Buenas a toda la comunidad de Steemit, espero que disfruten esta historia. Está inspirada en la infancia de mi madre cuando sus padres se divorciaron y le tocó vivir con su padre y su nueva esposa, que también era su tía.
El olor a tierra fresca me despertaba en las mañanas, en ese lugar lleno de pasto. Recuerdo mi vaso de aluminio que agarraba de la cocina. Con el único propósito de llenarlo de leche. Las largas ubres de las vacas viejas me impresionaban. Mi papá Julio me regañaba muchísimo. Sin embargo; ese momento era para mí, el más feliz. Les confieso que desde ese instante comenzó mi pasión por las cosas sencillas de la vida. Me hacían olvidar el martirio y las locuras que simultáneamente confluían en este hogar que compartía con mi padre, su mujer y mis medio hermanos.
Las horas del día parecían confabularse con estos seres malvados. A veces, no comía porque pensaba que en algún momento me envenenarían. La paranoia era tal que no conciliaba el sueño.
Una noche el sueño me venció. Y sin darme cuenta amanecí atada a la cama. Desde ese día no tomo leche caliente, recién ordeñada.
...Gritaba, pero nadie me auxiliaba. En ese momento, todo se oscureció. ¿Quién está ahí? -Dije con voz muy afónica. Oí un murmullo y vi una sombra mal oliente, que se posó luego al lado de mi almohada. Era imposible tocarla. Sentí tanto frío que tenía miedo de morir de hipotermia. Me sobresalté con el ruido de la vieja cafetera.-¿Quién estará en la cocina?- Creí escuchar la voz de papá. Voltee, pero ya no distinguía. Sólo podía oler y medio sentir pasos presurosos. Era ella, la hija menor de mi madrastra... Ya mi cuerpo se estaba extinguiendo de tantos azotes y poco alimento... Sin embargo; sentí por un instante una repentina fuerza que hizo que me levantase de aquella maloliente habitación que me tragaba día por día. Mi pestilente vestimenta se me había despedazado en mi desgarbado cuerpo. Salí, como pude, sin que la malvada menor se diera cuenta. Sólo la sombra me acompañaba.
Después de largas horas de camino. Llegué a la laguna de las vacas y tomé desesperadamente agua, sin darme cuenta que alguien me observaba. Sus ojos desprendían maldad en estado puro. Ya me había atrapado nuevamente, pero el sol me auxilió. Los rayos, que desprendía, rápidamente la calcinaron.
...Por fin llegué. Pude divisar en el horizonte, la imagen anhelada de mi amado padre. Lo abracé, pero no lo sentí.
Hoy entro al corral de las vacas, y aún disfruto el olor de la leche caliente, recién ordeñada.
Realmente inquietante pero emotiva de principio a fin.
Me hizo recordar los cuentos de mis madre y de mi abuela que por muchas décadas vivieron en los altos páramos andinos, siempre expresan sus cosas con mucha nostalgia y apego como si de esos sitios un mundo distinto fuera. Cómo me hubiese encantado haber estado en esos potreros disfrutando de las más sabrosas comidas hechas por las cálidas manos de mis bisabuelos.
Pd: mi bisabuelo tenía le nombre de Julio, una persona excepcional.
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