Esta es una historia completamente alterna de el guitarrista de la película Mad Max. Espero que les guste. <3
Tonos naranjas.
En este mundo, ya no me quedaba nadie a quien le importara. Hacía mucho tiempo que no sabía lo que era el amor, el cariño o siquiera el calor humano. ¿Dónde había quedado lo bueno? ¿Dónde habían quedado las viejas costumbres? Ya no sabía lo que era una buena vida, el mundo sólo se veía en tonos naranjas.
Cuando era pequeño, mi padre guardaba una guitarra acústica, de esos tiempos donde alguna vez todo fue bueno; de esos tiempo donde alguna vez había tiempo para la música. Mi familia era bastante peculiar dentro de esta discordante sociedad, teníamos algo único que no muchas familias podían jactarse de tener en estos tiempos: nos amábamos.
Nunca habíamos intentado vendernos ni asesinarnos. Sin embargo mi mamá enfermó cuando yo era muy joven y vi cómo se le iba la vida de los ojos. Mi padre decía que yo era una persona muy especial, que había nacido con condiciones especiales; una extraña habilidad llamada esquizofrenia. Decía que podía ver cosas que siempre estaban allí, pero los demás no podían ver.
Solía darme pastillas para ayudarme a “controlar mis habilidades”; pero lo que mejor funcionaba era la música. La música siempre calmaba las voces, siempre desaparecía las visiones. A pesar de que nuestra guitarra tenía un hueco, estaba desafinada y le faltaba una cuerda: no había sonido más melódico para mí. Le pedí que me enseñara a tocarla cuando tenía quince años.
Entonces un día salió por mis medicinas. Y ese día no volvió. Y ese día fue la última vez que lo vi.
Toqué todos los días, cada día, esperando a que volviera, sobreviviendo de sobras. Pero un día… Un día decidí hacer algo más. Tomé lo que quedaba de comida, que estaría sobreestimándolo cuando digo que era poco, y me marché con la vieja guitarra de mi padre en la mano derecha. Caminé por lo que parecieron siglos con mi guitarra, el calor, el sol y el paisaje naranja.
La carretera estaba vacía en mis últimos suspiros de vida, escuchaba las tonadas de la canción que había compuesto en todo mi camino. Hasta que dejé de poder escucharlas, el sonido del motor; las voces en mi cabeza se callaron al mismo tiempo que callaron mis dedos en las cuerdas. Tenía yo entonces diecisiete años cuando el auto se detuvo a mi lado y se bajó un hombre de piel muy blanca y marcas en todo el cuerpo. Seguido de otro con una máscara en su cara y el cabello muy largo. Me miró prolongadamente y señaló mi guitarra. Sin saber que hacer realmente con ese gesto, la toqué. Nunca había mostrado mi música a nadie, así que estaba feliz de poder tocar mi nueva canción.
El hombre con la máscara se subió en su auto y el de la piel marcada tomó mi guitarra y me indicó que me subiera en el carro. Así fue como terminé como el guitarrista de Joe. Y no dejo de tocar, nunca dejo de tocar, si lo hago hay silencio y si hay silencio puedo escuchar los susurros. Nunca dejo de tocar, aunque aún extrañe a mi padre, aunque aún escuche las voces, aunque el mundo aún se vea en tonos naranjas.