Sartre fue un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, de gran renombre en el mundo entero a mediados del siglo pasado. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1964 y estuvo casado con la también escritora Simone de Beauvoir. Sartre defendió siempre la responsabilidad personal, ratificando una y otra vez que "El hombre se hace a sí mismo". Pero ¿somos completamente responsables?

Quien lee responsables lee culpables. ¿Somos culpables de todo lo que nos pasa? Una de las preguntas más importantes dentro de las reflexiones existencialistas de la humanidad es esa confrontación entre voluntad y destino. De un lado están los que creen que "todo está escrito", que "pasará lo que tenga que pasar" y que, por tanto, poco importa lo que hagamos, o dejemos de hacer, la vida (Dios, Alá, Yavé, el Universo) ya ha decidido por nosotros el inalterable curso de nuestra existencia. Y en la acera de enfrente están aquellos que se sienten capitanes de su barco, maestros de su destino, que ven el libro de la vida como una hoja en blanco y que se sienten con la pluma y el tintero en las manos, listos para definir su propia historia. Parecen ser dos miradas opuestas e irreconciliables. ¿Somos hijos del destino? ¿o sus dueños?

Veamos un ejemplo: un niño nacido en la Venezuela actual, sueña con ser astronauta. En el país no hay instituciones que fomenten proyectos espaciales y seguramente dentro de su propio hogar, si es que lo tiene, tomen su deseo como una mera fantasía, típica de la niñez. En una sociedad fragmentada, una realidad caótica y un país en el que la calidad de la educación disminuye a ojos vista y en el que, muy probablemente, el niño tenga que trabajar para ayudar a sustentar el hogar, ¿cómo puede llegar ese niño al espacio? ¿se puede decir que es el comandante de su propio barco? Otra escena, también extraída de la realidad venezolana: un trabajador de la petrolera nacional se enfrenta en la actualidad a una crisis sin precedentes en las que ha tenido que renunciar, no sólo a los lujos, sino también a algunas comodidades que asumió como básicas durante los tiempos de bonanza. Nunca tuvo la necesidad de comprar un hogar propio o de garantizarse una renta para el futuro, por ello nunca se preocupó en ahorrar. Ahora, la realidad lo golpea y aunque desea hacer algo al respecto, se siente impotente. ¿Es este hombre una víctima de las circunstancias? la inflación, la crisis política, el desabastecimiento, nada de eso es su culpa ¿es este hombre una marioneta del destino? En ambos casos se está omitiendo un mismo lado: el lado del equilibrio. Y es este balance el que expresó Sartre cuando dijo esta frase, traducida de muchas maneras diferentes, pero que viene a decir más o menos esto:

"Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros"

La sabiduría más profunda suele expresarse con las palabras más sencillas. Cuando leí esa frase del autor de La náusea, se encendió una luz en mi mente porque era exactamente lo que yo había venido pensando, aunque no había conseguido expresarlo. Ignorar el peso que pueden tener las circunstancias que nos rodean (como en el ejemplo del niño) es tan absurdo como ignorar nuestro grado de responsabilidad sobre el presente (como en el otro ejemplo ). Los padres, el país, la sociedad, la época, las oportunidades y muchos otros factores, determinan un marco que condicionan la vida de una persona. Léase bien, condicionan. Pero no definen. Porque sobre esa realidad que le fue impuesta, esas circunstancias que no pudo escoger, el hombre puede edificar su vida, a su manera, a su voluntad.

Pensemos en un hombre que desea fabricarse una mesa. La hará con lo que le parezca que pueda servirle, dentro de aquello que pueda disponer. ¿La hará de madera, hierro, plástico, chatarra o barro? ¿la construirá simétrica, redonda cuadrada? esas decisiones son suyas, él puede decidir incluso si hará la mesa, o no. Entonces, para mí, se trata de un balance, una combinación entre los factores que condicionaron nuestro origen y la voluntad que tengamos de capitanear nuestra alma, como dice el célebre poema de ‎William Ernest Henley, y llevarla al puerto deseado. ¿Ustedes qué piensan? ¿todo está escrito y no podemos hacer nada? ¿o tenemos el poder absoluto sobre nuestro destino? Los leo en los comentarios.