariano vacía de sentido la noción de realización existencial en la profesión. Por un lado destruye las instituciones que las fundamentan, por el otro aniquila las posibilidades de la realización profesional con la hiperinflación planificada.
Finalmente, y en un plano más amplio, es necesario repensar el poder en conexión con la era de la inseguridad. La ausencia de la estabilidad lograda a través de la fundamentación moderna ha abandonado a las sociedades del siglo XXI frente al intempestivo e irreflexivo acontecer. El conocimiento, así como la fundamentación, se encuentran actualmente en un perpetuo mientras tanto demandando esfuerzos individuales colosales en aras de otorgar sentido a la existencia. Si bien Max Weber ya a principios del siglo pasado nos invitaba a pensar como todo conocimiento científico se encuentra destinado a ser superado, desde la cotidianidad del lego el conocimiento público de un momento histórico particular se presentaba en algunos casos antagónicamente, es decir, como algo bastante definitivo y sólido. La regularidad de antaño, la fe, el progreso, e inclusive, la verdad permanecen en un constante entredicho, como relatos son insuficientes para dar cuenta del orden entre tanta saturación informativa y solidificación de la discontinuidad. La cantidad de información generada en la actualidad en el contexto de la web 2.0 solicita criterio para su manejo ya que la propia abundancia ocasiona en ciertos casos paralización: muchos no saben ni siquiera por dónde empezar a buscar o en quien confiar en momentos de dudas. No hay que olvidar como la paralización del país es uno de los objetivos primordiales del Gobierno Bolivariano, al minar las instituciones informativas tradicionales tales como canales de televisión o periódicos, arroja a la ciudadanía a la búsqueda individual del sentido, una tarea globalmente cuesta arriba pero posible. Por ello, si la información es poder, en la Venezuela Bolivariana informarse es un acto de rebeldía, un esfuerzo necesario para salir de la oscuridad “revolucionaria”.