Autumn, of course, is a truly ideal time to let yourself be carried away by the charm of daydreaming and to remember, with seductive nostalgia, those humble details, whose vision made an impression on the perceptive gaze of poets, such as Whitman, also laying, in many cases, the foundations of a Surrealism, whose main manifestos were opportunely confirmed a century ago by the charismatic André Breton.
The fallen leaf, which the wind not only carries away, but also always returns to the shroud that is the earth, is also an excellent metaphor that leads us to understand how ephemeral life really is. And as someone once said, not without ironic determination: smile, friend, because, after all, like that leaf, you will not come out alive either.
El otoño, desde luego, es una época verdaderamente ideal para dejarse llevar por el encanto de la ensoñación y volver a recordar, con seductora nostalgia, aquellas humildes detalles, cuya visión hizo mella en la perspicaz mirada de poetas, como Whalt Whitman, sentando, además, en muchos casos, las bases de un Surrealismo, cuyos principales manifiestos fueron oportunamente constatados hace un siglo por el carismático André Breton.
La hoja caída, que el viento no sólo se lleva, sino, que, además, devuelve siempre a la mortaja que es la tierra, es, también, una excelente metáfora que nos lleva a entender lo efímera que es en realidad la vida. Y como dijo alguien en cierta ocasión, no exento de irónica determinación: sonríe, amigo, pues, al fin y al cabo, como esa hoja, tú tampoco vas a salir vivo de ella.
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