Últimamente te habrás dado cuenta de que la meditación está de moda. Parece ser el remedio a todos los males y una forma muy eficaz de liberarse del estrés al que estamos sometidos en nuestra vida diaria. Pero… ¿por qué elegir la meditación? ¿Tiene algo que ver con alguna religión determinada?
Puede que si no sabes demasiado sobre el tema pienses que la práctica de la meditación puede tener su origen en algún tipo de religión determinada. Y sí, diferentes religiones occidentales y orientales han incluido el ejercicio de la meditación y el mindfulness (conciencia plena) entre sus prácticas. Pero no tiene que estar obligatoriamente ligada a ninguna religión.
¿Qué es la meditación?
Es un arte ancestral. Hay muchas personas que piensan que consiste en sentarse, cerrar los ojos, respirar y quedarse quieto durante un rato. Pero la meditación es un ejercicio que requiere de esfuerzo, constancia y tenacidad para que nos otorgue todas las ventajas que puede ofrecer.
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Meditar es dejar la mente quieta. En silencio. En blanco. Aplacar a nuestro tigre interior. Además, no tiene por qué practicarse siempre sentado y quieto. Hay para todos los gustos y tipos de energía y existen opciones en movimiento.
La meditación nos ofrece un espacio de conciencia plena en el que aceptarnos a nosotros mismos y dejar de intentar ser distintos a lo que somos.
Meditación y mindfulness
Si entendemos en qué consiste el ejercicio de la meditación, en calmar a nuestra conciencia y aceptar el presente tal y como es, sin preocuparnos del pasado y del futuro, nos daremos cuenta de la estrecha relación que existe entre esta y el mindfulness o la práctica de la atención y la conciencia plena.
El mindfulness, la conciencia plena o el sati (como se le llama en pali) es el ejercicio de la conciencia orientado hacia el presente. El mindfulness pretende con la práctica del ejercicio de atención plena en el momento de ahora que ejercitemos nuestra conexión con el tiempo presente para calmar nuestra mente y aprender a relajarnos.
Si vivimos en el ahora nos alejamos de prejuicios. De malas experiencias que pueden distorsionar la realidad presente y hacernos no vivirla plena y justamente.
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Somos, como dice Byung-Hul Chang, la sociedad del cansancio. Una sociedad donde le damos importancia a la imagen exterior, al éxito profesional, donde vamos continuamente con prisas y sin tiempo de parar, respirar y pensar en nosotros mismos. Esta desconexión de nuestro yo más profundo nos ocasiona problemas como la ansiedad y el estrés. Las grandes enfermedades con las que convivimos en este siglo.
La meditación y el mindfulness nos ofrecen aquello que tanto necesitamos: aprender a cultivar nuestro interior, aprender a escuchar nuestro silencio y a acallar el ruido interior que produce el estrés y la presión que nos crea la sociedad actual.
Meditación no es una religión
Meditación puede confundirse a veces con la palabra contemplación. Y puede ser que de esa confusión nazca a idea de que la está ligada a la religión de alguna forma.
En el siglo XIX se utilizó el término meditación para referirse a prácticas budistas e hinduistas. Existe la meditación religiosa pero el ejercicio en si no es una religión.
Eso es lo que lo hace tan atractivo y asequible para cualquier persona. Podemos practicarla sin sentirnos obligados a compartir ningún tipo de doctrina religiosa. Para meditar solo hace falta tener la intuición de necesitar meditar. Y necesitarla significa querer estar sin imaginar qué seremos, algo complicado para nosotros, que tenemos una cultura occidental orientada hacia el futuro.
Las religiones orientales han utilizado la meditación en sus prácticas espirituales. Esa es la causa de que relacionemos su práctica con el budismo o con el hinduismo. Pero no tenemos que ligarnos a ninguna de las dos ni compartir sus creencias para conectar con la práctica de la meditación.
El yoga, cuya práctica está muy extendida entre la sociedad occidental, también es una disciplina espiritual de meditación. Cada postura de yoga, cada asana, nos acerca más y más a la conexión con nosotros mismos, con nuestro Yo más puro. Lo puedes practicar meramente como ejercicio físico, para mejorar la resistencia y la flexibilidad de tu cuerpo. Pero, sobre todo, el yoga es algo que se hace con la mente. Desligado de la mente pierde todo su potencial: despertar aquellas partes de nuestro yo más verdadero y universal.
Tipos de meditación
Existen ocho tipos, casi todas ligadas a distintas religiones.
De sonido primordial:
Basada en mantras, frases que repetimos y que nos ayudan a entrar en meditación. Proviene del vedismo, una religión india.
Vipassana:
Budista tradicional. Es la base del mindfulness. Utiliza la respiración.
Zazen o zen:
Su traducción del japonés es “meditación sentada”. La postura es mucho más estricta que en la vipassana. Para personas con experiencia porque es un tipo de meditación más dura en los ámbitos físico y mental.
Trascendental
Meta:
Proviene del budismo tibetano.
Kundalini:
De tradición india.
Chakra:
Tenemos 7 chakras o centros energéticos. También hinduista.
Tonglen:
Busca la conexión con el propio sufrimiento y es de origen budista tibetana.
Como puedes observar, todos los tipos que han llegado a nosotros a través de religiones orientales. Pero eso no quiere decir que la meditación sea una religión. Podemos practicarla junto con el mindfulness como ejercicio espiritual individual y construir una “religión” propia en la que trabajar con nuestros propios mantras.
Con la meditación obtendremos grandes y poderosos beneficios como aumentar nuestra autoestima y la empatía, mejorar la memoria y la concentración, superar la ansiedad y trabajar en nuestro autoconocimiento. Si te decides por la meditación verás lo que esta práctica puede llegar a hacer con tu trabajo interior. Así que si no te decidías por ella por si tenía algo que ver con alguna religión estás de suerte: la meditación y el mindfulness solo te harán ser fiel a ti mismo.