27/05/2020
Aliendres, A.
Hola Steemians
Hay quienes acatamos las medidas sanitarias y políticas gubernamentales en materia de salud que se emiten por la pandemia del COVID-19, aunque no estemos de acuerdo en su totalidad porque el miedo no es el mejor aliado a la hora de prevenir o generar el valor social de la consciencia; menos el arresto domiciliario que se mantiene. Mi padre cumple en poca proporción esta medida de aislamiento social. Es un septuagenario de espíritu y voluntad enorme, mayor es su extraordinaria condición física que le anima diariamente a realizar sus acostumbradas labores de agricultura; una de las actividades más fuertes que se practican desde que el hombre fue mejorando su sistema de subsistencia que consistía en la recolección, caza y pesca.
En la actualidad, a pesar de haber evolucionado los métodos, equipos y herramientas utilizadas para desarrollar el trabajo de la tierra que hace posible la producción de alimentos saludables, hay miles de agricultores que ejecutan sus labores de forma rudimentaria, el papaito, como cariñosamente le decimos en familia, es una de estas personas. Con un machete y una escardilla que afila con una piedra caliza extraída de la vena de agua que surca su terreno, ubicado en los bajos de Guaraunos, prepara unas 3 hectáreas de tierra y las siembra con cultivos de ciclo corto; en esta ocasión, se encuentra animado por la cosecha de Auyama o ahuyama, calabaza o zapallo, tiene una variedad de nombres comunes, mientras su nombre científico es Cucurbita maxima.
Me cuenta el papaito que se trata de una planta herbácea con ciclo de vida relativamente corto, la cultiva con una distancia de 1.5 metro entre hoyo porque es una especie trepadora y expansiva, para un adecuado manejo de la siembra deja la distancia que permite un mejor desarrollo y distribución del área. Su actividad agrícola es parte de su vida, lo hace por pasión y amor al campo, adora trabajar la tierra y ver cómo las plantas producen alimentos. La dificultad de colocar su producción en el mercado local más cercano es limitada, así que termina negociando la cosecha con alguno de los dos comerciantes que tienen medios de transporte para colocar la mercancía en mercados foráneos.
Este monopolio termina perjudicando su modesta ganancia o recuperación de capital invertido en insumos y mano de obra para limpiar y cosechar. Sin embargo, se encuentra firme en su postura, la agricultura es su vida. Maneja la teoría que es imposible que el COVID-19 se asome a su cultivo porque los 36°C a 38°C son un repelente natural que le derretiría antes que pudiera salpicar su insolado cuerpo. Así que contra Coronavirus, la cosecha de Auyama pinta por buen camino; acá comparto algunas imágenes del cultivo.
Cultivos de berenjena (Solanum melongena) y yuca (Manihot esculenta) son complementarios y exigen un esfuerzo físico considerable para el mantenimiento de las plantas.
Cuenta el papaito que frecuentemente tiene encuentros con ciempiés y serpientes, los cuales desvía o traslada a un lugar distante del cultivo. No comulga con la idea de matar la fauna autóctona porque sostiene que están en su hábitat y sabe que él es el invasor, no los animales ponzoñosos o venenosos que se encuentren en el cultivo.
Las bayas de la Cucurbita maxima alcanzan buen porte. Recuerdo que una vez llevó a la casa una que pesó 34.8 kilos, estuvo meses en exhibición porque no la vendió.
El uso gastronómico de este rubro es variado, la torta es exquisita, las semillas tostadas son una excelente fuente nutricional. La Cucurbita maxima tiene propiedades medicinales extraordinarias. Durante la etapa de inflorescencia se viste de amarillo con sus hermosas flores. Se utiliza como elemento ornamental y la fabricación de ciertos instrumentos musicales del folklore venezolano.
Definitivamente, me llena de orgullo que mi padre sea un productor de alimentos sanos y tenga una consciencia ecológica tan admirable.